La ciudad de los canales con permiso de Venecia se posiciona como destino perfecto para una escapada de fin de semana. Plagada de propuestas y direcciones interesantes, siempre tiene algo para ofrecer a cualquier tipo de viajero. También a mí, que me estreno en ella creyéndome fotógrafa por obra y gracia de los filtros VSCO, mientras sobrevivo a un par de atropellos ciclistas. Aquí levantar la vista del teléfono tiene premio triple: 1, no ser arrollada por una bicicleta; 2, por supuesto, no perderse ni un solo rincón y, 3, tampoco a ninguno de sus habitantes (que han pasado un casting de guapura para poder empadronarse).

El tiempo (dos días) no sobra, pero sí puede estirarse lo suficiente como para dar salida a estos 15 planes (y alguno más). Sin necesidad de pasar por el Barrio Rojo.

Ámsterdam es una ciudad perfecta para ser recorrida en 48 horas.
Ámsterdam es una ciudad perfecta para ser recorrida en 48 horas.
  • Un barrio:

Sin duda, Jordaan. En Ámsterdam (como en cualquier ciudad plagada de modernos barbudos) la lucha por ser el último barrio molón del panorama es encarnizada. Si no nos movemos del centro y dejamos de lado las grandes naves reconvertidas en galerías del este y el oeste, el premio gordo se lo lleva Jordaan. Plagado de pequeños cafés (en los que solo se sirve comida ecológica, claro a ser posible con tomates cultivados en el huerto de la azotea), tiendas o restaurantes, es un pequeño reducto de paz y tranquilidad a pocos minutos de las zonas más turísticas.

Las calles parecen casi las de un pueblecito en el que los vecinos dejan las puertas abiertas, mientas los niños juegan en el patio y sus mamás (clones todas de Gisele Bündchen) charlan en las sillas (de diseño) que han colocado en la entrada de casa. Muy idílico y yo muy cursi, sí.

Jordaaan, un barrio imprescindible.
Jordaaan, un barrio imprescindible.
  • Una fiesta: LA fiesta

LA fiesta, así en mayúsculas, siempre es esa que se sabe cuando empieza, pero no cuando termina. O, mejor aún, esa en la que no se sabe cuando el ‘unas cañas y a casa’ acaba convirtiéndose en ver amanecer. Y algo así fue nuestra cita en Ámsterdam: empezó con unas cervezas y terminó en una antigua nave del oeste de la ciudad, a la que solo se llega en barco.

Todo por una buena causa claro, para conocer Desperados Flare, la propuesta de la marca de cara a Navidad, una botella de edición limitada en la que el líquido ámbar, al moverse en espiral, se convierte en una especie de puré de purpurina. En serio, es una cerveza que brilla y existe no como los unicornios.

La fiesta.
Nadie ha querido confirmármelo, pero estoy segura de que todos los invitados a LA fiesta pasaron un casting. Solo podían entrar los que sacaban sobresaliente en cool.
  • Un poco de turismo:

Para recorrer en una mañana las grandes atracciones e introducirse en el espíritu de la ciudad holandesa, nada como apuntarse a un free tour. Sí, gratis, aunque no seas rata se espera que al terminar le des una propina a tu guía. Salen a diario y a diferentes horas desde la plaza Dam.

Los free tours son una opción muy interesante para empezar a hacerse con la ciudad.
Los ‘free tours’ son una opción muy interesante para hacerse con la ciudad en pocas horas.
  • Alguna compra:

La ciudad es el paraíso para ello. Más allá de un par de arterias principales reservadas a las grandes cadenas, Ámsterdam está llena de tiendecitas pequeñas y diferentes (de las que cada vez es más difícil encontrar en las ciudades fotocopia en las que vivimos).

Para perderse es el cuadrilátero formado por ‘las nueve calles’, De 9 Straatjes, una especie de Soho a la ‘amsterdanesa’. Aquí por ejemplo encontrarás Wolf Ware (Hartenstraat 36), con sudaderas, camisas y unos quimonos para niño que son amor; Evenaar (Singel 348), para revistas y libros antiguos; o Posthumus Winkel (Sint Luciensteeg 23) el paraíso para amantes de la papelería.

Si buscas algo más internacional, en esta Venecia del norte han abierto tienda propia todas las firmas molonas de sus vecinos suecos (Acne, Filipa K…). La danesa Ganni la encontrarás en Anna + Nina (Singel 326), una multimarca para acabar con el presupuesto.

Compras
Compras. Muchas.
  • Made in Holland:

Pero si lo que buscas es diseño local, pásate por Bonbon Boutique (Rosmarijnsteeg 8), para joyitas XS aptas para todos los bolsillos; Fabienne Chapot (Hartenstraat 7) bolsos y accesorios de piel; o Love Stories (Herengracht 296) una de las firmas de lencería más molonas de Instagram (que, por cierto, acaba de aterrizar en Madrid).

Compras 'made in Holland' en Sukha o Fabienne Chapot.
Compras ‘made in Holland’ en Sukha o Fabienne Chapot.
  • Un museo:

En Ámsterdam hay muchos (muchísimos) para elegir. Si buscas los rincones más frikies, puedes comprar una entrada para el museo de los tatuajes, de la marihuana, del bolso, del sexo o del gato. Si prefieres algo más clásico tendrás que elegir entre el Rijksmuseum (llévate los auriculares del móvil y descárgate su aplicación con una interesante audioguía gratis) o el de Van Gogh.

Detalles del Rijksmuseum.
Detalles del Rijksmuseum.
  • Un respiro:

En Begijnhof (Begijnhof 30). Ya está en las principales guías de la ciudad, así que no esperes encontrarlo vacío. Aún así, este jardín escondido en el que vivían mujeres solteras que no querían formar de ninguna orden religiosa merece una parada.

Un respiro.
Un respiro.
  • Un hotel:

Sin duda, el W Amsterdam, inaugurado hace escasamente un año. En el limbo de las nueve calles y a dos pasos de la plaza Dam, puede presumir de una de las mejores ubicaciones de la ciudad. También de unas habitaciones de diseño en las que te querrás quedar a vivir, de un servicio impecable, de un spa para olvidar el mundanal ruido y de una terraza en la azotea en la que debería estar prohibido ser invierno.

Las vistas desde la cama... y desde el ático. Si hace buen tiempo, no te olvides el bañador. ¡Y si no, también! El spa es todavía más impresionante que la piscina al aire libre.
Las vistas desde la cama… y desde el ático. Si hace buen tiempo, no te olvides el bañador. ¡Y si no, también! El spa y las piscinas cubiertas son todavía más impresionantes que la azotea.
  • Una merienda:

En Petit Gateau (Haarlemmerstraat 80) la repostera Meike Schaling elabora artesanalmente hasta 100 tipos de tartaletas. Perfectas para comer en un par de bocados en el saloncito que tienen al fondo… o de camino a la siguiente parada.

La merienda.
La merienda nunca había sido tan apetecible.
  • Algún souvenir:

Tienes dos opciones: o quesos, o tulipanes. Para lo primero deberías hacer parada en cualquiera de las tiendas que Henri Willig (un clásico) tiene repartidas por toda la ciudad o recorrer el mercadillo que se establece a diario (de lunes a sábado) en Albert Cuyp. Para comprar bulbos de tulipanes dirígete sin duda el mercado de las flores, en Singel.

Para traer de souvenir: o quesos o tulipanes.
Para traer de souvenir: o quesos o tulipanes.
  • Una comida:

En cualquiera de las concep store más molones, que son muchas. Todas tienen una cafetería en la que picar algo rápido que no se parece en nada al fast food: productos de cercanía, poco procesados, tomates que saben a tomate, helados artesanales… y un café para resucitar a un muerto. Por ejemplo en Droog (Staalstraat 7), en Sukha (Haarlemmerstraat 110), en Haas (Elandsstraat 121) o en Hutspot (Van Woustraat 4).

Ah, eso sí, si después de la comida das una vuelta entre sus perchas, no esperes encontrar etiquetas tipo Loewe, Alaïa o Erdem, como encontrarías en Colette o Corso Como. No, aquí solo entran firmas nicho, diseñadores emergentes o piezas únicas.

La comida en Droog.
La comida en Droog.
  • Algún canal:

Hay muchas opciones para recorrer los canales navegando, pero si quieres huir de los barcos atestados de turistas, reserva en Blue Boat. La ruta sale de Stadhouderskade 30 y te costará 15 euros (por algo más de una hora de recorrido).

Por supuesto, los canales.
Por supuesto, los canales.
  • Una copa:

Como cafés o tiendas, no te costará encontrar un rincón idílico en el que sentarte a tomar una copa mientras la noche toma la ciudad. Un patio especialmente agradable y fuera de las rutas es el del bar Pausa, dentro del hotel Pulitzer (Prinsengracht 315). Abierto en verano, tiene una versión cerrada con grandes cristaleras para los meses de frío.

Copas al caer la tarde en este patio escondido.
Copas al caer la tarde en este patio escondido.
  • Más compras (estas vintage):

Hay varias tiendecitas interesantes (y a precios muy asequibles) en Haarlemmerstraat, como por ejemplo Wini o Noseason. Si, por el contrario, prefieres rebuscar entre piezas de Chanel, Fendi o Hermès, apunta PS (Ouede Spiegelstraat 10).

Compras vintage en Haarlemmerstraat.
Compras vintage en Haarlemmerstraat.
  • Un plato típico:

Si todavía te queda un huequito (en el estómago, en la agenda y en el bolsillo), no te vayas de aquí sin probar la sopa de mostaza, muy popular en Holanda y perfecta para revivir tras una fría y húmeda mañana pateando la ciudad.