Tú, sí; tú, no; tú, sí; tú, no… Cada noche, los porteros de Studio 54 repetían como un mantra esas palabras que podían aupar al cielo o hundir en la miseria a quienes deseaban traspasar las puertas de la legendaria discoteca. Tras ellas, les aguardaba un universo glitter habitado por gente guapa, regido por la libertad sexual y las drogas, a ritmo de la mejor música dance.

Situada en un antiguo teatro y plató de televisión de la calle 54, en Manhattan, sus primeros dueños –Steven Rubell y Ian Schrager– la convirtieron en una moderna Sodoma y Gomorra donde más de uno se tenía que tomar un tranquilizante para resistir los estímulos (no siempre legales) que allí se descubrían. Cómo no sentir taquicardia al contemplar a la bellísima Bianca Jagger entrando en su fiesta de cumpleaños a lomos de un caballo blanco; recorrer el local transformado en un circo –con sirenas trapecistas incluidas– para homenajear a Valentino; bailar al lado del mismísimo Michael Jackson antes de que tuviera fobia social, o ver huyendo a Dolly Parton, escalera de incendios abajo, por culpa de una redada policial.

Mick Jagger y Jerry Hall saliendo de Studio 54 en 1978. © Cordon Press
Mick Jagger y Jerry Hall saliendo de Studio 54 en 1978. © Cordon Press

26 de abril de 1977 
Una fecha para recordar. Se inauguraba el templo clubber por excelencia, y lo hacía a lo grande. La cena previa al evento de apertura contó con dos padrinos de excepción, Andy Warhol y Calvin Klein, mientras que a la fiesta posterior fueron invitadas cinco mil personas high level, entre las que se encontraban Diana Ross, Mick Jagger y su esposa Bianca, Liza Minelli, Donald e Ivana Trump, Debbie Harry, Salvador Dalí, Halston y Brook Shields.

Sí, muchos fueron los llamados, pero no todos los que querían vivir aquel momento histórico lograron franquear las puertas del local, ya que aquella noche a algunas Very Important People les impidieron la entrada. ¿Nombres? Warren Beatty, Cher, Woody Allen o Frank Sinatra. No se sabe si se quedaron fuera porque alguien olvidó incluirlos en la lista de invitados o porque no gustaban a sus anfitriones…

De aquí en adelante, el club neoyorquino fue el lugar favorito para que lo pasara pipa la beautiful people: Ryan O’Neal, Jack Nicholson y Anjelica Houston, Richard Gere, Yves Saint Laurent, Farrah Fawcett, Paloma Picasso, Lauren Hutton, Marisa Berenson, Helmut Berger, Jacqueline Bisset… y la autodenominada “patrulla del amanecer” –formada por Robin Williams, Christopher Reeve y Dodi Al Fayed– que, cuando el local cerraba, se montaba en una limusina preparada para seguir divirtiéndose al alba.

Elizabeth Taylor celebrando su 46 cumpleaños en Studio 54. © Cordon Press
Elizabeth Taylor celebrando su 46 cumpleaños en Studio 54. © Cordon Press

Parte del éxito de Studio 54 fue, precisamente, su tan exclusivo derecho de admisión. Los porteros que Rubell y Schrager colocaban a la entrada de su club eran celosísimos cancerberos que no pasaban ni una. La consigna era mezclar glamourosas celebrities del mundo del diseño y la moda, el espectáculo o el arte, con auténticos desconocidos jóvenes (y bellos) con quienes los VIPs desearan establecer conversación u otro tipo de contacto más personal…

Dicho de un modo más directo: carne fresca para celebs con ganas de diversión, sin incómodos paparazzi que les amargaran el rato. Sí, el sexo reinaba en la pista del Studio 54; pero, sobre todo, en sus servicios y sus palcos. Dicen que un jovencísimo Alec Baldwin –por entonces, camarero para pagarse sus clases de interpretación, suponemos– tuvo que despedirse al no poder “mantenerse al margen” en los momentos hot de los clientes que él presenciaba mientra les servía copas.

Heterosexuales, homosexuales, bisexuales, transexuales, travestisLa libertad sexual era santo y seña de la casa, así como el consumo de drogas. Como si de una declaración de intenciones se tratara, presidía la pista de baile el famoso Man in the Moon: una luna con rostro de hombre esnifando cocaína. El Studio 54 era el paraíso de las sustancias prohibidas, y todo Nueva York (incluida la policía) lo sabía. De hecho, cuando los dueños fueron detenidos a finales de 1979 por evasión de impuestos, durante el registro del local, cuando las autoridades pidieron los libros de cuentas, en los archivadores encontraron paquetes de cocaína en lugar de cuadernos…

Excesos, la seña de identidad de Studio 54. © Getty Images
Excesos, la seña de identidad de Studio 54. © Getty Images

Los excesos forjaron la leyenda del Studio 54. En especial, los que se consumaban en su sala VIP –situada en el sótano y de acceso ultra restringido– o en la famosa Rubber Room –en la tercera planta y, según testigos de la época, un espacio que habría hecho las delicias de cualquier bacanal romana–. Y la cosa tampoco decayó cuando, en 1981, se hizo cargo de la discoteca Mark Fleischman. A lo largo de su historia, el viejo lema “Sexo, drogas y rock & roll” se transformó ligeramente para encumbrar a la música disco. Y así, en el Studio 54 reinaron las canciones de Donna Summer, Amanda Lear, Village People, Michael Zager Band o Grace Jones (que, por cierto, estrenó allí su versión de La vie en rose).

Pero todo llega a su fin; también la discoteca más cool del planeta que, tal como la conocimos, cerró sus puertas en marzo de 1986. Treinta años después, su leyenda y brillo –en el mas estricto sentido del término– siguen recordándose. Aunque haya celebrities que vivieron sus salvajes fiestas y que, ahora, reniegan de ellas. Como una de sus grandes protagonistas que, al ser preguntada por aquellos años, respondió al periodista horrorizada: “Moriría antes de hablar del Studio 54. Me gustaría que nunca hubiera existido”.

¡Hay que ver, con lo que muchos habríamos dado por bailar Y.M.C.A. bajo su bola discotequera…!

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Andy Warhol, Steve Rubell, Brooke Shields y Calvin Klein en Studio 54. © Cordon Press