Publicado originalmente en el número del 13 de febrero de Shopping&Style (en tu quiosco con El País). 

Cuando somos pequeños, pasan noches en vela si tenemos pesadillas; nos llevan de la mano para enseñarnos a andar, y son nuestros superhéroes, capaces de salvarnos de cualquier peligro. ¡Por algo son nuestros padres! Relegados a un segundo plano en la crianza de los niños en décadas pasadas, cada vez más hombres reivindican compartir protagonismo en el cuidado y educación de sus hijos. “Debemos conectar con nuestras emociones, y necesitamos de las mujeres porque tienen más horas de vuelo en ese aspecto”, asegura el psicólogo Javier de Domingo. Sabe bien de lo que habla: con una carrera envidiable, decidió liberarse de trabajo e hipotecas para estar más con sus hijos.

“A veces, lo material sustituye a lo emocional, y eso no es lo que quieres”, explica. Desde entonces, a través de su proyecto #Siloshombreshablasen, ayuda a otros padres a implicarse en la crianza, con encuentros donde comparten experiencias y charlan sobre el tipo de paternidad que desean ejercer. “Somos un grupo minoritario que hace mucho ruido. Pero nuestro producto es lo más fácil del mundo de vender: el amor a nuestros hijos”. La revolución de la crianza paternal con apego es imparable.

Pedro y Joaquín disfrutan de su paternidad. "Eric y Alba son dos bebés buenísimos", afirman. © Luis Rubio y Adolfo Callejo
Pedro y Joaquín disfrutan de su paternidad. «Eric y Alba son dos bebés buenísimos», afirman. © Luis Rubio y Adolfo Callejo

DOS PAPÁS PARA DOS BEBÉS

Eric y Alba han tomado su biberón y duermen tranquilos en los brazos de papá y papá. Sí, han leído bien. Porque esos gemelos de dos meses, deseados desde hace tiempo, son hijos de dos hombres que han hecho lo indecible para ser padres. Pedro González (médico de 53 años) y Joaquín Márquez (empresario, de 51), pareja desde hace 11 años, se casaron hace casi cuatro. “Queríamos tener hijos incluso antes de conocernos, así que cuando nuestra relación se consolidó, nos decidimos”, explica Joaquín. Adoptar no era una buena opción, ya que los trámites podían demorarse hasta ocho años. “Además, no nos engañemos, a un matrimonio gay es difícil que les concedan un recién nacido”. La mejor opción para ellos era convertirse en padres mediante gestación subrogada; es decir, con la ayuda de una gestante a la que se le implantaron los óvulos de una donante diferente, fecundados con esperma de los dos miembros de la pareja. Como en España esta técnica de reproducción asistida es alegal –hay un vacío en nuestras leyes al respecto–, optaron por llevarla a cabo en California, Estados Unidos. “Quisimos hacerlo con las máximas garantías sanitarias y jurídicas, y eso solo lo encontramos allí”, dicen Pedro y Joaquín.
A ambos les duele la frivolidad con que se habla de este tema: “Términos tan ofensivos como “vientre de alquiler” deberían eliminarse. Nos enfada que determinados colectivos feministas hablen de explotación de las mujeres gestantes. El proceso –muy caro, por cierto– es larguísimo y nada se deja al azar”. Según Pedro, parte de ese rechazo social se debe al miedo a situaciones nuevas. “Muchas veces oyes: “¡Cómo van a criar a unos niños dos homosexuales!”. Las leyes cambian y contemplan el matrimonio entre personas del mismo género, pero la asignación de roles se sigue haciendo en función de la biología. ¡Pero claro que podemos criarlos y darles ternura! La sociedad tendría que dar un paso más y derribar ese tipo de barreras”.

En su entorno más próximo, la llegada de Eric y Alba no ha traído más que felicidad. “A la gente, en general, les parece de maravilla, aunque hay cierta desconfianza en que podamos sacar adelante a dos niños”, dice Pedro. “Bueno, pero eso también les pasa a las madres primerizas”, interrumpe Joaquín. En el ámbito laboral, la cosa puede no resultar tan fácil. De hecho, Pedro ha tenido que cogerse una excedencia para tener más tiempo para atender a los bebés. “Ten en cuenta que el permiso de paternidad es de 15 días. ¡Y nosotros somos padres y madres de los gemelos!”.

Joaquín y Pedro quieren que sus hijos se sientan amados y protegidos, quieren educarles en el resperto a la diversidad y, también, “darles las herramientas necesarias para hacer frente a los comentarios que puedan escuchar sobre sus padres, dos homosexuales casados”. Ajenos a una sociedad aún retógrada, los bebés siguen durmiendo plácidamente. Mientras, papá y papá discuten entre risas porque ambos quieren darles el siguiente biberón.

Ana, Víctor y Miguel, una familia de tres muy bien avenida. © Luis Rubio y Adolfo Callejo
Ana, Víctor y Miguel, una familia de tres muy bien avenida. © Luis Rubio y Adolfo Callejo

CUANDO MAMÁ NO ESTÁ

La sesión de fotos con Víctor Sánchez (42 años) y sus dos hijos –Miguel (nueve años) y Ana (de seis)– se convierte en una fiesta. La niña posa coqueta ante la cámara, mientras que su hermano pregunta si tienen que dar una imagen de “frescos, frescos”. Viéndolos a los tres, bromeando, te das cuenta de que forman un gran equipo. En realidad, una gran familia, porque Víctor actúa como papá y mamá desde que en marzo de 2011 obtuviera la custodia de sus hijos; eso le convierte en parte de ese casi 10% de familias monoparentales que, según el Instituto Nacional de Estadística, hay en España. Atrás quedaba un largo camino de discrepancias entre su ex mujer y él. Víctor siempre deseó ser padre: “Para mí era un sentimiento, aunque fuera un cambio monumental en mi vida. Así que Miguel y Ana fueron dos decisiones tomadas con la cabeza, pero también con el corazón”.

Ser un padre single no siempre es fácil. “¡Lo de las comidas lo llevo fatal!”, confiesa. “Pero el resto de la logística diaria no se me da mal. Tengo tres hermanas y en casa me tenían muy bien enseñado… Y tengo que reconocer que nunca me ha faltado la ayuda de mi familia. Lo más duro es la gran responsabilidad que sientes a la hora de educar a los niños. Quiero que vean en mí un ejemplo de valores, no solo alguien que les ha dado alimento y colegio. Quiero que el lazo afectivo entre nosotros sea fuerte. Y también conseguir que tengan una estabilidad emocional. Sé que les falta el vínculo afectivo con su madre, aunque ahora lo estoy potenciando, porque el tiempo lo cura todo”. Tener una nueva pareja tampoco resulta sencillo cuando tienes niños a tu cargo. “Las únicas que pueden entenderte son mujeres con hijos”.

Víctor, que es comercial, no se siente un hombre ambicioso en lo que respecta al trabajo o al dinero, por lo que su bienestar se traduce en algo menos tangible, pero infinitamente más valioso: “Reivindico la calidad del tiempo que pasamos con los niños”. ¿Y lo mejor de ser padre de sus hijos? “Tienen la virtud de hacerme feliz con poquito. Me gusta que sean alegres y sociables, que crezcan contentos. Eso me llena plenamente”.

Para Ricardo y Rodrigo, pasar por su tienda favorita es una aventura... © Luis Rubio y Adolfo Callejo
Para Ricardo y Rodrigo, pasar por su tienda favorita es una aventura… © Luis Rubio y Adolfo Callejo

EN CASA, PAPÁ ES EL AMO

Quién le iba a decir a Ricardo Sada (técnico de prevención de riesgos laborales de 55 años) que perder su empleo y asumir la función de amo de casa acabaría reportándole tantas satisfacciones como las que ahora experimenta cuidando de su hijo Rodrigo (cuatro años). Ningún trabajo podría sustituir esos buenos ratos que pasan juntos, en los que hechos tan normales como mirar el escaparate de una juguetería se convierte en una gran aventura. “Como trabajé desde joven, me independicé de mi familia muy pronto. O sea que cocinar, planchar y demás labores no tenían demasiados secretos para mí”, cuenta. Cuando me quedé en paro, hace cinco años, mi mujer (que es ingeniero) y yo decidimos de forma natural que me quedaría en casa. Un año después, elegimos ser padres”.
Dedicarse plenamente a su hijo es lo más maravilloso que a Ricardo le ha podido pasar: “Tener que ser responsable de alguien chiquitito que te exige tantísimo es un reto. Cuando me hice cargo de Rodrigo por completo tenía cinco meses. ¡Al principio, todo me daba miedo! Poco a poco, vas creando tus rutinas que te facilitan la crianza. Y los propios niños te van guiando”.

Según Ricardo, para muchos hombres, delegar funciones en las mujeres resulta cómodo: “¡Conozco a algunos que hacen horas extra en la oficina para perderse el baño de sus hijos! Quizá mi mujer, Arancha crea que no soy el amo de casa perfecto. Sin embargo, ha ido cediendo funciones. Ellas tienen el talento de hacerlo todo, y nos miran como si fuéramos unos incapaces. Pero tienen que darnos la oportunidad de aprender”.

Reconoce que ejerce de poli bueno, “porque mi hijo me cogió la medida muy rápido”; también que su apego por el niño es inmenso: “Tenemos una relación muy estrecha, nos entendemos solo con la mirada. Ahora es cuando Rodrigo comienza a ser más independiente, pero cuando antes me decía “me cuesta separarme de ti, papá”, me llegaba al alma”. En un mes, Ricardo volverá a cambiar pañales y preparar biberones, porque está en camino un nuevo miembro de la familia, Guillermo. Una nueva aventura para demostrar a la sociedad que criar un hijo no es solo cosa de mujeres.

Nora y Héctor, juegos en la clínica de papá. © Luis Rubio y Adolfo Callejo
Nora y Héctor, juegos en la clínica de papá. © Luis Rubio y Adolfo Callejo

LA CRIANZA, CUESTIÓN DE DOS

A Héctor Martín (35 años), siempre le gustaron los niños, pero parecía que ningún momento sería ideal para tenerlos. Hasta que hace 20 meses, nació Nora. Aunque en 2009, el gobierno fijó para el 1 de enero de 2011 la entrada en vigor del permiso de paternidad de cuatro semanas por nacimiento, acogimiento o adopción de un hijo, a día de hoy, esa medida no se ha llevado a la práctica; por tanto, los padres solo disponen de dos semanas de baja paternal. “Vivir una experiencia así requería más de 15 días, así que pedí una excedencia de tres meses. En la empresa donde trabajaba como veterinario me pusieron bastantes trabas”, recuerda.
Al final, decidió abrir su propia clínica, lo que le permite conciliar trabajo y labores con su mujer. “Yo me encargo de Nora por las mañanas; Laura, mi mujer, cuando sale de la escuela infantil. Ella no me pone límites en la relación con mi hija. La sociedad, sí. ¿Ejemplos? Cuando un crío se pone malo en el colegio, llaman a la madre”. Héctor cree que cuantos más hombres reclamen protagonismo en la crianza de sus hijos, mayor será la respuesta social. “No tenemos pecho para amamantarlos, pero podemos hacer todo lo demás”, dice mientras Nora demanda atención para que juegue con ella. Según el psicólogo Javier de Domingo, “muchas veces son los padres quienes se autoexcluyen por comodidad; también les dejan fuera sus propias parejas. Al padre hay que despertarlo, no censurarlo”.

Aunque a Héctor se le ven muchas tablas con su hija, reconoce que los niños no vienen con manual de instrucciones. “Cada uno es un mundo, aunque, al final, prima el sentido común”, dice. “¿Qué tipo de padre quiero ser? Nuestra labor prioritaria es educar en valores: que Nora tenga conciencia ecológica, solidaria, que luche por la igualdad de género”. Y una última reivindicación de Héctor: “El Estado debería aumentar las políticas sociales para que haya una baja igualitaria entre padres y madres. Así la sociedad entendería que la crianza es cuestión de dos”.