“La unión hace la fuerza”, señala Maggie Civantos, “se necesitan mujeres fuertes y mensajes fuertes y me parece muy bonito cómo todas se fortalecen a través de la amistad. Nunca había sentido eso: cómo, mediante la unión con mis compañeras, mi personaje crece”, reflexiona la actriz, una de las cuatro protagonistas de Las chicas del cable. La primera serie de Netflix de producción española se estrena el 28 de abril y supone, precisamente, una oda a la amistad y al empoderamiento de las mujeres, centro absoluto de la trama.

Ambientada en el Madrid de los años 20, en una época en la que las mujeres por fin empiezan a ver la luz al final del túnel (no les duraría mucho, pero esa es otra historia); Maggie Civantos, Nadia de Santiago, Blanca Suárez y Ana Fernández, telefonistas en el primer rascacielos de Madrid, se convierten en cuatro protagonistas muy cañeras que no vienen a caerse en brazos de ningún galán. Esta vez son mucho más que una percha bonita sobre la que colocar los vestidos de flapper (maravillosos, por cierto).

© Cortesía de Netflix

Si te gustó Velvet…

Galanes y amoríos hay muchos porque, que nadie se llame a engaño, el último trabajo de Bambú Producciones está pensado para los millones de seguidores de sus series más exitosas (Velvet y Gran Hotel), tanto en España como al otro lado del Atlántico. Sin complejos, este melodrama ofrece lo que cualquier fan de los dramas históricos puede buscar, y se lo da con grandes cucharadas. Siguiendo la máxima del ‘si algo funciona, para qué cambiarlo’, pero con algunas acepciones.

Concretamente con una muy grande que se llama Netflix. La mano del gigante se nota en la producción, en los vestuarios, los decorados… pero también en agradecidos capítulos más cortos, de 45-55 minutos: “En los 70 minutos que normalmente producimos en España hay muchas escenas de comentar la jugada: ‘El giro ha sido este, y tú qué opinas, y ahora se lo cuento al otro, y qué opina él…’ Pero cuando tienes 50 minutos no hay tiempo para eso, la historia avanza, avanza, avanza”, explica la productora de la serie, Teresa Fernández-Valdés en un encuentro en Berlín. Una urgencia clave para no querer dar a ningún botón cuando en la pantalla aparecen los créditos y un mensaje que anuncia que el próximo episodio empezará él solito en pocos segundos. Es oficial: nos hemos enganchado.

© Cortesía de Netflix

Una serie histórica: sí, pero no

La mejor manera de enfrentarse a Las chicas del cable es sentarse sabiendo que la serie es un drama histórico, sí, pero que también es ficción. Es decir, una versión ensalzada (y bastante más bonita) de la realidad, en la que el relato fidedigno de la historia no ata demasiado: algunas actitudes, la banda sonora o los decorados nos hacen viajar del Madrid de la época al cosmopolita Nueva York, al París de Hemingway o, incluso, a una fiesta del pasado fin de semana.

Quizá para acercarse más a su público global: “Una de las grandes ideas de Netflix era que la serie no se sintiera lejos de la realidad contemporánea; es decir, que no estuviéramos solo hablando del pasado, de una serie de época. Algunos de los conflictos de los personajes protagonistas se perciben (muchos por desgracia) en las distintas sociedades hoy”, respalda Fernández-Valdés.

© Cortesía de Netflix

No hay tabúes

Aquí se puede hablar de todo: malos tratos, homosexualidad femenina, aborto, sufragistas, feminismo, enfermedades mentales, suicidio… ¡y eso solo en los primeros capítulos! “A nuestros personajes les pasan cosas reales. Hay muchas series en las que se ha suavizado todo, pero lo bueno que tiene Netflix es que no hay filtros. Se muestran problemas absolutamente reales de los años 20, de los 30, los 40 o los 60. Y de los de ahora”, expone a Grazia la actriz Ana Fernández.

Tampoco es un tabú que una de las protagonistas, Lidia (Blanca Suárez), sea éticamente un tanto ambigua, un perfil bastante alejado del prototipo de protagonista femenina de cualquier culebrón: generosa, compasiva, sensible… perfecta y pavisosa, vaya.

© Cortesía de Netflix

Feminismo para principiantes

La serie supone también una tímida aproximación a la vida de las primeras sufragistas españolas: con aparición estelar de la mismísima Victoria Kent y del Lyceum Club Femenino, la poco reivindicada asociación de mujeres que se instaló en la madrileña Casa de las siete chimeneas hasta 1939.

Eso sí, como el resto de temas, el feminismo está tan emperifollado como las protagonistas. Pero sirve para iniciarse (que ya es más de lo que ha hecho cualquier serie española hasta ahora), como el libro con el que se preparó Maggie Civantos para su papel: “He leído Feminismo para principiantes [Nuria Varela] y me está estimulando mucho para sentir esa indignación y sentir aún más empatía con mi personaje y con la situación social de la mujer”, declara la actriz.

© Cortesía de Netflix

Las chicas al otro lado del cable

Con permiso de los redondos secundarios y con una mención especial a Ana Polvorosa (petición: queremos desde ya un spin off para ella), las verdaderas protagonistas son las cuatro amigas que luchan por perseguir sus sueños en unos tiempos en los que la vida no es justa, pero menos aún si eres mujer.

“Son mujeres muy distintas: una está atada por su marido, otra por sus padres, otra por sus recuerdos; e intentan romper esas cadenas. Y las rompen desde el punto de vista emocional, profesional, sexual… vamos a asistir en la serie a cómo las cuatro unidas consiguen romper con eso”, analiza Ramón Campos, co-fundador de Bambú.

© Cortesía de Netflix

Cuatro perfiles y cuatro ilusiones: “Me gusta la capacidad de supervivencia de mi personaje, su capacidad de superación: de superar problemas, de superar decepciones…”, reconoce Blanca Suárez sobre Lidia, una mujer que esconde unos cuantos secretos. Todo lo contrario a la dulce Marga, que acaba de salir del pueblo para caer en la aterradora Madrid, el papel de Nadia de Santiago: “Es tan ingenua que es cómica”, defiende la intérprete.

A su lado está siempre Carlota, Ana Fernández, que “tiene un punto irónico y vacilón para superar sus problemas. Siempre ayuda con una sonrisa, buscando el lado bueno”, cuenta la actriz. Por su parte, Maggie Civantos da vida a Ángeles, una mujer atrapada por su marido pero que “combina fragilidad y valentía; aparentemente es frágil y muy sensible, pero es capaz de sacar fuerzas”, adelanta la malagueña.

Un cuarteto de peleonas soñadoras que consiguen transportarnos a su mundo durante al menos 50 minutos. Eso si no le acabas dando al ‘siguiente episodio’ y aquello se transforma en un maratón, claro.

© Cortesía de Netflix