Un grupo canta en directo Volando voy mientras un corrillo aplaude a Blanca Li, que mueve con ímpetu la falda infinita de su vestido. Frente a ella, en primera fila, uno de sus mejores amigos, el creador Azzedine Alaïa que anima como el que más.

No, no estamos en una corrala en Sevilla, sino 1.700 kilómetros más al norte, en la casa del propio Alaïa en el parisino barrio de Le Marais. En su residencia, pero también galería de arte, tienda, showroom y hasta pequeño hotel reservado a sus más allegados (nombres que van de Naomi Campbell a Carla Sozzani, junto a la que ha desarrollado este perfume).

La entrada medio escondida al almacén del siglo XIX en el que se asienta el cuartel general de Azzedine Alaïa y la cúpula bajo la que tiene lugar la fiesta. © D.R.
La entrada medio escondida al almacén del siglo XIX en el que se asienta el cuartel general de Azzedine Alaïa y la cúpula bajo la que tiene lugar la fiesta. © D.R.

El atardecer parisino va dejando paso a la noche que se cuela por los amplios ventanales de cristal de la galería de arte de Monsieur Alaïa a ritmo de flamenco. Aunque donde normalmente expone su colección de obras de arte ahora hay espacio para las mesas en las que se reparten 200 invitados deseosos de conocer su última aventura, algo que no pasará hasta la mañana siguiente.

“Monsieur Alaïa quería transmitir un recuerdo: la frescura que sentía de pequeño en Túnez cuando su abuela tiraba cubos de agua a las paredes blancas para refrescar el ambiente”, cuenta Marie Salamagne (28), la joven nariz que se ha encargado de desarrollar el aroma partiendo de una evocación tan abstracta.

El resultado es un peculiar aroma de notas etéreas, con un toque de pimienta rosa, fresia y peonía y un remate final de notas animales y almizcles. “Lo más difícil fue hacerlo simple y crear un perfume atemporal, alejado de cualquier moda”, prosigue Salamagne.

¿El frasco? Es obra del diseñador Martin Szekely. © Sarah Beeby / Cortesía de Alaïa Parfum
¿El frasco? Es obra del diseñador Martin Szekely. © Sarah Beeby / Cortesía de Alaïa Parfum

Aunque del creador que va por libre, que no usa perfume y que no se atiene a las normas de la industria no íbamos a esperar menos. Si desde los años 80 se ha convertido en un icono, en uno de los diseñadores más respetados y con una trayectoria más envidiable, el lanzamiento de su primera fragancia no podía quedar atrás y debía respetar esa esencia tan poco tangible pero siempre tan presente.

Difícil, pero no para el tunecino que siempre consigue lo que se propone. Como sucede en la fiesta en su propia casa. A petición de Blanca Li el propio Alaïa se arranca a bailar mientras toda la sala se pone de pie para unirse a esta celebración por todo lo alto. Era lo que él quería desde que concibió la cena: que todos terminaran bailando. Y, por supuesto, lo consigue, esto también (y eso que hacer bailar rumba a un grupo de editoras rusas parezca, en principio, misión imposible).

En la campaña, fotografiada por Paolo Roversi, vemos a una etérea Guinevere van Seenus luciendo una de las creaciones más legendarias de Alaïa: el vestido houpette (de tejido elástico y espuma de viscosa mullida), de la colección primavera/verano 1994. © Cortesía de Alaïa Parfum
En la campaña, fotografiada por Paolo Roversi, vemos a una etérea Guinevere van Seenus luciendo una de las creaciones más legendarias de Alaïa: el vestido houpette (de tejido elástico y espuma de viscosa mullida), de la colección primavera/verano 1994. © Cortesía de Alaïa Parfum
  • El perfume sale a la venta el próximo 1 de julio en puntos de venta seleccionados. Precio: 57€/30ml.