Situaciones de vergüenza, de miedo o pudor, de temperaturas extremas (mucho frío o mucho calor) o de sobre esfuerzo: son los momentos en los que nuestro rostro suele enrojecerse y dejarnos en evidencia. O, al menos, esto es lo que muchos piensan… a pesar de que el rubor es un mecanismo de reacción habitual del organismo sumamente especial. Y lo es por tres razones. A saber: no se puede controlar, es imposible de fingir y es una característica únicamente humana. Y sí, nos afecta a todos, aunque a algunos más que a otros.

El pudor solo es una de las posibles causas del enrojecimiento del rostro. © Wu Gui Qi / Mondadori

Probablemente muy pocas veces te has preguntado cuáles son las causas reales que lo provocan o si tiene una razón de ser, pero seguro que has buscado con ahínco los medios para evitarlo o reducirlo. Pues ¡sorpresa!: según los expertos (y, si me lo permites, basándonos también en el sentido común) «el rubor es una demostración del correcto funcionamiento de nuestro sistema autónomo y no tiene sentido intentar corregirlo».

«¡Andanda!»

Pues sí, lo cierto es que no hay solo una, sino varias razones para que comencemos a valorar el ponernos rojas de otra manera (o sea, de forma positiva). Y, cuando leas lo que nos han contado Raquel Fernández y Noelia Luna -psicólogas y sexólogas del centro Ishtar– acerca del rubor, vas a comenzar a verlo con otros ojos. Palabrita de Grazia.

  • ¿POR QUÉ SE PRODUCE?

“Ponerse rojo es una respuesta normal del organismo cada vez que nos sentimos avergonzados. Es tan solo una respuesta fisiológica que consiste en una activación del sistema nervioso simpático que provoca que generemos adrenalina, consecuentemente dilata los vasos sanguíneos del rostro y por ello la cara se enrojece y a la vez aumenta su temperatura”. Pero sentir vergüenza no es el único motivo por el que surge el rubor.

Hay muchas otras ocasiones en las que nuestro sistema nervioso simpático se hiperactiva, el ritmo cardíaco se acelera y el calor invade nuestro rostro, como cuando se experimenta cierto nivel de sorpresa, ira, alegría o excitación sexual. «También nos ocurre cuando queremos regular la temperatura corporal o cuando nos preparamos para huir o luchar. Son situaciones en las que activamos y preparamos a nuestro cuerpo para defenderse, para ello siempre entra en juego nuestro sistema nervioso autónomo».

  • ¿TIENE SENTIDO QUERER CORREGIRLO?

«Se trata de una respuesta de las personas como mecanismo de protección a la interacción social, es una manera de demostrar nuestras emociones y, además, algo inherente al ser humano». Así que tan solo en el caso de que suponga un grave problema personal, habría razones para intentar reducirlo.

«Cada persona tiene sus propias emociones y sus propios desencadenantes en función de sus rasgos de personalidad, experiencias vividas, actitudes y conducta. Por eso no todo el mundo responde poniéndose colorado ante las mismas situaciones, depende de la emoción que esa situación provoque en la persona».

  • ¿EN QUÉ CASOS PUEDE SUPONER UN PROBLEMA?


»No debería, aunque el problema siempre va en función de cómo interfiere en la vida normal del individuo… cada uno valora la gravedad de la situación. Hay personas que lo viven como algo puntual que provoca un malestar momentáneo y sin mayor importancia. Sin embargo, para muchas otras supone un freno social y provoca una carencia de habilidades e inseguridades sociales que pueden afectar profundamente en su autoestima, en su vida relacional, o incluso en su autocontrol».

  • ¿CÓMO EVITARLO?

Aunque no conseguirás eliminarlo del todo, una manera de rebajar el enrojecimiento es, según las expertas, “Estudiar profundamente qué situaciones son las que lo provocan y analizarlas para poder relativizar, solucionar o modificar algo que pueda paliar ese tipo de emoción. Con esto hablamos de hacer una reestructuración cognitiva. Modificar nuestra manera de vivir o entender las diferentes situaciones que se nos presentan o enfrentarlas con habilidades sociales que quizás están carentes en nosotros y debemos comenzar a adquirir”.

  • ¿PODRÍA, POR EL CONTRARIO, SER BENEFICIOSO?

«En un plano fisiológico, es una demostración del correcto funcionamiento de nuestro sistema autónomo y, a nivel social, supone una forma de adaptación al medio. Demuestra emoción, vergüenza, provoca compasión en las personas que se relacionan contigo, humaniza a quien lo padece, por lo tanto es una forma de encontrar la aceptación social».

Y es que el rubor es lo contrario a la frialdad, a la intención de manipular. El ser humano prefiere a la gente que se ruboriza, porque a quién se sonroja en público automáticamente se le asocian características como la calidez humana, la sinceridad y la honestidad, y se les percibe como personas más cooperativas e incluso más atractivas. (Entiéndase así el surgimiento del colorete allá por el Pleistoceno).

Ahora ya sabes por qué te pones roja… ¿volverás a querer evitarlo? 😏

«¿Ves? Mira yo qué mona con estos colores»