A menos de un día de la llegada de Penélope Cruz al Festival Internacional de Cine de San Sebastián, lo único que se sabía es que asistiría al Velódromo del Anoeta (un inmenso estadio con capacidad para más de 3.000 personas), del brazo de Javier Bardem, Fernando León de Arnoa y los productores de Loving Pablo, su última película. Así que más eran las preguntas que las certezas: ¿podríamos verles de cerca? ¿Darían declaraciones a la prensa en la alfombra roja? ¿Cuánto tiempo pasarían en la ciudad? Lo que sí estaba garantizado en la mañana del sábado era el mal tiempo, con fuertes vientos y chubascos, y también, por suerte para fotógrafos y periodistas, el transporte que nos llevaría desde las inmediaciones del Auditorio Kursaal hasta el velódromo.

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Penélope Cruz tampoco lo tuvo fácil. Metida de lleno en un nuevo rodaje en Madrid, el de Todos lo saben, bajo las órdenes del oscarizado director iraní Asghar Farhadi, había estado rodando escenas clave durante toda la noche. En esa faena le sorprendió el alba y, a las siete de la mañana, puso fin a la jornada laboral. Con el cansancio obstinadamente pegado al cuerpo, la comitiva se embarcó en un coche que, cuatro horas más tarde, les llevaría a las puertas del cinco estrellas más famoso de la ciudad donostiarra, el legendario hotel María Cristina.

Había que recobrar fuerzas y tras un breve descanso, hacia las 15:30, Penélope y Bardem empezaron a prepararse para la gala de aquella noche. Esto lo cuenta el productor Miguel Menéndez de Zubillaga, socio de Javier, compañero de los actores y esposos en esta aventura de fugaz visita festivalera, y narrador en exclusiva de la experiencia de aquel día.

Penélope Cruz, Fernando León de Arnoa y Javier Bardem.

La terca fatiga se desvaneció en el momento de entrar al velódromo, no así los nervios: pero no es para menos, las dimensiones descomunales (tanto de la pantalla como del aforo del pabellón) no son usuales. Penélope Cruz y Javier Bardem, que se habían comprometido a hacer el paseíllo del photocall de la gala de clausura de la 65 edición del Festival de San Sebastián, decidieron asistir primero a la función de Loving Pablo. Querían experimentar de primera mano la reacción del público durante y después de la proyección. Con los créditos finales, y aún con la emoción de los aplausos, Penélope subió al escenario para sencillamente agradecer la acogida de esta película donde encarna a la periodista Virginia Vallejo, quien fuera la amante del capo del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, en los años 80.

Rodada en inglés, esta historia está basada en el libro Amando a Pablo, odiando a Escobar escrito por Virginia Vallejo y publicado en 2007. La cinta, de 123 minutos de duración, fue estrenada mundialmente en la pasada Mostra de Venecia, con muy buena acogida entre la crítica y las distribuidoras, que ya han comprado los derechos en varios países.

Para la ocasión, Penélope se decantó por su firma de cabecera en la alfombra roja: Atelier Versace. © Getty Images

En cortísimo tiempo, y tras asumir el rol de Donatella Versace en la segunda temporada de la serie American Crime Story, por segunda vez consecutiva Penélope Cruz se pone en el rol de un personaje real.

Una cena con el equipo de la película concluyó esta maratónica jornada para Penélope Cruz, que al día siguiente ya se ponía rumbo a Madrid, hacia hacia esa nueva película en proceso de cocción. Mientras, en la recámara tiene esperando el estreno de su papel de Donatella en la segunda temporada de American Crime Story, así como el remake de Asesinato en el Orient Express. ¡Tendremos mucha Penélope en los próximos meses!

Busca a alguien que te mire como Javier mira a Penélope… © Getty Images

Con Loving Pablo se cerraba la sección Perlas, y siendo Zinemaldia la cita cinematográfica más importante de España, con considerable resonancia en el exterior, Penélope Cruz y Javier Bardem quisieron tener un gesto hacia el festival y su público. Aunque al final fueron precisamente ellos quienes vivieron un momento mágico, rodeados de más de 3.000 personas.