Hasta hace no mucho tiempo las únicas camisetas que podíamos encontrar con un logo estampado eran las piezas de colores que vendían en el mercadillo (por cierto, justo al lado de las bolsas de rayas que Demna Gvasalia ha reinventado para Balenciaga). Lo malo del asunto, además del poliéster, era que el logo en cuestión rezaba cosas como Luis Vuitton, Guccie o Burberri. Mal.

Pero entonces llegaron las camisetas irónicas de House of Holland y, sobre todo, las propuestas de pequeñas empresas que jugaban parodiando a las grandes firmas de moda. Piezas solo aptas para los entendidos capaces de descifrar el mensaje, dirigidas a verdaderos groupies de las grandes maisons. ¿El único problema? Que precisamente esas grandes marcas se quedaban fuera de la merendola y ahora, varios años después, han decidido buscarse ellas también un buen asiento en la mesa.

El triunfo de los logos más bizarros -sí, de nuevo miramos a Demna Gvasalia, pero esta vez a sus propuestas para Vetements, que han convertido en objeto de culto las camisetas de DHL- han ayudado a la nueva tendencia. También el retorno de la moda de los ochenta (unos años que no se caracterizaron precisamente por su discreción en lo que a logos se refiere) y el auge del athleisure, que ha conseguido que salir a la calle con una sudadera con las tres rayas de Adidas vuelva a ser cool (y socialmente aceptable).

Kendall Jenner se declara adicta a Dior por obra y gracia de una camiseta vintage, recién rescatada del armario noventero de su madre. © Getty Images

Eso sí, los modelos del 2017 en ningún caso son una impresión literal del logo. ¡Faltaría más! Hoy los diseñadores juegan con ilustraciones, tipografías y motivos de lo más variopintos para actualizar la tendencia.

Por ejemplo en Chanel han convertido en pieza de deseo su camiseta que reza ‘Viva Coco Libre’, una especie de souvenir del monumental desfile que la firma organizó en las calles de La Habana el pasado mes de mayo. Otros, como Dolce & Gabbana, van un paso más allá rizando el rizo y se inspiran directamente en los modelos del mercadillo. Desde la propia firma lo explican así: «Hemos creado una colección especial de camisetas inspiradas en la ironía y diversión de las camisetas ‘falsas’ que encontramos en las calles de Nápoles durante la semana de la Alta Moda». El modelo que salió de aquello se encargó de cerrar su último desfile el pasado mes de septiembre en Milán.

Las camisetas de Bleached Goods, parodiando las de grupos musicales, se convirtieron en objeto de culto el pasado verano (hoy agotadísimas y desaparecidas de su web). Ahora sirven de inspiración por ejemplo para Dsquared, presenta un modelo para sus propios groupies.

Ninguno de los modelos es barato (en absoluto). De hecho, con el precio de muchas de ellas se podría pagar el alquiler mensual de un apartamento bastante cuco en muchas ciudades españolas. Aún así las camisetas cuelgan carteles de ‘sold out’ constantemente; y es que se posicionan como una tentadora aproximación al universo del lujo para muchos millennials que no se plantean todavía ‘invertir’ en un bolso de cuatro cifras ni, mucho menos, en una prenda de ropa en la que no haya ninguna marca visible.

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