No hay duda de que el del arte es uno de los mundos más difíciles en los que abrirse camino. Pero, si hay alguno especialmente complicado, ese es el de la actuación. Los Ángeles, como otras muchas ciudades con una importante industria teatral y cinematográfica, está llena de camareros y dependientes que buscan triunfar como actores en escenarios y pantallas de cine. Lo está en la era de La la land, y lo estaba también a mediados del siglo XX, cuando Hollywood era una fábrica de sueños con mucho de artesanía y talento innato.

Muchas de las actrices que quisieron triunfar en el mundo del celuloide pasaron por un lugar muy especial (una especie de residencia de estudiantes, a medio camino entre el hotel y la casa de fraternidad de las universidades de la Costa Este) que las marcaría de por vida y donde se forjaron grandes amistades. Se llamaba Hollywood Studio Club y ocupaba una gran casa de tres plantas en el número 1215 de Lodi Place, en la avenida Lexington.

Así era Hollywood Studio Club. © Los Angeles Public Library

Allí aterrizó, en 1948, una pizpireta chica ocupaba la habitación 334. Se trataba nada menos que de Marilyn Monroe. Ella fue una de las más de 10.000 residentes que tuvo la casa durante sus sesenta años de historia, pero no la única que llegaría al estrellato. Todas venían de otras partes de Estados Unidos. Entre sus paredes encontraban hermandad y, sobre todo, seguridad y tranquilidad, al ser exclusivamente femenina.

La chica de la habitación 334. © Getty Images

Hollywood Studio Club fue fundado en 1916 por Eleanor Jones, que quería hacer algo ante las chicas sin hogar que iban a las bibliotecas públicas hasta la hora de cierre para poder estar en un sitio cobijadas, consideradas los lugares más seguros de Los Ángeles para una chica sola y sin sitio donde ir. Poco a poco fue consiguiendo un primer inmueble e incluso el patrocinio de la propia industria cinematográfica. De hecho, la creación definitiva de la residencia fue un intento de lavar la imagen de los estudios, acusados de rozar casi el proxenetismo con las jóvenes actrices de la época.

William H. Hays, primer presidente de la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América y un importante censor de películas, declaró en su momento a The New York Times que el Studio Club formaba parte de un plan para “hacer de Hollywood un modelo de industria ejemplar con la mujer”. Por supuesto, Marilyn y sus compañeras eran auténticas señoritas de libro: educadas, sonrientes, aseadas… perfectas al más puro estilo esposas de Stepford.

Auténticas señoritas de manual de mediados de siglo. © Hollywood Studio Club

La residencia, “para mujeres que se preparaban para trabajar en la industria del espectáculo”, contaba con clases de piano, canto, danza… así como una biblioteca y una sala de escritura, y una centralita en la que recibir llamadas. En verano, podían desayunar en el patio, tenían siempre café preparado en la biblioteca y contaba con duchas en todas las plantas, así como una lavandería en el sótano. Y todo ello por una cuota anual de 2 dólares (los patrocinadores pagaban entre 100 y 500 dólares anuales) que no todas podían permitirse. La propia Marilyn admitió que las famosas fotos de su posado desnudo de joven tuvieron como objetivo ganar dinero para poder pagar el alquiler de su habitación en Studio Club.

El edificio como tal se creó en 1926 y podía albergar hasta a 100 residentes, así como a otro centenar de trabajadoras de servicio que atendían las necesidades de las futuras actrices. La lista de espera para ocupar una de esas cien habitaciones era larga (no solo acogía a intérpretes, también a guionistas o aspirantes a secretarias de los estudios). Y Marilyn no fue la única que pasó por la hermandad. Sharon Tate, Kim Novak, Maureen O’Sullivan, Rita Moreno… la lista es un repaso por el glamour de los años dorados de Hollywood.

Muchas más pasaron por allí… © Hollywood Studio Club Scrapbook

En los años 70, los nuevos tiempos hicieron que la residencia entrara en un período de decadencia. Los estudios cinematográficos ya no eran la industria artesana de antaño y Studio Club acabó cerrando en 1975, cuando una nueva normativa para los edificios de Los Ángeles obligaba a llevar a cabo una reforma de precio elevadísimo para la época: 60.000 dólares. Sin embargo, su espíritu fundacional sigue vivo. Hoy ese inmueble, ya arreglado, forma parte de Job Corps, una firma que ofrece talleres educativos y formación gratuita.

Considerado uno de los Lugares Históricos de Estados Unidos, entrar en él e imaginarse a las actrices de aquel entonces disfrutando de unos sueños que estaban por llegar, es una de las visitas más increíbles para cualquier amante del cine.