«He ganado un hijo/a» escucho a menudo decir a señoras cuyos churumbeles han encontrado el amor. Y siempre que mis oídos se topan con semejante frase hecha, me siento en la obligación aunque no lo hago de acercarme y decirles: «A ver, amiguis, no os hagáis muchas ilusiones con la nuera o el yerno de turno porque hoy se quieren mucho mucho y mañana poco poco. ¿Me explico?».

Reconozco que siempre he admirado a las parejas que, desde el minuto uno de su relación, se abren mutuamente las puertas de sus respectivos ámbitos familiares. No solo presentan a padres y hermanos, sino también a tíos, primos, sobrinos, abuelas, bisabuelas… Vaya, que puede que no hayáis plantado todavía un árbol juntos, pero lo que viene siendo el genealógico lo controláis de maravilla. ¿Lo critico? No. ¿Lo comparto? Depende.

«He ganado un hijo/a» escucho a menudo decir a señoras cuyos churumbeles han encontrado el amor. © Cordon Press

Seré sincera, nunca he mantenido una relación tan estable como para aparecer con mi chico en casa de mis padres un domingo a mediodía para que pruebe la deliciosa paella de mi madre. O bueno, más bien no he considerado que ese noviazgo fuese como para enseñarle las fotos de mi Primera Comunión que mis progenitores siguen teniendo a bien mantener perfectamente visibles en el salón-comedor.

En mi caso, creo que para dejar que un chico conociese a mi familia (y me refiero al lote completo), tendría que estar al 98% segura de que nuestro barco del amor va viento en popa a toda vela. Porque, queridas amigas enamoradas, he aquí el quid de la cuestión: ¿vuestra embarcación romántica lleva suficientes botes salvavidas como para que sus primas y nuevas mejores amigas tuyas no se cojan el disgusto del siglo o ya has hecho cálculos, cual Rose en el Titanic, y te has dado cuenta de que si lo vuestro no sale a flote allí no va a sobrevivir ni el tato hablando mal y pronto?

No te digo que no lo sea, pero piénsalo por un minuto.

Sin embargo, lo que realmente me preocupa es tu relación con la familia de él. Y lo siento, pero me voy a permitir recalcar de nuevo lo de que es SU familia. Conozco a muchísimas chicas que, cuando se están planteando terminar con sus relaciones sentimentales, sufren por cuestiones tales como «jo, es que me llevo tan bien con mi cuñada» o «y luego a ver cómo miro a la cara a mi suegra cuando me la encuentre por la calle».

  • ¿Realmente estás cortando también con su familia?

Efectivamente. Da igual si conoces a muchos o pocos o si lleváis dos meses o cuatro años. Si eres de las que lo dan todo, familiarmente hablando, prepárate para sufrir una ruptura multilateral. De hecho, no me explico cómo no nos preparan para este tipo de rupturas en el colegio. ¿Sabes el dicho de que uno  no se casa solo con su pareja, sino también con su familia? Pues esto es lo mismo, pero a la inversa.

Va a tener que oírlo y decírselo a su familia, quiera o no quiera.

Cuando una relación se rompe se produce un curioso fenómeno que se parecería bastante a un cruce entre las series Juegos de Tronos y La que se avecina. Las familias de ambos toman partido por uno y por otro y se pasan horas y horas al teléfono intentando averiguar qué os ha podido pasar. Tu tía Teresa defenderá a tu ex porque «nunca vas a encontrar a nadie como él» y tu primo Carlos te dirá que «hay muchos peces en el mar y que este, en concreto, tenía muchas espinas».

Y vuestras respectivas familias políticas tampoco os quieren olvidar.

Y no hablo desde el desconocimiento. Recuerdo el día en el que mi amigo Pablo nos dijo que lo había dejado con su novia. Nos estaba contando lo mal que lo estaba pasando cuando pronunció la siguiente frase: «.Y nada, mañana iré a despedirme de su madre al pueblo y ella irá a ver a la mía a casa». Petrificada me quedé, oye.

¿De verdad es necesario despedirse de los allegados de nuestro antiguo compañero amoroso? Qué queréis que os diga, yo le veo lagunillas a este asunto, por no decir un océano. Cierto es que, al no ser robots sin corazón, establecemos vínculos con los padres, hermanos, primos, sobrinos y hasta mascotas del, por entonces, amado nuestro. Pero permíteme recordarte que con quien dormías todas las noches y tenías planes en común era con él, ¿o no?

Y esto lo entiende hasta Homer Simpson.

No voy a engañarte. Los primeros encuentros con tu exfamilia política no serán agradables. Tropezarte con Concha, tu exsuegra, en la charcutería del Mercadona, te hará arrepentirte de no haber ido al rincón gourmet de El Corte Inglés por tus ansias ahorradoras. Sin embargo, ¿qué puede pasar? Como mucho te dará un abrazo, te preguntará qué tal estás y, si la cosa todavía está reciente, te pondrá ojitos de «igual aún lo podéis arreglar».

ESTOS ojitos.

No dudo que SU familia te haya hecho sentir como en casa y que sea algo que siempre vayas a recordar con cariño, pero una cosa es ESO y otra muy distinta es que tengas que ir a despedirte de SU familia.

¿Mi consejo? Que sé que no me lo has pedido pero yo te lo voy a dar. Mantener el justo y necesario contacto con la familia política siempre y cuando sea posible. Ah, y poned por favor a vuestras parejas en las esquinas para las fotografías familiares, que así serán más fáciles de recortar (si se diera el caso). No sabéis la de pegatinas con caritas sonrientes que hay en los álbumes de mi familia para ocultar los rostros de algún que otro ex.