De vez en cuando la política, tan inmersa en el sota, caballo y rey, lanza la escenario público a nuevos personajes, que se convierten rápidamente en estrellas mediáticas. Pasan de ser conocidos en su país a abrir todos los telediarios del mundo. De estrellas locales a estrellas mundiales.

Es el caso del ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, ateniense de 53 años, que se ha presentado en sociedad con un viaje por Europa con escalas en Londres, París, Roma y Berlín. El hombre que explicaba a sus compatriotas la crisis por televisión se ha convertido en la imagen del gobierno de Alexis Tsipras, al que por cierto, parece eclipsar poco a poco.

En su tour (de estrella) por Europa. © Getty Images
En su tour (de estrella) por Europa. © Getty Images

Cuestiones políticas aparte –y tiene mucho trabajo por delante– Varufakis es un personaje que no pasa desapercibido. Este profesor de Economía, de buena planta, voz suave, con rasgos expresivos y una angulosa barbilla tiene un cierto aire de seductor que empieza a enamorar a las cámaras. Su calva, rapada y cuidada, comienza a hacerse popular. Lo que está claro es que si comparamos calvas políticas, la de Yanis, con esa pelusilla de unos cuantos días sin pasar la maquinilla, gana por goleada a la de algunos de nuestros políticos, por ejemplo, la de su colega De Guindos, que tiene una calva muy española: recia, brillante (de pulida) y castigadilla por el sol.

Si comparamos calvas políticas, la de Yanis, con esa pelusilla de unos cuantos días sin pasar la maquinilla, gana por goleada a la de algunos de nuestros políticos. © Getty Images
Si comparamos calvas políticas, la de Yanis, con esa pelusilla de unos cuantos días sin pasar la maquinilla, gana por goleada a la de algunos de nuestros políticos. © Getty Images

Desde que fue nombrado ministro, le han descrito de variadas formas posibles por las redes sociales y en los medios de comunicación. Que si tiene pinta de portero de discoteca, que si es como un fornido deportista (se da un aire a Zidane), que podía ser un actor de los duros de Hollywood (¿en una de 007 sustituyendo a Daniel Craig, por ejemplo?)… y así hasta verle por internet en un montaje de un Superman cachas –el mito capitalista– dispuesto a luchar contra el mal. Incluso el propio Yanis retuiteó desde su cuenta un tuit en el que le comparaban con Lord Voldemort, el tenebroso personaje de Harry Potter. Parece que tiene sentido del humor.

¿Protagonista de memes varios? No hay mayor indicativo de éxito. © Getty Images
¿Protagonista de memes varios? No hay mayor indicativo de éxito. © Getty Images

Lo que es cierto es que tiene tirón popular. Por las calles de Atenas, se le han echado al cuello señoras que podían ser su madre o como contaba Helena Smith, la corresponsal en la ciudad de la Acrópolis del periódico británico The Guardian, “le han esperado quinceañeras en la puerta del Ministerio de Finanzas para hacerse un selfie con él. Repito: ¡Con un ministro de Finanzas!”, decía entre alarmada y sorprendida la colega.

Y como decíamos nosotros, esta semana no ha parado de viajar. Ha dormido en cuatro países distintos hasta llegar el jueves por la noche a Atenas, donde fue recibido a lo grande, como los héroes griegos cuando volvían de la batalla. Parece hombre de ligero equipaje, en el que por supuesto no hay sitio para la corbata –¿otro mito capitalista?–. Así lo demuestran esas fotos en las que los políticos se dan la mano y esbozan la mejor de sus sonrisas al final de las reuniones. Unos encorbatados y él con el cuello libre.

“Le han esperado quinceañeras en la puerta del Ministerio de Finanzas para hacerse un selfie con él. Repito: ¡Con un ministro de Finanzas!” © Getty Images
“Le han esperado en la puerta del Ministerio de Finanzas para hacerse un selfie con él. Repito: ¡Con un ministro de Finanzas!” © Getty Images

Su particular dress code es en tono oscuro: ha llevado trajes negros con pantalón de pitillo, camisas (siempre por fuera) en azul, negro o gris, lisas o con muy pocos estampados; y un buen chaquetón para combatir el frío. Vemos, por tanto, mucha informalidad, pero con cierto gusto. Elegante sin estridencias. Y oye, siempre viene bien un soplo de aire fresco ante el rigor de los trajes al uso de los políticos de siempre.