Meryl Streep, que le proclamaba ‘dios’ en uno de sus muchos discursos de agradecimiento, no se lo esperaba: “No todo el mundo lo sabía. Harvey defendía enérgicamente la profesión, era exasperante pero fue respetuoso conmigo cuando trabajamos juntos, así como lo fue con otras muchas personas. Yo no sabía nada de los mencionados agravios”, declaraba en El Huffington Post, casi inmediatamente después de que el incendiario reportaje de The New York Times destapase que Harvey Weinstein llevaba décadas acosando sexualmente a mujeres. En la misma línea se posicionaba Jennifer Lawrence, que confesaba encontrarse “profundamente perturbada”. La actriz, que trabajó con Weinstein en El lado bueno de las cosas, aclaraba que nunca había presenciado ninguna situación de acoso.

Ellas, al igual que muchos personajes cercanos, no se lo esperaban.

El hasta el sábado todopoderoso productor de Hollywood, el hombre que llevaba 30 años convirtiendo en oro cualquier película, era en realidad un loco, un monstruo. Salvo porque no lo era.

Weinstein no es un loco, es la historia de la discriminación por sistema sobre la que está construido el propio Hollywood. © Getty Images

Al igual que los violadores rara vez son hombres encapuchados que acechan en la oscuridad de un portal, los acosadores tampoco son locos; y el problema de Harvey Weinstein no es, como han proclamado sus abogados, un problema de adicción al sexo.

Streep y Lawrence se sorprendían porque el hombre brillante que ellas conocían no era un ogro, era un profesional muy válido; como si ambas cualidades no pudiesen ir de la mano. Como si el abuso sexual no fuese algo que se da a diario a nuestro alrededor. Como si no fuera un reflejo más del patrón de las relaciones entre hombres y mujeres: relaciones desiguales que se sustentan en los roles de género que tenemos asignados por la sociedad, basadas en un espantoso desequilibrio de poder.

Harvey Weinstein no acosaba y violaba a las mujeres que tenía alrededor porque tuviese una patología, porque fuese un loco (por cierto, flaco favor hacemos con declaraciones como esas a las personas que realmente sufren problemas mentales); lo hacía simple y llanamente porque podía.

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Dibujar a Weinstein como “un loco” solo normaliza la violencia contra las mujeres porque parece que fuera algo que él no podía evitar. ¡Pobre!, que sufre una enfermedad por la que ha tenido que internarse para curarse porque NO PUEDE HACER NADA MÁS. No. Los hombres que violan y acosan no están locos: son muy cuerdos y muy machistas.

Harvey Weinstein no acosaba y violaba porque tuviese una patología, lo hacía porque podía.

Los acosadores son hombres ‘normales’ que no ven a la mujer como un igual y recurren a la sexualidad para dejar patente su superioridad. Al igual que un piropo no deseado en la calle, una proposición sexual por parte del productor más poderoso de la industria es una ostentación de poder que se asienta en las enseñanzas que, como hombre, ha interiorizado a lo largo de toda su vida: misoginia y estereotipos junto a todos los privilegios del sexo masculino.

Como explican desde la Asociación Terrogenero, “no son conductas patológicas ni fáciles de reconocer; tampoco conllevan un comportamiento concreto. Es una trama de relaciones donde existe un desequilibrio de poder entre acosador y víctima”. Comportamientos que pueden ir desde chistes (¿quién no ha tenido que soportar alguno en una reunión con una mayoría de hombres?), proposiciones o mensajes sexistas, hasta roces indeseados o agresiones sexuales.

Jennifer Lawrence se mostraba “profundamente perturbada”, quizá porque la idea de hombre que podía llevar a cabo estas atrocidades no le encajaba con la del productor. © Getty Images

Son delitos que suceden y se silencian a diario en todo tipo de ámbitos laborales. Cometidos por hombres más cercanos de lo que nos gustaría reconocer. Y para sufrirlos no se trata de ser menos lista, menos valiente o menos fuerte. Se trata, simple y llanamente de ser una mujer. Y para muestra, un botón: o las actrices que han hablado sobre cómo el productor se propasó con ellas: desde Gwyneth Paltrow, Léa Seydoux o Cara Delevingne… ¡y hasta Angelina Jolie! Así que, si le ha pasado a Jolie, y no pudo hacer nada para evitarlo, ¿qué no sucederá con el resto de millones de mujeres del mundo?

Ben Affleck, que tiene un historial como para quedarse calladito, decía a raíz del estallido del escándalo que los hombres tenían que hacer algo para proteger a sus hijas, amigas y hermanas. Pues bien, querido Ben, no se trata de protegernos, se trata de cambiar y de entender que el sistema, tal y como está concebido, coloca a la mujer en una situación de inferioridad. Se trata de acabar con esto para que ninguna mujer necesite tu ‘protección’, gracias. Y esa es la labor que lleva a cabo el feminismo.