El tiempo en el embarazo es muy relativo. A veces tienes la sensación de que se está pasando volando y otras que llevas embarazada toda la vida. Aunque hay mujeres que no tienen prisa por que aquello termine, lo normal es que, cuando quedan unas pocas semanas para dar a luz, estés tan cansada, tan incómoda y tan-TAN, que todo lo que quieres es que comience la Operación Desalojo para tener a tu bebé en brazos… y que comience ya, por Dios.

Cuando te quedas embarazada, tu médico te da una ‘fecha probable de parto’, el momento exacto en el que cumples cuarenta semanas rellena como un bollo. Ese día te lo grabas en tu calendario mental y te olvidas del «probable» rápidamente. Cada día que pasas más allá de esa fecha es desesperante y estás dispuesta a llevar a cabo cualquier remedio de la abuela con tal de que ese maldito embarazo acabe. Cualquiera. Por más peregrina que sea.

La primera de las recomendaciones que te hacen es andar mucho. La mayoría de las mujeres dormimos a esas alturas tirando a mal, así que las ganas que tú tienes de hacer kilómetros tienden a cero. Pero oye, que no se diga: tú lo haces. Te enfundas los únicos leggins que te caben, te pones el único calzado que no te corta la circulación porque tienes los pies hinchados como botijos y te echas a la calle como si no hubiese un mañana. Todo sea por ponerte de parto. Al caminar, el bebé, con el movimiento, baja y se encaja.

En realidad cualquier tipo de movimiento ayuda. Lo que pasa que, estando agotada y con un tripón de aquí a Pekín, ponerte a bailar reggaeton no es lo que más te apetece. Así como concepto, seguir el ritmo de La Mordidita de Ricky Martin está lejos de tus posibilidades actuales.

Otra opción es ponerte a subir escaleras. Es la versión extreme del andar sin parar porque, si en condiciones normales, subirte ocho o nueve pisos no apetece nada, cuando estás embarazadísima, menos aún. Llegas arriba destrozada, respirando como si fueras asmática y queriendo morirte (un rato, al menos).

Hay ciertas comidas que la leyenda cuenta que ayudan a ponerte de parto, como el marisco, la comida picante o el chocolate. En realidad no existen evidencias científicas de que vayan a colaborar, pero oye, si te apetece meterte entre pecho y espalda un buen montón de gambas, una tarta Sacher o un burrito, tú misma, ¡esta vez tienes excusa! También dicen por ahí que el aceite de ricino provoca espasmos en el intestino que pueden acelerar el proceso, pero esto es bastante menos apetecible que comerse una langosta. Bastante tienes con lo tuyo ya…

Y ciertas infusiones, al parecer, también tienen algo que ver. Unos lo dicen y otros lo niegan, así que si tú eres de las que le gusta este tipo de bebidas tampoco pierdes nada por probar. En principio las que recomiendan son las de hojas de frambuesa, las que tienen canela, jengibre o clavo.

He de reconocer que mis ‘ayudas para ponerse de parto’ favoritas son las más bizarras. Por todos es conocido que la sabiduría popular apunta a que la luna llena favorece los partos. Los científicos lo niegan pero algunos médicos, comadronas, ancianas y mujeres de tu entorno ahí, erre que erre y yo con ellas, que a la luna llena le tengo mucha fe. Sí, definitivamente mi método para provocar el parto favorito consiste en asomarse al balcón desnuda y gritarle a la luna que ya estás preparada para dar a luz. Mejor si el balcón está en un sitio un poco alejado de la civilización. Igual si vives en un primer piso en la Gran Vía de Madrid no es un buen método. Tal vez. Quizás. Pero allá tú.

Mi segundo método preferido es también bastante surrealista. Consiste en coserse cascabeles en las bragas para que el bebé sepa por donde tiene que salir. El equivalente al «ve hacia la luz», pero con sonido y en sentido opuesto, hacia la vida. Una cosa muy científica, vaya.

Me pongo seria un segundo para hablar de la maniobra de Hamilton o separación de las membranas que algunos médicos realizan con la intención de adelantar el parto. No está recomendada por la OMS y, en todo caso, tenéis derecho a que os informen y os pidan el consentimiento antes de realizarla. Podéis leer más sobre esto aquí.

Pero vayamos a la parte que debería ser más divertida: otra de las cosas que suelen recomendar es tener sexo. La teoría dice que el semen contiene prostaglandinas que activan la producción de oxitocina, la hormona del parto. Además el orgasmo provoca contracciones que pueden ayudar a que este comience. Algunos médicos dicen que esto no está del todo probado, pero cuando estás super embarazada y tu bebé parece haberse olvidado de que tiene que salir lo pruebas todo. Por si acaso, insisto.

En este orden de cosas, el embarazo hace cosas muy raras con la libido de las mujeres. A algunas les entra un apetito sexual voraz y en cambio, a otras, casi se les regenera el virgo de nuevo. No suele haber un término medio. Pero estando de cuarenta y pico semanas la cosa suele ser complicada. Estás cansada, la barriga te molesta y francamente a veces te sientes tan sexy como una ballena varada. Así que la idea de tener que practicar sexo no suele ser recibida precisamente con mucha alegría.

… siempre nos quedará la estimulación de los pezones. Esto dicen que también produce oxitocina y por tanto ayudar con el parto.

Al final, los bebés nacen cuando tienen que nacer. La naturaleza es muy sabia y por más ganas que tengamos no daremos a luz hasta que la criatura esté preparada ¡pero lo importante es participar y divertirse!