Tras ocho años de matrimonio y un hijo en común de tres, Anna Faris y Chris Pratt han anunciado su separación. Vía redes sociales, como mandan los tiempos digitales, la pareja de actores ha hecho pública la ruptura.

Anna Faris y Chris Pratt era una de las parejas más estables de Hollywood. Hasta ahora. © Getty Images

«Anna y yo sentimos anunciar que estamos separándonos legalmente. Hemos intentado durante mucho tiempo que nuestra relación funcionase, pero estamos muy decepcionados. Nuestro hijo tiene unos padres que le quieren muchísimo y por su bien queremos mantener esta situación en privado. Todavía nos queremos y siempre apreciaremos el tiempo que hemos pasado juntos», escribían Chris y Anna en un comunicado conjunto.

Jolín, como para no llorar.

Sin embargo, lo realmente triste ha sido ver cómo sus seguidores en dichas redes sociales se montaban un peliculón que ni los de Antena 3. Horas después de conocerse la noticia, Twitter culpaba a Jennifer Lawrence de la ruptura. Como lo lees. El motivo por el que señalaban con sus smartphones a la actriz es el simple hecho de que hace un par de meses presentó junto a Chris Pratt la película Passengers. ¿Pero qué pasa aquí? ¿Es que todo el mundo en Hollywood tiene que seguir los pasos del triángulo amoroso formado por Angelina Jolie, Jennifer Aniston y Brad Pitt?

Y tanto que es de locos, amiga.

Ante tal reacción por parte de la sociedad, yo me pregunto: ¿Por qué nos cuesta tanto creer que el amor entre dos personas puede acabarse sin necesidad de terceras personas de por medio? La verdad es que soy incapaz de dar yo misma con una respuesta coherente y con sentido y por eso acudo a mi amiga Carlota López, psicóloga experta en relaciones de pareja: «La mente humana es complicada. Hay gente que necesita un motivo externo para asumir que su relación sentimental ha terminado. Es como si agarrarse a algo con lo que ella o él no tienen nada que ver les eximiese de culpa».

La verdad es que recuerdo un día en el que una amiga mía, recién abandonada por su novio, me dijo: «Si se hubiese ido con otra pues lo entendería, pero así, sin más, va y me deja. Solo porque dice que ya no me quiere». «¿Solo?», pensé yo. ¿Acaso no es motivo suficiente el que una persona no esté ya enamorada para acabar con una relación?

Pues a mí me parece motivo suficiente, la verdad.

Y qué decir del sentimiento de culpa. ¿Por qué debemos sentirnos culpables por haber intentado salvar una relación y no haberlo conseguido? No hay buenos y malos en las relaciones, o por lo menos no debería. ¿Es verdad que hay veces que la llegada de una persona puede hacer que aceleres la decisión de dejar una relación? Tal vez, aunque siempre he creído que si te fijas en alguien teniendo pareja es que algo no anda muy allá.

¿Por qué nadie concibe la posibilidad de que la infiel sea ella?

Partiendo de la base de que todo es un delirante rumor 2.0, detecto una alarmante pauta en estos bulos. Como ya pasara con el divorcio de Brad Pitt y Angelina Jolie, los internautas y la prensa corrieron a adjudicarle amantes a él. Que no a ella. Y, cómo no, Marion Cotillard, quien había rodado meses antes junto a él la película Aliados, fue la diana sobre la que lanzar este dardo envenenado. Puestos a inventar y confabular, ¿por qué las mujeres no son las infieles? ¿Acaso Anna Faris no podría haberse liado también con un compañero de la serie que protagoniza?

Aquí estoy esperando vuestras réplicas.

En definitiva, hay parejas que rompen porque ya no se quieren o ya no lo hacen como antes. Respetadlo. No es tan raro. O por lo menos no debería serlo.