A ver si te suena esta historia: te dejaste aconsejar y te compraste un sérum maravilloso que te costó un asalto a tu plan de pensiones. Lo estuviste utilizando durante semanas sin ver resultados, primero con la excusa de que tenía que pasar un tiempo hasta que empezase a hacer efecto, después como el que cree en los placebos, pensando que si ponías todas tus ganas en que eso funcionase acabaría funcionando… ¿y no pasó nada?

Pues antes de echar pestes sobre la industria cosmética y de dejar de creer en los efectos del retinol lo que constituye pecado capital, el retinol es dios revisa tu rutina de cuidado, porque puede que estés fallando en lo básico: limpiarte bien la cara.

Sí, es culpa tuya pero no te pongas en plan ‘drama queen’…

Una piel limpia no es solo algo básico, sino necesario para después poder aplicar un tratamiento y que este resulte eficaz. Da igual que te gastes tu sueldo en una crema milagrosa hecha a base de lágrimas de unicornio recogidas a la luz de la primera luna llena de verano, que si no tienes la piel bien limpia no va a funcionar. Es imposible que los activos penetren una superficie cubierta por maquillaje, células muertas y partículas de polución.

Por ello, eliminar toda esta basura cutánea es el primer paso para lucir piel perfecta, pero muchas veces le restamos importancia, centrándonos demasiado en lo que viene después. Por ello, hemos recopilado los errores más frecuentes que cometemos durante esta rutina para que no tengas excusas y empieces a hacerlo de forma correcta.

Si es el espejo del alma… ¿no se merece todos los cuidados? © Getty Images
  • No lavarte las manos antes de lavarte la cara

Así a primera vista, parece obvio, ¿verdad? Pero ¿cuántas veces te has lavado las manos antes de lavarte la cara? Las manos son una fuente inagotable de gérmenes y, si no te lo crees, piensa durante un momento en todo lo que tocas a lo largo del día (eso sí, no decidas aislarte en una burbuja después de hacerlo). Desde las barandillas del metro al pasamanos de unas escaleras mecánicas, pasando por billetes y monedas, comida, animales, otras personas… ¿En serio quieres llevarte todo eso a la cara? A ver, tampoco tienes que obsesionarte y entrar en modo cirujano, lavándote hasta los codos, pero sí que es bueno tomar conciencia y convertir este gesto en el primer paso de tu rutina.

Manos siempre limpias al estilo Sheldon Cooper.
  • No desmaquillarte antes

Pensar que un producto de limpieza va a ser lo suficientemente potente como para desmaquillar y limpiar la piel de una sola pasada es un error demasiado frecuente. Es posible que aquí el marketing de algunos productos sea el responsable de ello, pero no caigas ni en su truco, ni en la pereza: siempre debes lavarte la cara después de desmaquillarte, sin importar el producto desmaquillante que uses. Toallitas, aceites, agua micelar… Todos ellos acaban dejando algún residuo sobre la piel y eso solo se elimina gracias al lavado.

Solo una princesa Disney consigue quitarse el maquillaje de una pasada.
  • Elegir un producto que no es adecuado para tu tipo de piel

En este punto, es más fácil identificar el problema cuando estás utilizando un producto que es muy agresivo para tu piel, ya que esta, al eliminar su barrera de protección natural, se enrojece y se irrita. Pero también puede darse el caso contrario, en el que el limpiador que estés usando sea demasiado suave. Por ello, conocer tu tipo de piel es básico para elegir un producto acorde a ella. Un limpiador para piel normal, no va a ser capaz de eliminar el exceso de sebo que produce una piel grasa, que necesitaría una acción exfoliante más profunda.

Cuando te pasas con el exfoliante.
  • Utilizar el agua demasiado caliente

En torno a un 99% de la población femenina (datos fiables extraídos tras toda una vida como beauty editor) tiene sangre de dragón corriendo por sus venas, porque si no, no me explico la predilección que tenemos por el agua bien caliente. Como si de Khaleesi se tratase, aguantamos y disfrutamos del agua a una temperatura tan elevada que pocos hombres se atreven a compartir la ducha o la bañera con nosotras por miedo a morir escaldados. Pero el agua caliente es una trampa para nuestra piel, ya que puede acabar con la barrera lipídica natural que la protege y propicia la deshidratación debido al calor excesivo. Aún así, lavarse con agua fría tampoco elimina todas las impurezas. Por ello, apuesta por agua templada tirando a fresquita si tienes algún problema de irritabilidad o enrojecimiento, como piel rosácea, para que limpie y calme la piel.

Ni el agua caliente tampoco.
  • No utilizar una toalla limpia para secarte o no lavarla de forma regular

Por fin tienes la piel limpia y ¿vas a secarte la cara con la misma toalla con la que todo el mundo se seca las manos? Pues no es muy recomendable debido a que las toallas suelen ser una fuente de gérmenes. Requisa un par de toallas para utilizarlas en exclusiva. Que nadie más las use y, por supuesto, utilízalas solamente para secarte la cara. Asegúrate de que siempre están limpias y échalas a lavar una vez a la semana. Es más, si puedes, apuesta por una muselina de algodón para este cometido, ya que son mucho más suaves y delicadas con la piel.