La palabreja es rara, aunque quizá no tanto como lo que define: afición por coleccionar objetos pertenecientes a asesinos en serie, de sus víctimas o presentes en escenarios donde se ha cometido un crimen. La murderabilia (de ‘murder’, asesinar en inglés) forma parte, así, de la memorabilia, o el gusto de ciertas personas a coleccionar cosas que pertenecieron a famosos o lugares en los que se produjo un hecho importante. Pero tiene una particularidad: su tétrico y, para casi todos, repugnante envoltorio de sangre y asesinato.

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Manson, en el ‘top’

Asesinatos, sí, y no casuales o involuntarios, sino premeditados, analizados y realizados con un amor al detalle tan profundo que podría explicar el cortocircuito cerebral de quienes los realizan.

Un ejemplo claro: Charles Manson. Aunque desde que entró en prisión (en 1971) se le llena la boca de decir que sus manos no están manchadas de sangre, lo cierto es que él era el líder de La Familia, un grupo satánico (y diabólico) que asesinó a varias personas con una crueldad digna de la ficción, entre ellas, a Sharon Tate, entonces mujer del director del cine Roman Polanski y embarazada de ocho meses.

 

© Unos jóvenes Sharon Tate y Roman Polanski.
© Unos jóvenes Sharon Tate y Roman Polanski.

Manson, aparte de ciertos gustos musicales (algunas canciones escritas por él se han versionado por distintos artistas), se ha convertido con los años en un icono para muchos, y cualquier objeto suyo es subastable. Un mechón de su pelo fue comprado por 2.500 dólares (con garantía incluida), y una radiografía de su médula ósea, por 8.000.

De hecho, cualquiera que tenga la mínima curiosidad puede entrar en www.murderauction.com. Se trata, precisamente, de una de las casas de subastas de objetos relacionados con la murderabilia más famosas y rentables, teniendo en cuenta que eBay, por ejemplo, no permite el comercio de este tipo de objetos. Si se realiza una búsqueda con el nombre de Charles Manson, son cientos los artículos relacionados directa o indirectamente con él que se subastan.

 

¿Quién lo compra?

En un mundo en el que todo se compra y todo se vende, quizá no extrañe que ciertas (solo ciertas) personas puedan acceder a este tipo de mercadeo, especialmente desde que internet asegura la privacidad. Pero el volumen es cada vez más creciente, habida cuenta de las webs que ofrecen este tipo de servicios: no solo la mencionada, sino www.supernaught.com o www.serieskillersink.net. Esta última, operativa desde 2001, exporta a todo el mundo estos objetos. Su visión del marketing va más allá de ellos: incluso crea merchandising propio, como un Trivial basado en preguntas y respuestas de los mayores asesinos en serie de la historia, también a la venta.

 

¿Qué tipo de personas adquiere estos objetos? “Habría que distinguir la finalidad de esa compra”, matiza Vicente Garrido, psicólogo, criminólogo y profesor de la Universidad de Valencia y autor de Crímenes exquisitos, novela basada precisamente en esta temática de la murderabilia. “Hay gente que busca hacer negocio porque sabe que tal objeto, luego, lo puede revender y ganar dinero. Si hablamos del coleccionista, del comprador final, normalmente es alguien fascinado por la violencia como forma de mostrarse diferente y especial ante el mundo y, por ello, concluimos que es alguien ‘raro’, alienado en muchos sentidos”. El profesor matiza que no se trata necesariamente de un “enfermo mental”, pero sí “de una persona con lagunas importantes en su vida a nivel afectivo e interpersonal”.

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Una visión de la personalidad de estos compradores que, sin embargo, no se entiende bien sin contextualizar en la sociedad. “En ella todo lo que da dinero es parte del mercado. La sociedad evoluciona en su forma de entender la violencia: la condena cada día más pero, a la vez, la lógica del mercado incita a ver cada vez más violencia. Por ello, la memorabilia de asesinos no es sino un proceso lógico de ese mercado”.

 

Hablemos de dinero

Los casos de murderabilia son cuantiosos, tanto en cantidad de objetos como de dinero. Los ejemplos anteriores de Manson se quedan en calderilla si se piensa, por ejemplo, que un sombrero de Jack Ruby fue vendido por 60.000 dólares. El de Ruby es el caso del asesino del asesino: él fue quien mató de un machetazo en el estómago a Lee Harvey Oswald, a la vez el asesino de John Fitzgerald Kennedy.

En otras ocasiones, la afición por la murderabilia sirve para hacer el camino a la inversa. Es el caso de Theodore Kacynski, conocido como Unabomber que, de 1978 a 1995, envió una serie de cartas y paquetes bomba con los que mató a tres personas e hirió a otras 28. Se subastaron todo tipo de objetos personales de Theodore (desde sus diarios a su máquina de escribir) y, lo recaudado, que ascendía a 232.246 dólares (algo más de 158.000 euros) se repartió entre sus víctimas. En esa subasta se llegaron a pagar 14.000 dólares por una de sus sudaderas.

Hay muchos más ejemplos, pero uno especialmente macabro: ¿quién no ha pintado el contorno de su mano alguna vez en un papel? También lo hicieron Isaac Zamora (que mató a seis personas en un tiroteo) y Bernard Gilles (condenado a cuatro cadens perpetuas por asesinar a cinco jóvenes mujeres. Estos dibujos, firmados, se vendieron en subasta por entre 25 y 150 dólares.

Contorno de la mano de Isaac Zamora
Contorno de la mano de Isaac Zamora

Killer Art

Una vertiente de la murderabilia es la compra del «arte» que desarrollan en prisión estos asesinos en serie. Muchos de ellos, durante su estancia en la cárcel, se dedican a pintar o componer poesía como parte de su terapia… y estas “creaciones” se convierten también en objeto de coleccionistas.

El caso más sonado es el de John Wayne Gacy, también conocido como El Payaso Asesino. Este hombre era aparentemente ejemplar: se vestía de payaso para colaborar con distintas causas benéficas y conseguir fondos para niños necesitados. Pero el ángel tenía su demonio detrás: entre 1972 y 1978 mató a 33 hombres, a muchos de los cuales enterró en su propia casa. Una vez en prisión comenzó a pintar cuadros con el payaso como motivo. Esta serie ha llegado a alcanzar los 300.000 dólares por ejemplar y algunos coleccionistas (estos, de arte) han comenzado a interesarse por su técnica…

 

© Pintura de John Wayne Gacy
© Pintura de John Wayne Gacy

Otro nombre conocido es el de Perry Smith, el famoso asesino que inspiró a Truman Capote ‘A sangre fría’: prolífico en prisión, en la época sus creaciones supusieron también un auténtico éxito.

© Capote
© Capote

La frontera entre lo vulgar y la historia

¿Qué diferencia hay entre las pinturas de Gacy y, por ejemplo, un revólver de Al Capone? El famoso mafioso también fue un auténtico asesino. Sin embargo, su Colt del calibre 38 fue subastado por Christie’s por 100.000 dólares. En MurderAuction.com se puede comprar un documento oficial firmado por Sadam Hussein por 2.500 dólares. Y la ambulancia que trasladó a Kennedy, una Pontiac Bonneville de 1963, también fue subastada, aunque en este caso hay mucha polémica, pues algunos afirman que no es la original.

 

Ambulancia que trasladó a Kennedy
Ambulancia que trasladó a Kennedy

¿Cuándo un objeto es historia y otro no lo es? Rizando el rizo: ¿podrían ser los objetos de la murderabilia parte de la historia, pero del crimen, y esa es la razón de algunos para coleccionarlos? El psicólogo y criminólogo Vicente Garrido lo tiene claro: “Hay una gran historia del crimen y una pequeña, cuyos límites no siempre son nítidos. La pequeña tiene que ver con los detalles, anécdotas o hechos complementarios. En general, una “aberración” es pequeña historia si solo sirve para completar el retrato de alguien, pero puede pertenecer a la gran historia a la hora de explicar el comportamiento de un asesino en serie”. Es decir: si el traje de payaso utilizado por Gacy sirvió para entender su mente criminal, eso es interpretado por algunos como un objeto histórico del crimen…

¿Y el paroxismo de la venta de objetos de murderabilia? Pues seguramente lo alcance el cerebro del asesino de Milwaukee, un mosntruo de los más despiadados de la historia de los serial killers. Tras ser condenado a pena de muerte, su madre quiso que fuera estudiado por la ciencia, eso sí, a cambio de una auténtica millonada. Lejos de las intenciones de su esposa, el padre del asesino consiguió que fuera enterrado como símbolo del fin de la historia.