Cada vez que una chica cuenta su experiencia sobre lo que sea en una red social, aquello se llena de señores opinando. Que si están de acuerdo, que si no, que si ellos no lo hacen, que si lo hacen y no pasa nada, que si está muy equivocada o tremendamente en lo cierto. El caso es opinar. Y cuando sus opiniones -que generalmente nadie ha pedido- no son bienvenidas, se enfadan. Podríamos decir que el acoso machista no es otra cosa que la radicalización de los hombres que exigen su #casito, pero el asunto se ha convertido en un tema bastante grave en pleno 2017.

En verano de 2015, @Yungflaca66, una usuaria de Twitter que decidió visibilizar las historias de acoso sexual que le llegaban de otras personas, tuvo que cerrar su cuenta por una oleada de acoso insoportable. Aún hoy podéis buscar su nombre y ver que la siguen mencionando, para bien y para mal, recordando la jugada. A finales del año pasado, le tocó el turno a la revista digital Locas del Coño, a quienes llegaron a tumbar la página en un acto de acoso machista organizado. La YouTuber Miare, a día de hoy, sigue soportando insultos y amenazas por parte de los fans de su exnovio, otro conocido YouTuber a quien denunció por maltrato junto a otra de sus exnovias. Y no fueron las primeras ni serán las últimas -¿alguien dijo Gamergate?-, ¿qué pasa con el acoso machista en redes sociales?

Ironías: Cassandra Vera (21 años) ha sido condenada a un año de cárcel por sus bromas sobre Carrero Blanco en Twitter, pero el acoso transfóbico que está sufriendo en los últimos días probablemente quedará impune.

Acoso machista: el odio que arrasa a las mujeres en la red

Los casos son infinitos. Basta comentar que vas a escribir sobre acoso machista en redes sociales para que te lleguen testimonios por decenas. Ana -nombre inventado- me cuenta que, con más de 10.000 followers y llevando en Twitter más de 5 años, solo comenzó a recibir amenazas cuando empezó a hablar de feminismo en su perfil: “Desde que opino sobre feminismo, sobre todo cada vez que un hilo o tuit se populariza, recibo miles de respuestas tipo #NotAlMen, que muchas veces se ponen tremendamente desagradables”, me relata. “He tenido a un par de usuarios insultándome de manera obsesiva durante meses y años, se ha analizado mi físico al detalle, se han creado cuentas falsas para parodiarme. Las fotos de penes y comentarios soeces sobre mi aspecto son una constante…”. No es la única que vive esto por atreverse a hablar sobre sus ideas en una red social pública como Twitter. Ana me dice también que, curiosamente, el acoso cesó mientras duró su relación con otro conocido tuitero. Esto tampoco me sorprende, encaja perfectamente en la ideología del macho medio: a la propiedad de un colega se la respeta, a una persona por serlo, ya veremos.

Otras tantas mujeres han visto cómo se hacían públicos sus datos personales y han recibido amenazas de muerte y violación. Una curiosa estrategia para demostrar que no son todos violadores en potencia, ¿verdad?

El ya mencionado Gamergate fue la excusa para que decenas de usuarios anónimos atacaran a Zoë Quinn, hasta tener que mudarse temporalmente de su casa por las amenazas. Anita Sarkeesian fue otra de las grandes perjudicadas, ¿su delito? Denunciar el machismo en la industria de los videojuegos. No me resulta ajeno. La única vez que tuve la feliz idea de hablar sobre el Gamergate en Twitter, mis menciones se llenaron de desconocidos insultándome. Literalmente: tenían que buscar la palabra, encontrar mis tuits, traducirlos, buscar una respuesta, pasarla por Google Translate y venir a mi perfil a pegarlo.

Pero, ¿qué buscan estos grupos de acoso? ¿por qué lo hacen? La respuesta es fácil, para silenciarte. Ni más, ni menos.

¿El objetivo del acoso machista en redes sociales? Silenciarnos. © Mondadori Photo

Una estrategia para silenciar y mantener privilegios

No les indigna que nos pase, les duele que lo contemos. Así de sencillo: nos quieren calladas. Mientras estuvimos calladas ellos pudieron hacerse los Nice Guys y culpar a sus exnovias de todos sus males, ahora que lo hablamos entre nosotras y confiamos más en otras mujeres que en vendedores de moto en potencia, ya no. Ahora las mujeres ya no tienen la autoestima tan baja y ya no es tan fácil ligar con ellas halagándolas asegurándoles que “no son como las demás” y prometiéndoles las migajas de tu atención y una cena en la que pagáis a escote porque eres de un igualitario que no hay quien te aguante. Ahora, la vida para el macho medio se ha puesto complicada, no les dejan opinar por nada, sufren una heterofobia horrorosa y están indignadísimos.

No quieren soltar sus privilegios sin pelear. Y además, les parece justicia divina. Como nosotras hemos tratado de ‘censurarles’ (ciertos individuos ven atacada su libertad de expresión cuando se les exigen unos mínimos de respeto), nos merecemos esa censura, es justicia poética.

La vida para el macho medio se ha complicado, no les dejan decir que una mujer es guapa, sufren una heterofobia horrorosa y están indignadísimos.

Lo nuestro -aunque nos maten- sigue siendo una tontería, una cosa menor, cosas de chicas. Y ellos siguen siendo la comparsita de colegas que son dueños de la razón y la lógica. El statu quo se mantiene y aquí nadie pierde sus privilegios. Y todo lo que tienen que hacer es afilar los dedos y soltar unos cuantos comentarios de mierda ingeniosos desde el más absoluto anonimato a desconocidas en Internet.

El patrón suele ser parecido, acusan al feminismo de “incitar al odio” o a la “guerra de sexos” o bien de luchar por cosas absurdas o buscar la discriminación del hombre y se sienten legitimados para dar rienda suelta a su propio sadismo. Muchas veces, cada vez más, viene organizado desde foros y webs afines a la ideología neomachista. Números de teléfono y fotos personales publicadas en diferentes sitios, denuncias conjuntas a una misma página de Facebook o perfil de Twitter para conseguir cerrarlo, suplantaciones de identidad… Todos los conocimientos de informática de estos angelitos, para defender su “noble causa”.

Y es que, mientras estemos buscándole pegas al feminismo, el hombre y su ego pueden seguir siendo el centro de todo. Y mientras el mundo siga percibiendo a las mujeres en general como seres inestables y desequilibrados por naturaleza de las que nadie puede fiarse, muchas menos personas van a comprender que el machismo existe y nos afecta cotidianamente. Simple.

No hay nada que irrite más a un hombre que decirle que su opinión no te interesa en absoluto.

Así que, antes de arder como si hubieses tenido un lío de una noche con La Antorcha Humana, quizá sea buena cosa pararte a pensar que en realidad solo son un puñado de hombres débiles y aburridos, incapaces de la más mínima autocrítica, que se sienten amenazados y atacan a la desesperada. Si tienes la ocasión, pídele a un amigo que interceda por ti y le explique al troll lo mismo que tú acabas de decir. Si no le llama planchabragas a la primera de cambio, es muy probable que le escuche y le dé la razón antes que a ti. Lovely.

¿Contra el acoso? SORORIDAD. © Getty Images

Vale, pero… ¿Cómo enfrentarse a los trolls?

Lo primero que debes saber es que se puede denunciar. Lo segundo, que quizá no llegues demasiado lejos por esta vía. Mientras las víctimas de terrorismo sí gozan de un trato especial, la humillación a las víctimas de acoso se suele considerar dentro de los límites del ‘humor’.

Por desgracia plataformas como Facebook, Twitter o Instagram todavía no hacen lo suficiente para controlar este tipo de comportamientos. Más allá de bloquear o silenciar al usuario, poco van a hacer por ti. La Policía, por otra parte, tampoco trata a las víctimas de acoso y de violencia de género con el celo que deberían y muchas veces los casos ni siquiera prosperan. Además, se suma el factor del anonimato en redes sociales, lo cual hace complicado conocer la identidad del atacante y no siempre el caso resulta lo suficientemente grave como para investigar y rastrear la IP del troll.

Lamentablemente, si tantas mujeres han tenido que cerrar sus cuentas hasta la fecha es porque aún no hay un método infalible para evitar este tipo de situaciones. Reconozcamos que a veces, somos un apoyo regulero cuando les pasa a otras amigas y nos lo quitamos de encima con aquello de: “Denuncia, mujer”.

¿Qué podemos hacer? Pues quizá, tomárnoslo con un poco de calma y distanciarnos emocionalmente, siempre que sea posible. Por supuesto que hay casos en los que el volumen de insultos y amenazas no son tolerables y no hay distancia que valga, pero para los casos más leves, conviene un buen ‘block preventivo’ o quizá incluso silenciar al usuario en Twitter, que es como bloquear pero sin la intención hostil y dejándole claro lo que te importan sus… *ejem*… elevadísimas opiniones. Y creéme, vas a tener que silenciarlo, porque no hay nada que irrite más a un hombre que decirle que su opinión no te interesa en absoluto.

No todas podemos estar en primera línea de fuego todos los días, tenemos derecho a cansarnos y a sufrir burn out, a no estar para bromas, a no tener paciencia y a querer gritarle al maldito troll todos los improperios que se te ocurran. Pero recuerda, ladran luego cabalgamos. Si escuece, cura. Queda mucho por hacer. No tienes por qué soportar acoso, ni en Internet ni en ninguna parte. La libertad de expresión le permite a la gente que opine, pero nunca te obligará a ti a tener que leer la opinión de otra persona…

…Solo nos faltaba.

@Yungflaca66 tuvo que cerrar su cuenta por los ataques tras visibilizar historias de acoso.