¿Harta de que las manzanas del supermercado sepan a corcho? ¿Compras tomates que deberían haber estado mucho más en la mata para madurar? ¿Tienes la sensación de que siempre te llevas las mismas variedades de frutas y verduras y a un precio excesivo? No eres la única que se ha planteado alguna vez esta pregunta. Y de esa inquietud (mejor dicho, de ese hartazgo) han surgido en los últimos años los grupos de consumo. Desde el Colectivo de Organización Local de Ciudad Real los definen como “un grupo cuyos miembros se autogestionan para ponerse en contacto con los productores y comprar directamente productos agrícolas, huevos, miel… y hasta cerveza artesanal. Al no haber intermediarios, el productor recibe y el consumidor paga un precio justo por el producto”.

Lo habitual es fijar un día de la semana y un lugar para la entrega de estos productos. Puede ser un local social, un colegio, un herbolario… El cliente-consumidor solo tiene que apuntarse al punto de entrega más cercano a su domicilio. Páginas como Ecoagricultor.com o Grupo a Grupo permiten encontrar fácilmente cuál es el grupo que cae más cerca de casa.

© Cordon Press
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La primera consecuencia de cambiar la compra en el supermercado por el pedido dentro de un grupo de consumo es que la cesta, evidentemente, varía cada semana. Depende de las condiciones meteorológicas (lo que se haya podido recolectar según las temperaturas y las lluvias) y del mes del año en que se esté: “Todos los productos son de proximidad (el consabido kilómetro 0) y de temporada, por lo tanto, más saludables y sabrosos”, explican desde Isamadrid. Con una ventaja: el agricultor sabe que los va a vender de antemano y puede decantarse por variedades locales que la gran distribución rechaza. “Es la gran paradoja de las grandes superficies: supuestamente tienes más donde elegir y si no hay naranjas en España, las traerán de California, Israel o Sudáfrica. Pero es siempre lo mismo. No te vas a encontrar variedades raras de tomates o de coles que tal vez antes se cultivaban en la región y que, si nadie las pide, dejan de cultivarse”, afirma Marta Pérez, consumidora de Yo Compro Sano.

© Yo Compro Sano
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Además, Marta deja caer que el modo de consumo actual condena a la extinción a miles de subvariedades de tomates, pimientos, bayas… Pero, ¿hay vegetales en invierno? “Por supuesto. Lo que no hay es siempre la misma lechuga. Implica cambiar el chip y darle vidilla al recetario de las abuelas. Hay épocas de ensaladas y épocas de guisos”.

Renunciar al menú tal como lo conocíamos hasta ahora tiene un buen motivo: crear un mínimo impacto al planeta transportando frutas y verduras de un hemisferio a otro para que el consumidor pueda hacerse la misma ensalada todo el año. “Los tomates y pimientos se dan en verano. En invierno hay coles, puerros y alimentos que se conservan bien desde el verano, como la patata, la cebolla o la calabaza”. Los productos se recolectan uno o dos días antes de su distribución. Nada de cortarlos verdes para almacenarlos en cámaras durante meses.

Estas iniciativas ciudadanas son posibles gracias a Internet y a las redes sociales: “Posibilitan a la gente construir un mundo mejor y desarrollar un nuevo modelo de negocio basado en la confianza, la transparencia y la sostenibilidad”, sostiene Olivier Quero, co-fundador de Yo Compro Sano. En su caso, “me preocupaba la calidad de la comida y su impacto sobre nuestra salud. Eso me llevó a localizar a productores locales y ponerlos en contacto con grupos urbanos de modo que pudieran acceder a verduras, frutas y hortalizas cultivadas en la región”. Esta estrategia «dota a los pequeños empresarios agrícolas de herramientas para gestionar su empresa de manera razonable”. Y sana, porque este sistema se basa en la confianza entre consumidores y productor (en ocasiones hasta se permite la visita al huerto para ver cómo crecen las berenjenas que acabarán en el plato).

© Enzo Truoccolo
© Enzo Truoccolo

El consumidor no nota en el bolsillo el cambio, pero lo hay. Porque el agricultor gana mucho más que si se lo vendiera a las grandes distribuidoras (por poner algunos ejemplos, en el sistema convencional el precio final del calabacín es un 950% superior al que cobró el agricultor; la berenjena, un 717%; la naranja, un 671%…, según datos de Yo Compro Sano); a cambio, el campo se cultiva a la vieja usanza, a mano, de manera ecológica, sin pesticidas ni herbicidas que pueden ocasionar enfermedades en el organismo humano y que ya están acosando seriamente a seres vivos como las abejas. ¿Y si llega una plaga que ponga en riesgo toda la cosecha? Se valora y, en caso de usar algún plaguicida autorizado por el Ministerio de Sanidad, se advierte al consumidor que, al cabo del tiempo, es ya como un amigo.

En el Mercado de Productores del Matadero de Madrid se hace algo similar: los productores veden directamente sus productos al consumidor durante unos días seleccionados.  © Mercado de Productores
En el Mercado de Productores del Matadero de Madrid se hace algo similar: los productores veden directamente sus productos al consumidor durante unos días seleccionados. © Mercado de Productores

“Comprando así tengo la certeza de que lo que me llevo a la boca tiene muchos más fitonutrientes que algo que se cortó semanas antes de su maduración, que ha estado no sé cuánto tiempo en una cámara y que ha recorrido cientos de kilómetros hasta llegar a mi mesa”, apunta Raúl, consumidor habitual de Yo Compro Sano. Los responsables de Centro Albada, un establecimiento de holístico de terapias naturales en el madrileño barrio de Las Rosas, y coordinadores de la entrega en el barrio de las cestas de Yo Compro Sano, señalan categóricamente que “comer productos ecológicos cuesta un poco más caro que consumir productos de mercado tradicional pero es una inversión a largo plazo porque previenes enfermedades futuras”.

Ya, pero, ¿qué ganan los gestores de estos grupos? Tanto los creadores del grupo como quienes ceden un espacio para su recepción trabajan con márgenes del orden del 10%. Puede parecer mucho pero no lo es si se tiene en cuenta que en la distribución convencional andan entre el 50% y el 200%.

© Getty Images
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El principio de consumo responsable va más allá de los alimentos y se extiende a los recipientes. El Vergel de la Vega recuerda encarecidamente que “todos los envases son reutilizables” y solicitan a los consumidores «la devolución de la caja, tarro de cristal, hueveras  o tarrinas, para volver a utilizarlas”. Ya ves, ahora ya sabes qué puedes hacer si tu ensalada te resulta insípida…