Cuando una mujer tiene un hijo se enfrenta a un montón de cambios en todos los aspectos. Cambios en el modo de vida, en las cosas que puedes o no hacer (algunas de ellas por cuestiones meramente logísticas), cambios en el físico… y por supuesto en el plano laboral. Ser madre y trabajar fuera de casa es agotador y una carrera de obstáculos en sí mismo.

Un 75% de las mujeres sufren problemas laborales a raíz de su maternidad. Todos conocemos a alguna mujer despedida por quedarse embarazada, con problemas de mobbing a raíz de tener hijos, a las que ponen mala cara o algo más por cogerse excedencias (en las que recordemos, no se cobra) o solicitar reducciones de jornada. Las mujeres lo tenemos difícil por serlo, pero si además tenemos hijos se complica todo mucho más.

Madre y trabajadora = mujer en apuros.

Tener hijos y trabajar. El musical

Acto 1: Los maratones mañaneros

En tu época pre-madre te levantabas de la cama con más o menos destreza yo poca, para qué nos vamos a engañar. No eras precisamente Cenicienta desperezándose con los pajaritos cantando pero te daba para desayunar medianamente, darte una ducha, elegir la ropa que te que querías poner y hasta las más osadas maquillarse. Todo esto tiene poco que ver con lo que viene siendo tu vida cuando tienes que irte a trabajar y tienes hijos.

Te levantas sobresaltada, después de haber dormido poco y mal. Y no es como cuando dormías poco y mal antes de los niños, es que ahora no te acuerdas de la última vez que dormiste decentemente. Las modelos dicen que están estupendas porque duermen mucho y beben agua a cascoporro… y por eso tú te pareces más a Poo de Kung Fu Panda que a ellas, claro.

¡Nosotras dormimos genial!

Y comienzas a correr. Porque no solo tienes que prepararte tú, sino a tus pequeños gremlins que, generalmente después de haber estado de rave toda la noche, han decidido dormirse cuando tenías que irte. Nunca esperes colaboración. Multiplica los minutos que te cuesta arreglarte cuando estás sola por tres (por lo menos) y así tal vez consigas estar a tiempo.

Y corre. Corre a la guardería, al colegio o donde quiera que tengas que dejar a tus hijos. Cargada como una mula, medio arrastrándolos sin resuello cargados hasta las orejas con las mochilas más pesadas del planeta (¿qué llevan, piedras?) secretamente valorando lanzarlos en marcha para ganar unos minutos. Eso cuando tu cansancio no te hace olvidar que estás llevando a los niños y de repente te das cuenta de que siguen detrás cuando llegas a la oficina. Y sí, está basado en hechos reales.

¿Para qué quieres gimnasio si tienes tu vida? ¡Puro estrés!

Acto 2: ¿Mo… qué?

En tus buenos momentos, hasta elegías la ropa con antelación. Cuando eres madre conseguir tener algún look digno es complicado. La mitad de la ropa de tu embarazo han sido prendas cómodas sin ningún glamour (y sencillamente no tienes excusa para ir a la oficina con esos leggings que te sentaban tan terriblemente mal pero eran obscenamente confortables). Lo que te vale no te gusta y lo que te gusta no te vale o está sucio en su defecto. Puñetero Murphy…

Supongamos que has conseguido dar con un estilismo de oficina medianamente decente. Ahora tienes que intentar mantenerlo por lo menos hasta llegar a tu lugar de trabajo. Una cosa tan tonta como esa puede ser la muerte en vida porque tus hijos se guardan los vómitos y las cacas explosivas para cuando estás hecha un pincel. «¡No vamos a dejarte ir monísima, mamá!» parece que digan con cara de muñeco satánico.

Llegar limpia al trabajo es casi un milagro.

A veces tienes que cambiarte no una, sino varias veces antes de salir y acabas poniéndote básicamente lo que está limpio, que es… cualquier cosa poco adecuada para tu oficina. Así es la vida.

Y sí, a veces tus aspiraciones vitales en cuanto a peinado se limitan a que no haya piojos. ¿Sabíais que cuando tus hijos tienen piojos muchas veces te los pegan? La familia que se despioja unida, permanece unida (y sin glamour).

PI-O-JOS. Es recibir la nota y que todo te pique.

Acto 3: Daños colaterales

Has tenido hijos y algo ha salido de tus entrañas, pero que sepamos las neuronas siguen ahí. Es cierto que las madres de bebés no duermen mucho, pero los padres tampoco es que descansen mucho mejor y a ellos no les perjudica en absoluto. Si una mujer en edad fértil es vista por los jefes como una amenaza potencial (¡dios mío! ¡Se puede quedar embarazada!) si ha dado a luz es un peligro real para ellos. Tener hijos no es contagioso, ni te vuelve idiota, ni hace que seas menos eficiente. Al revés: una madre de lo que no tiene ganas es de perder el tiempo con reuniones inútiles e innecesarias a horas intempestivas, ni de calentar la silla por el mero hecho de hacerlo pero nada más.

Pues nada, ahí seguimos con mujeres despedidas por quedarse embarazadas como si el embarazo fuera algo radiactivo y no algo necesario para que todos podamos cobrar nuestras pensiones y otras minucias por el estilo.

Muy mal. A ver cuándo la maternidad deja de ser algo «de chicas».

Acto 4: Los imprevistos

Cuando eres madre una de las cosas que más temes es esa llamada en horas de trabajo al móvil. «Hola soy del colegio / guardería del niño. Resulta que lo tengo aquí con treinta y ocho de fiebre, para que lo vengas a buscar». A BUSCAR. Como si estuviera en mi casa haciendo pasteles esperando que me llamasen.

Que será cuando peor te viene.

Estos son los pensamientos que te vienen a la mente:

  1. ¿Qué pasa, que el niño es huérfano de padre porque siempre me llaman a mí?
  2. ¿Y ahora que carajo hago con él?

Pues básicamente estás jodida fastidiada. Porque ya no es hoy, es la logística para apañártelas los días siguientes porque por alguna razón no te dejan llevar a niños enfermos a las guardes, ¡qué cosas! Ni que se lo fueran a pegar a todo el mundo (SÍ).

Los virus de guardería son el mal más absoluto. Ríete tú de cualquier enfermedad que hayas tenido. No sé si es que en los coles tienen un laboratorio a lo Breaking Bad que se dedica a coger los virus y engordarlos o qué pero cualquiera de ellos te va a dejar hecha unos zorros. Porque te lo van a pegar, eso está claro.

Imperdonable, lo sabemos.

Acto 5: El gozo de trabajar en casa

Y luego están las trabajan(mos) en casa. Tiene muchas ventajas; como que dé igual si la ropa te queda bien, mal o regular, que si los niños se ponen malos se pueden quedar contigo, etc. Pero tampoco tiene nada de idílico. Entre otras cosas porque tú estás en casa para trabajar y no de campo y playa.

¿Qué crees que me quedo en casa haciéndome la manicura?

Y cuando te quedas en casa intentando hacerlo con tus hijos danzando por ahí es condenadamente difícil porque ellos no entienden que tú tienes flexibilidad horaria pero que en algún momento tendrás que sentarte a escribir.

Estamos esperando que mamá se siente a trabajar para empezar con nuestro show.

Con un poco menos pinta de lozanas pero en el fondo lo más parecido a Supergirl es una mujer que acaba de ser madre.

#estoesasí.