Todos hemos pasado por esto. La tensión, el no saber dónde mirar o sentarte, las sonrisas incómodas. Si guardar el más absoluto de los silencios o entrometerte en una conversación. Esa tía no me aparta la vista… ¿querrá decirme algo?, ¿tendré una mancha?, ¿dónde demonios está el baño? No, no nos referimos a aquella vez que acudiste a una cena familiar en Navidad con una borrachera del quince (y del dieciséis incluso). Hablamos del primer día en un nuevo trabajo.

Ahora, desde la estabilidad de la experiencia, tenemos la sensación de que hemos estado cómodos desde siempre, pero no, no fue así. Haz memoria. Es difícil olvidar los días y algunas veces semanas de nervios, incomodidad y sensación de ser un estorbo andante.

Olivia Palermo © Cordon Press
Olivia Palermo no tiene problemas en adaptarse, trabaja para ella. © Cordon Press

Una vez inmersos en septiembre, son miles las personas que comienzan una nueva aventura laboral y que deberán someterse en primera persona al complejo proceso de adaptación. Una etapa imprescindible pero embarazosa que desde Grazia, en nuestro deseo de hacerte la vida más fácil, intentaremos recortar. Pero cuidado con venirse arriba, porque si fundamental es la felicidad en el puesto laboral, más importante si cabe es tener un puesto al que acudir (maestro Pokémon no cuenta).

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En septiembre miles de personas comienzan una nueva aventura laboral.

Un grupo de psicólogos de la Universidad de Ontario ha hecho públicos los resultados de un estudio realizado a más de 200 empleados en el que respondían a afirmaciones como “me gustaría que mis compañeros mostraran más de ellos mismos”, “mi entorno laboral anima a todos los trabajadores a expresar quiénes son” o “cuando estoy en el trabajo, no muestro mi verdadero ‘yo’”. Y las conclusiones son clarificadoras: casi el 30% afirma no sentirse ellos mismos en el trabajo. Aunque la mayoría confiesa que les llevó entre dos y tres meses poder comportarse de forma natural, casi un cuarto empleó doce meses o más.

Teniendo en cuenta que pasamos casi nueve años de nuestra vida trabajando, parece demasiado tiempo como para pasárselos fingiendo, ¿no?

Entrar como un elefante en una cacharrería, NO.
Entrar como un elefante en una cacharrería, NO.

Todos necesitamos de un proceso de adaptación cuando llegamos a un nuevo lugar, pero existen maneras para minimizar esos plazos lo máximo posible. Según el psicólogo y coach José Miguel Gil, deberíamos seguir tres pasos, empezando por evitar entrar como un elefante en una cacharrería, cambiando las normas del lugar o llamado la atención. “Lo segundo sería presentarnos a todo el mundo con humildad y con ganas de aprender de los compañeros, no olvidemos que somos el último mono”, explica Gil, que nos insta por último a ofrecer nuestra ayuda con tacto y diplomacia (que nadie sienta que quieres reemplazarlo).

¿Significan estos consejos que debamos comportarnos en el trabajo con total naturalidad, como si estuviéramos en nuestra casa o tomando algo con amigos? No exactamente. Ser tú mismo no siempre es lo mejor porque, como dice Oprah, “si ser yo misma me hubiera vuelto tan rica como soy, lo habría intentado mucho antes”.

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Para Oprah Winfrey ser tú mismo no siempre es lo mejor.

Pero, ¿qué hacer si pasan los meses y somos parte de ese porcentaje que no acaba de conectar con los compañeros o nuestros superiores? “Una buena solución es la comunicación asertiva”, cuenta el psicólogo a Grazia. “Aprovechar un momento oportuno y relajado para hablar con ellos y expresarles nuestros sentimientos e inquietudes, puede funcionar. En definitiva, tratar de mostrar un espíritu más colaborador que crítico”. Y no deberíamos tomarnos este tema a la ligera, porque puede conllevar consecuencias más importantes que el que el cretino de tu jefe siga sin recordar tu nombre.

“Si reprimes tu verdadero ser por demasiado tiempo, te arriesgas a sufrir estrés, agotamiento e incluso consecuencias físicas para la salud”, aseguró Brian Little, psicólogo de la Universidad de Cambridge. Según sus estudios, suprimir el comportamiento natural de uno mismo en el trabajo puede conllevar desde una disminución del funcionamiento de nuestro sistema inmunológico hasta la excesiva tensión de los músculos o incluso taquicardias; síntomas claros de ansiedad o estrés. Así que no, fingir nuestra personalidad en el trabajo no es una opción.

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Si reprimes tu verdadero ser por demasiado tiempo, te arriesgas a sufrir estrés.

Si nos sentimos a gusto, seremos felices y si somos felices, rendiremos de manera óptima en nuestro puesto. Esta es una verdad absoluta. Pero no es menos cierto que las personas somos multidimensionales, como apunta la web Science of Us, “pueden existir variaciones en el modo en el que nos expresamos en casa y en el trabajo y que ambas sean consistentes con nuestro verdadero ser”. Lo importante es saber conciliarlas. Porque los sábados por la noche podemos ser Mr. Hyde (sin crímenes, se entiende) y los lunes de oficina un responsable Doctor Jekyll.

Lo único que nos quedaría preguntarnos ahora es: ¿todos nuestros ‘yo’ nos representan correctamente? Si lo hacen como nuestros políticos, igual deberíamos ir buscando otro trabajo…

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Aquí estoy yo.