Dice el saber popular que el verano es la estación más propicia para encontrar el amor. Pero el tal saber se equivoca, pues no repara en que las historias del estío duran lo que las vacaciones: una semana. 15 días con la mejor de las suertes y el contrato más indefinido. Tres meses si eres ni-ni, adolescente o rico, pero los ricos no buscan el amor: si puedes desayunar jamón de bellota todos los días no reparas en retahílas románticas. El chocolate es el sustituto del sexo; el jamón, del amor. Prueba de esto es que las listas de solteros de oro las engrosan, en su mayoría, extremeños pudientes. Pudientes de verdad, de los que si quieren te pueden llevar al altar de la catedral de San Juan Bautista de Badajoz en una carroza tirada por 21.000 millones de cabezas de ganado porcino, pero claro: no quieren. No buscan el amor, siempre andan en lo que ellos llaman «periodo de entre relaciones«, eufemismo de «entre platos de jamón», en sentido literal.

Tras este inciso a modo de nota sociológica sobre una de nuestras regiones más queridas, repetid conmigo: los líos de falda-pantalón-crop-top de verano duran lo que dura un Pirulo Tropical en la freidora del chiringuito de la playa de Torrevieja en la que veraneas porque a tus padres les tocó un apartamento en el Un, dos, tres (un pasito pa’ lante María). Es suficiente con que repitáis hasta Pirulo Tropical; el resto de la frase, aunque cierta, confunde y no ayuda a que se afiancéis el concepto.

Aquí una breve explicación de conceptos, para que entendáis a lo que me refiero cuando digo que el amor veraniego no es, ni de lejos, el más especial. El amor de verdad es el que surge en otoño, así que, que no te engañen:

© Fotograma de 'Cuando Harry encontró a Sally' (1987).
© Fotograma de ‘Cuando Harry encontró a Sally’ (1989).

VERAMOR (Verano + Amor)
Las relaciones de verano no son amores ni son nada; son sexo y del guarrete. Promovido y promocionado por el calor, los escotes generosos, los bañadores fardapaquete y el garrafón que nos venden a precio de bolso Vuitton a lo ancho, alto y largo del pachucho planeta Tierra. Los idilios estivales son un “aquí te pillo aquí te mato” prolongado en un breve espacio de tiempo. No es amor verdadero. Punto.

Descartamos el verano como estación del amor porque todas las películas de amor en Nueva York se graban en esta época. © Fotograma de 'Otoño en Nueva York' (2000)
Descartamos el verano como estación del amor de verdad porque todas las películas románticas en Nueva York se graban en… ¡otoño! Claro. © Fotograma de ‘Otoño en Nueva York’ (2000)

VEROÑOMOR (por deducción: Verano + Otoño + Amor)
El veroño, antes conocido como Veranillo de San Miguel, es una extensión del verano y su calentura. Así lo demuestra la infidelidad de Chabelita (famosa por ser la hija adoptiva de la tonadillera en prisión Isabel Pantoja y ahora hija natural de Roxaca Salca) a Alejandro Albalá (famoso por ser el novio gay de la madre del hijo de Alberto Isla, ex tronista de Mujeres y hombres y viceversa y semental con garantías) con Diego Amador, que nada tiene que ver con Amador Mohedano, mal que me pese, porque ya sería rizar el rizo a esta permanente, que, por cierto, vuelve. Retomando el asunto que nos ocupa y a modo de cierre y broche de oro: el amor en veroño, por tanto, no es amor verdadero. Son pelillos a la mar. O al charco, porque playa ya no, pero lluvias un rato sí.

No, George Clooney y Michelle Pfeiffer no se enamoran en veroño. © Fotograma de 'un día inolvidable' (1996).
No, George y Michelle no se enamoran en veroño. © Fotograma de ‘Un día inolvidable’ (1996).

OTOÑAMOR (mirad, paso de explicároslo todo)
El otoño es cero propicio para el amor. Las hojas caducas caen de los árboles y se enredan en las pelucas, el polvo se levanta con el aire y se mete en los ojos como picapica; los jerséis de nudos oversize lo dejan todo a la imaginación, las narices rojas y congestionadas, el color cetrino de los rostros, los broches de fieltro, guantes, pasamontañas, gorros calados hasta la cintura, chándales, sábanas de franela y un largo etcétera dificultan la proximidad de los cuerpos y el cruce de miradas que son la base de la gestación del amor.

Pero aún así surge la llama, se prende la mecha, pues las hojas amarillentas y secas se tornan purpurina dorada cobriza; la lana y la franela, una extensión cálida de la piel ardiente; las manchas salpicaduras por la cara de chocolate humeante y las uñas negruzcas por el contacto con la piel de las castañas asadas: simpáticas imperfecciones que nos hacen humanos, terrenales, carnales. Deseables, casi irresistibles.

Acurrucaditos en el sofá viendo Sálvame: el otoño nos regala amor del bueno. © fotograma de 'Un día inolvidable' (2000).
Acurrucaditos en el sofá viendo Sálvame: el otoño nos regala amor del bueno. © fotograma de ‘Un día inolvidable’ (1996).

El otoño es mágico. El otoño es la expresión del amor verdadero, todo parece feo, todo da pereza, es rutinario pero, ¡ojo!, porque es certero. ¿Acaso no es cierto que uno ama más a su pareja cuando está tumbado en el sofá en pijama viendo el docudrama de Antena 3 o a Los triunfitos bailando alrededor de Las Campos (Las Kardashian europeas) con los pies del otro en la cara un domingo por la tarde, que paseando por la playa de la mano imitando una postal de Los abrazos rotos? ¿No es cierto que el amor es esto? ¿No es cierto que el amor verdadero es real y previsible? ¿No es más cierto que la Infanta y ex duquesa de Palma e Iñaki Urdangarín se casaron en otoño y siguen juntos en la salud, en la enfermedad, en la riqueza y en el banquillo?

Y la prueba definitiva: En '500 días juntos' ¿el amor triunfaba con Summer? No, triunfaba con Autumn. Punto y final.
Y la prueba definitiva: en ‘500 días juntos’, ¿el amor triunfaba con Summer? No, triunfaba con Autumn. Punto y final.