Moda
Sábado, 8 p.m. Laura se acaba de levantar de una siesta de tres horas de las de pijama. Después de una semana de infarto -que ha incluido cinco marronazos, 14 horas extra sin remunerar y dos broncazos de su jefe- ha quemado el Whatsapp de sus amigos a base de flamencas y lo ha dejado clarito: esta noche toca FIESTÓN.
Metida en la bañera y con Spotify a todo trapo, olvida que es una moderna y, bote de champú en mano, se convierte en una estrella del pop cantando la última de One Direction, los baladones melosos de Backstreet Boys y las letras en esperanto de Shakira.
Tras haberse repetido varias veces frente al espejo: “Esta noche lo parto”, recibe a sus amigos en casa –siempre con retraso- para empezar la noche. Toca volver a ser moderna, así que la música de Haim, Blood Orange o Chromeo, suena de fondo mientras todos ríen, beben y bailan de manera contenida.
A la tercera copa, nuestra protagonista confiesa su sueño oculto: ser DJ. No ha visto en su puñetera vida una mesa de mezclas, pero si hoy en día cualquier blogger gana un sueldazo por poner su iPod en modo aleatorio en la fiesta hipster del momento, ¿por qué no va a poder revelarse ella como pinchadiscos?
A los mandos de la nave, se hace la entendida pinchando a Todd Terje y a Yelle, aunque pronto sucumbe a los temazos de Fangoria y La Casa Azul. La cosa se le va de las manos, y sus amigos tienen que hacer esfuerzos sobrehumanos para conseguir bajarla de la mesita de café en la que canta desatada “SOBREVIVIRÉEEE-E-E-EEEEHH” de Mónica Naranjo. Conscientes de que quedan unos 15 minutos para que la Policía llame a la puerta, deciden poner rumbo a la discoteca, cantando a pleno pulmón Mi gran noche, de Raphael.
Después de pasar 30 minutos rondando las calles porque “buah, somos jóvenes y este dinero nos lo guardamos para copas”, andar 16 calles en dirección contraria, desistir, coger un taxi, y chuparse tres cuartos de hora en la cola de la discoteca cantando a Camela y Los Chunguitos, por fin entran al garito de turno.
Mientras resuena el Get Lucky de Daft Punk, llegan a la pista de baile. Entran con garra, con decisión, con fuerza, quizá con demasiada fuerza, porque nuestra amiga no ha visto un escalón y se ha pegado un bofetón; por un momento dudan si ir al centro de la pista o al centro de salud. Pero se levanta rápido y grita “UUUUH, FIESTAAA”, que es sinónimo de “aquí nadie ha visto nada, de noche todos los gatos son pardos, y esta sangre es de atrezzo”. Todos se entregan al desenfreno de la música de Disclosure, M83, Ellie Goulding, Robyn…
Pero Laura lleva toda la noche esperando que suene ELLA, con mayúsculas, y si esta noche no suena, jura por Dios que no vuelve a este garito, «vaya antro de m*****, tanto cool y tanta moderna… ¿Tú qué miras? ¿No tienes nada mejor que hacer? ¡Vaya, Marta, cuánto tiempo, si no te reconocía!”, pero suena, claro que suena, y hace que toda la discoteca se vuelca loca porque reina solo hay una, y esa es Beyoncé.
Si con las primeras notas de Crazy in love se le saltan lagrimitas de emoción, cuando suena Partition, se desata. Tanto que, en uno de sus sensuales giros, se le va un tacón y termina tropezando con un chico, concretamente el morenazo con el que lleva cruzándose miraditas toda la noche, y bueno, que si se presentan, que si uno dice: “Me encanta como bailas”, la otra: “Pues a mí tus ojos verdes” (Carlos –que así se llama el susodicho- flipa en colores porque él tiene los ojos marrones, pero siguen hablando) y una cosa lleva a la otra y…
Después de intercambiar achuchones y números de teléfono, nuestra protagonista vuelve con sus amigos, los cuales hacen twerking con las canciones de Nicki Minaj y Miley Cyrus. Tras sonar I Love It de Icona Pop, las chicas son arrastradas al baño para declararse amor (y es que según el estudio de alguna universidad austriaca, los baños de las discotecas a las cinco de la madrugada son el lugar más propenso para cualquier exaltación de la amistad): “Tía, te quiero, eres mi mejor amiga”. Y siempre pasa lo mismo, mientras entra al cubículo empiezan a sonar las Spice Girls: “Date prisa, es nuestra cancióooon”, mientras maldice en lenguas muertas y se termina de colocar las medias camino de la pista.
La noche toca a su fin porque al DJ se le empieza a acabar hasta la artillería pesada tras pinchar a Crystal Castles y a Bloody Beetroots. Pero a los reyes de la noche les da todo igual, ahora mismo podrían estar en la Pont Aeri que ni se habrían enterado.
Música para cerrar las discotecas, de Doble Pletina, da paso al encendido de luces, el DJ les mira con desprecio y dos puertas sacan a rastras al que intenta ligar con la señora de la limpieza. El grupo o lo que queda de él se disuelve tras darse un abrazo comunal de “Equipazo fiester” (?). Tras tirar sus tacones en un contenedor de basura, meterse de cabeza a rescatarlos y cantar abrazada a una farola, Laura llega a casa.
En su cabeza no deja de sonar su canción favorita de Chvrches: “I’m feeling capable of seeing the end. I’m feeling capable of saying it’s over”. Su noche también ha llegado a su fin. Y tras meterse en la cama y sacar un pie para apoyarlo en el suelo para que todo deje de dar vueltas, nuestra fiestera sonríe: ha sido una de las mejores noches de su vida. Y nunca olvidará su banda sonora. Por lo menos no hasta mañana, hasta que alguien pregunte: “¿Y qué ponían?”
