Según datos de IAB Spain, Whatsapp es la red social mejor valorada y también la más adictiva: en sus chats pasamos 5 horas y 14 minutos ¡cada semana!,  seguido muy de lejos de Spotify o Facebook.

¿Te sorprende? Pues echa un vistazo a la app más utilizada en tu propio móvil. Entra en configuración-cuenta-uso de almacenamiento… y ¡voilà! Te hemos pillado. Ahí tienes el total de mensajes que has recibido y enviado con sus respectivos vídeos, audios e imágenes. Y lo que es peor, tu propio ranking de adicción. El pódium de los grupos y personas por el que has perdido el tiempo o la batería. Pero, ¿hay vuelta atrás? ¿Estás condenada a vivir pegada a la aplicación toda tu vida?

Esta tampoco es la mejor solución...
Esta no es la solución…

Pero si toca buscar culpables y el momento en el que esta herramienta de comunicación se nos fue de las manos, no hay duda de hacia dónde mirar: los grupos. Al principio parecía que tenían sentido, estaba el de los primos, el del club de running, el de las compis del curro… entonces eran hasta útiles porque te sacaban de algún que otro apuro de última hora como comprar el regalo del cumpleaños del abuelo o enterarte de que terminaba el plazo de inscripción a la San Silvestre.

Todo parecía organizado hasta que un grupo de administradores con mucho tiempo libre y ninguna gracia empezaron a crear grupos spam por el universo. Ahora incluso chateas con las mismas personas en cuatro grupos diferentes. ¿Qué sentido tiene?

Ninguno pero no lo puedes evitar, lo sabemos.
Ninguno, pero no lo puedes evitar, lo sabemos.

Antes de atrevernos a cortar por lo sano, debemos conocer al adversario, porque en un solo grupo existen un sinfín de perfiles de usuarios con los que conectas a la vez, todos con personalidades diferentes y formas distintas de actuar ante un mismo chat, y entre ellos puede encontrarse al verdadero enemigo.

© Mondadori Photo
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La fauna ‘whatsappera’:

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CÓMO PONER PUNTO Y FINAL (sin acabar sin amigos o desheredada por tu tía María Luisa)

Seamos sinceros, abandonar un grupo es duro por dos razones: por la sensación de FOMO (fear of missing out, el miedo a perderse las chorradas que se hablarán allí dentro) y por el rechazo. Todo el mundo sabe que ante la frase de «María ha abandonado el grupo» se desencadenarán una serie de reacciones nada amigables hacia la pobre María.

Entonces, ¿cuándo salir y cuando quedarse? Todo depende del grupo, porque hay grupos… ¡y grupos!

  • Grupo de amigas: las de verdad, con las que sales los findes. A esas no hay que abandonarlas nunca. Sigues en el chat.
Porque solo ellas te entienden.
Porque solo ellas te entienden.
  • Grupo de Erasmus: alguien tuvo la brillante idea de hacer un grupo con los 20 estudiantes con los que compartiste un curso en Italia en el 2005. Teniendo en cuenta que desde que te fuiste solo has mantenido contacto con tres y desde que se creó el grupo solo te ha hecho ilusión retomar contacto con otros dos, ¿qué haces pendiente de las mensajes de los 15 restantes? Sal corriendo, a cualquier hora y sin dar explicaciones.
Y recuerda: no mires atrás.
Y recuerda: no mires atrás.
  • Grupo raro: se creó un fin de semana en la playa cuando a tu grupo de amigas (con las que ya te comunicas en otro chat), se unieron unas compañeras de trabajo de una de ellas y las amigas de la urbanización de una tercera. La única comunicación que mantenéis es del tipo: “Qué bien nos lo pasamos”, “a ver si repetimos”, “me estoy acordando ahora de los baños tan buenos que nos dábamos en el mar”… Cualquier tiempo pasado fue mejor. Sal ya, y despídete a la francesa. La misma que haces cuando a las 4 de la mañana te quieres escaquear de una discoteca sin que te intenten retener otra media hora. Sigue el mismo modus operandi, huye de madrugada y mientras todas duermen. Tardarán en darse cuenta.
¡Bomba de humo!
¡Bomba de humo!
  • Grupo del trabajo: existen dos tipos de chats, el creado por los compañeros y el creado por el jefe. El primero a veces es divertido y te mantiene al día pero, ¡cuidado!… tiene más de contaminante que de positivo. Cuando uno de los del chat esté quemado no oirás más que quejas y críticas que no te beneficiarán, y si nadie critica y todos están felices hablarán de trabajo y no te permitirás desconectar. Es difícil salir sin dar explicaciones porque vas a verlos al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente del siguiente… Así que tus opciones son: no salir y silenciarlo durante al menos un año, o salir en horario de trabajo, mientras agradeces a tus compañeros haberte incluido, pero les explicas que en casa y los fines de semana necesitas desconexión absoluta.
  • La cosa cambia si el grupo ha sido creado por tu jefe, muy gracioso y moderno él. Tan pronto comenta algo de su vida personal para hacerse el coleguilla, como que aprovecha para mandar algo de trabajo un viernes a las 10 de la noche. Lo mejor sería cortar por lo sano (y mandarle a tomar vientos), pero es el único chat del que nunca podrás salir (si no quieres perder el curro), ni tan siquiera silenciar. Solo te queda tragar y llevarlo con la mayor calma posible.
Gracias, gracias!!
Vale, pues gracias.
  • Chat de familia: el aburrido. No el de los primos molones. Aunque tengas más confianza que con tu jefe, no querrás partirle el corazón a tu tía la que vive a 300 kilómetros y que ha creado el grupo para manteneros a todos cerca. La estrategia es no salir pero convertirse en el silencioso del grupo, ten en cuenta que estos chats suelen estar plagados del perfil del graciosillo.
Lo sabemos, no mola, pero es tu familia.
Lo sabemos, no mola, pero es tu familia y no puedes hacer nada por cambiarla.
  • Grupo de runners, yoga, gimnasios varios… Nunca debiste entrar. Al principio sientes que te van a motivar y tirar de ti para no abandonar, pero las conversaciones suelen convertirse únicamente en recomendaciones de nutricionistas, dietas… Booooring!!! Huye de él ya. Bastante tienes con tu jefe y tu tía como para estar pendiente de cuatro adictas al deporte.
Esta es mi filosofía de vida. Así que.. ¡Hasta luego chicos!
Esta es mi filosofía de vida. Así que… ¡Hasta luego chicos!