«No recuerdo la última vez que vi a un hombre desnudo, que no fuera en la mi pantalla de móvil». ¡Tachán! Ojiplática me quedé cuando mi amiga I.P. no, no es Isabel Pantoja, me confesó su secreto. Tomábamos café o igual era una copita de vino, nos contábamos nuestras últimas desventuras aventuras sexuales… y yo deducía que el sexting se había instalado definitivamente en nuestras vidas.

Aunque estoy segura de que la mayoría de las que leéis estas líneas tenéis bastante clarito de lo que hablo, prefiero que una experta en la materia nos explique claramente en qué consiste también os digo que si no lo sabéis es porque vivís en un bunker: «Con este término nos referimos al envío de contenidos de tipo sexual, tales como fotos y vídeos, a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (ordenadores, tablets, pero sobre todo smartphones). Además, dichos contenidos son producidos por la misma persona que los envía», nos explica Blanca López Campos, psicóloga y Máster en Psicología Clínica. Que si os lo digo yo no me creéis igual.

Lo sabes Rita, en tu época esto no existía...
Ya lo sabemos Rita, en tu época esto no existía…

Desde hace unos años el sexting ha pasado a ser un elemento más en nuestras relaciones sentimentales, y ya no digamos sexuales. ¿Cómo lo sé? Seré sincera. Sí, he hecho sexting. Y sí, mis amigas y amigos también. Confesión que hago porque creo que la única forma de abordar este tema es desde la total sinceridad. Como diría si estuviera en un juicio en los Estados Unidos, «juro decir toda la verdad y nada más que la verdad». Y no, no estoy cruzando los dedos.

Imaginadme así. Aunque yo soy mujer y rubia, pero no me da tiempo a hacerme un gif jurando...
Aunque soy mujer y rubia, podéis imaginarme así.

RELACIONES MILLENNIALS

Aplicando la teoría de la extensión: si yo practico sexting y mucha gente de mi entorno también… ¿Quiere decir esto que nuestro concepto de las relaciones está cambiando? «En un principio no está sustituyendo a las relaciones tradicionales», explica López Campos, que, sin embargo, añade un pero: «Es un fenómeno muy reciente por lo que este tipo de comportamientos se están empezando a estudiar en la actualidad». ¡Ajá!

C.G., una amiga de la infancia, mantuvo una relación única y exclusivamente vía móvil con un hombre al que conoció una noche. Él no era de la ciudad, tuvo que marcharse al día siguiente, no tuvieron posibilidad de ir más allá durante su breve encuentro discotequero e intercambiaron los teléfonos. A partir de ahí, estuvieron todo un año practicando sexting hasta que la relación se agotó. Y las baterías de sus móviles. Chiste fácil.

Lo sé, me merezco un aplauso lento sarcástico
Lo sé, me merezco un aplauso lento y sarcástico.

Aquella pareja no llegó a experimentar sexo en vivo y en directo: se habían visto desnudos digitalmente, habían mantenido conversaciones que harían sonrojar a Risto Mejide, se habían masturbado viendo fotos eróticas y muy explícitas el uno del otro… Pero nada de contacto físico. ¿Podría ser verdad que el sexting estuviera sustituyendo al sexo real? «Puede ser una parte de él, que lo mejore, ayude o facilite, pero no algo que lo sustituya por completo», aclara la psicóloga.

¿Llegará el sexting a sustituir al sexo real? © Jette Stolte
¿Llegará el sexting a sustituir al sexo real? © Jette Stolte

Sin embargo, la opinión de nuestra experta me hace caer en la cuenta de que ninguna de mis amigas emparejadas (casadas o con novio) me ha hablado jamás de haber hecho sexting. ¿Es solo cosa de solteros? Nada más lejos de la realidad. Según How common is sexting, un estudio publicado por la Universidad de Drexel (Filadelfia), una de cada cuatro personas que lo practica lo hace en el contexto de relaciones casuales, mientras que el 75% lo hace dentro de la pareja. Un dato que, según las autoras Emily Stasko y Pamela Geller, es motivo de alegría: «Quiere decir que el sexting también tiene un lado bueno, servir como aliciente a parejas que quieren un poco de acción en sus vidas».

La doctora López Campos también coincide en este aspecto positivo del sexting: «Dentro de una pareja adulta y en una relación sana, todo aquello que sea consensuado y consentido por ambos no tiene porqué ser insano. En este caso puede ser un aliciente en la relación y en el juego de la seducción». Pero el ‘problema’ llega cuando el sexting no se da en el marco de una pareja adulta y madura.

addicted
Cartel del documental ‘Addicted to Sexting’, disponible en Netflix.

Vale. Paremos un momento para recopilar datos y para hacer pis si no podéis aguantar. Hasta ahora hemos aprendido que el sexting lo practican tanto solteros como parejas y que no puede (o no debe) sustituir al sexo real. Aunque en ocasiones, y como he comprobado, ya existen relaciones que se quedan en el primero y no pasan al segundo. Un escenario que se repite cada vez más, sobre todo en el caso de adolescentes: «Con los adolescentes es mucho más fácil que el sexting no conlleve ningún tipo de relación física», aclara Blanca López Ay mi madre, mañana estoy revisando el móvil de mis sobrinos.

Tranquilos, que no panda el cúnico, digo, que no cunda el pánico...
Tranquilas, que no panda el cúnico, digo, que no cunda el pánico…

LA MUJER, ¿ESLABÓN MÁS DÉBIL DE LA CADENA DEL SEXTING?

Mientras nosotras teníamos que conformarnos con comprarnos Bravo para ver algún reportaje sobre sexo y aprender un poco de qué iba aquello, las niñas de hoy en día tienen todo un mundo de páginas subiditas de tono al alcance de la mano. Porno online que perpetua unos roles sexistas muy peligrosos y que sirve de inspiración en estos intercambios de mensajes eróticos entre compañeros de clase. «La peor parte del sexting se la llevan las adolescentes», concluyen Jessica Rigrose, Rosalind Gill, Sonia Livingstone y Laura Harvey, autoras de Qualitive study of children, young people and sexting, tras hablar con jóvenes con edades comprendidas entre los 12 y los 14 años de varias escuelas de Londres.

Pero, ¿a qué se refieren con «la peor parte»? «El énfasis hay que ponerlo en los problemas psicológicos que conlleva el uso indiscriminado del sexting. El hecho es  que una fotografía propia se puede distribuir sin ningún tipo de control y puede llegar a ser motivo de ciberacoso. Esto puede acarrear numerosos trastornos en la persona de tipo conductual, emocional y afectivo. Además, en el caso de aquellos jóvenes que no han formado completamente su personalidad, pueden hacer del sexting una manera de relación y socialización incontrolada y una búsqueda de mejorar su autoestima», recalca nuestra experta. Las conclusiones de estas tres británicas tampoco dejan lugar a dudas: «Las chicas jóvenes piensan que si no lo hacen no conseguirán estar físicamente con un chico. El problema es que la tecnología está ayudando a ver a la mujer como un objeto».

Es decir, avanzamos como sociedad, pero en realidad estos adelantos están dejando de lado a la mujer, situándola de nuevo en una posición de desigualdad frente al hombre al perpetuar el sexting los estereotipos sexistas del porno.

Sí amiga, como lo lees..
Sí amiga, como lo lees, vamos hacia atrás como los cangrejos.

En la misma línea que lo anterior, muchos hombres solo están dispuestos a recibir fotografías, pero no a compartirlas. Algunos hasta afirman que «necesitan su dosis diaria de sexting». ¿Es eso posible? ¿Puedo llegar a engancharnos? “Como ocurre con el consumo de drogas, provoca un aumento de dopamina en el cerebro. Lo realmente importante es el uso que se haga de él. Si es una persona adulta que tiene un claro control sobre lo que quiere enviar y a quién, esto no supone un problema», nos aclara nuestra experta.

Algo que me hace acordarme de  P.F, un hombre con el que estuve de rollo un par de meses. No paraba de pedirme fotos. Día tras día, me rogaba un par de imágenes. Al final le dije: «De acuerdo, pero solo si tú también lo haces». «¿Para qué?», me contestó, para después concluir: «Si yo solo puede enviarte una foto de mi pene y eso no es erótico». Como podréis intuir, jamás le hice llegar ni un mísero selfie.

Déjame que investigue un poquito más y ahora te cuento...
Déjame que valore pros y contras y ya te digo algo.

¿DÓNDE ESTÁ EL RIESGO?

Justin R. Garcia, autor de Sexting among singles in the USA, realizó un estudio entre 5.805 adultos con edades comprendidas entre los 21 y los 75 años con resultados cuanto menos impactantes: «Lo que más me sorprendió fue descubrir que el 23% de los participantes afirmaron haber reenviado ese contenido sexual (no el suyo, sino el recibido) a más de otras tres personas «, explica Garcia que advierte que «el verdadero riesgo del sexting es pensar que lo que tú envías es privado y que la otra persona lo comparta». Unas declaraciones que tenemos que matizar porque el verdadero riesgo del sexting es que la persona que recibe tus mensajes decida compartirlos y cometer un delito. 

Sí amigas, porque la reforma del código penal del 2015 en España recoge un nuevo delito, el compartir contenidos íntimos que se han grabado en la intimidad. Concretamente cualquier contenido que «se obtiene con consentimiento, pero luego es divulgado contra su voluntad». Y cuidadito porque la pena no es ninguna tontería: «Será castigado con una pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis a doce meses el que, sin autorización de la persona afectada, difunda, revele o ceda a terceros imágenes o grabaciones audiovisuales de aquélla».

Vamos, que el «no haberlo enviado» no vale como consejo, aunque quizá sí algo como «cuidado con quién haces sexting, mejor que no sea con un analfabeto emocional dispuesto a delinquir». Puestos en el peor de los casos, si alguien hace circular alguna imagen íntima tuya, debes saber que es importante denunciar. En España existe el Grupo de Delitos Telemáticos de la Guardia Civil (puedes contactar con ellos a través de este link).