Haberlos haylos, pero tienes que localizarlos y sobre todo, ser más rápida que el resto para llamar su atención. Pues sí. A esto hemos llegado. Tras años de relación estable, un día te despiertas y ves que tu supuesto Príncipe Encantador se ha largado del reino dejándote más sola que la una y haciendo de ti una «soltera exigente» más. Un estado civil con el que descubres, muy a tu pesar, que a los treinta, conocer a alguien interesante no tiene nada que ver con las comedias románticas de Zooey Deschanel. Tu corta experiencia como single se parece más a una película de miedo o suspense, depende de cómo te levantes ese día.

¿Cómo hacer para reconocer al lince ibérico? Toma nota.

Maldición. Cuando pensabas que tu vida estaba encauzada, te quedas compuesta y sin novio, con un montón de cajas de cartón en el maletero del coche y con el famoso «Ya te lo dije», de tu madre.

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Superada la etapa edredoning, helading y chocolating, toca pasar página. Algo que, según tus amigos gays, solo puedes lograr con un bote salvavidas temporal: el famoso hombre tirita. No hará que desaparezca el dolor, pero por lo menos te olvidarás de él durante un rato. Venga, aceptamos pulpo como animal de compañía ocasional. Cualquier cosa, antes de seguir con mi dieta hipo(potamo) calórica. Vuelta a las ensaladas, a pedir cita para hacerte la cera y a comprar lencería mona que aporte una nota de color a tu aburrido cajón de bragas faja color carne.

El mejor remedio para superar una ruptura: helado y más helado.

Entramos por lo tanto en la fase: ligarse a un Dr Hansaplast. Allá vamos. Ostras. Espera un momento. Ligar, pero… ¿Cómo se conjugaba ese verbo? ¿Yo ligo, tu me ligas, o nosotros ligamos? Miras tu agenda del iPhone y te das cuenta de que tu mundo nocturno se ha quedado reducido a dos grupos: tus amigas las solteras, o como has empezado a llamarlas, las haters (esas que odian a los hombres cuando están de copas porque aseguran que solas están fenomenal, pero luego lloran cuando el camarero de 22 años que se tiraban no las vuelve a llamar); y tus otras amigas, los gays, compañeros esenciales de cualquier treintañera soltera que siga avistando la fauna ibérica de madrugada.

Ser BBF es también ser el paño de lágrimas de tus amigas.

De gays y camareros

Al final, sales con los siempre fieles amigos gays. Copitas, fotos de hombres guapísimos que se han ligado esa semana (uno cada día), con barba, septum, risas mil… Pero, ¿cuándo nos movemos a un sitio de guapos con camisetas sin estampados de pajaritos? Y entonces deciden que no te puedes perder un sitio de lo más bizarro, lleno de señores con barbas y cosas de cuero (ja, je, ji, jo, ju,). Una contra cinco, nos vamos al garito…

Nada más entrar, todos esos señores osos te miran mucho, te hablan, comentan qué estilazo tienes y empiezas a deprimirte porque parece que esta noche… nanay (escribes por WhatsApp a las haters a ver si todavía están por ahí, pero a esas horas nadie mira el teléfono). Entonces ves al camarero, un bombonazo, moreno, alto, vamos, lo que a esas horas es un machotón. Te aseguran que NO es gay. Atención, esto es serio, acabas de ver un lince ibérico, dicen que quedan muy poquitos.

Esta noche, toca mambo. Si consigues deshacerte de tu conjunto, claro.

En ese momento, eres Félix Rodríguez de la Fuente (allá voy, amigas). Piensas en algo original y nada manido: «¿Qué hace un hetero como tú en un sitio de ambiente como este?». Te cuenta su vida, tiene un gimnasio bla, bla, bla, te invita a una copa, pasas a modo pavo real… Y justo cuando estás a punto de proponerle algo para cuando termine de trabajar… llega el gayer sin camiseta de al lado, más viejo que una palmera, y te susurra al oído que el rompebragas está casado. ¡Vaya por Dios! La estepa ibérica se vuelve árida como un desierto. Todos dentro de ese lugar (incluidos tus amigos) te parecen lo peor. El espíritu de Rodríguez de la Fuente te abandona, recoges tus cosas del ropero y vuelves a casa mosqueada. Has confundido de nuevo a un casado con el famoso lince.

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El próximo día, no hay duda, convocarás una caravana de mujeres y te irás a una cervecería de La Latina cuando haya partido, a ver si es verdad que todavía existe esta especie.