Sí, hay un pedazo de spoiler en la foto de portada… pero a estas alturas ya todos sabemos lo que se cuece en 50 sombras liberadas, que se estrena exactamente en tres semanas: sí, el 9 de febrero perfectamente a tiempo para San Valentín. Así que aquí va un resumencillo en clave de humor para que te pongas al día rápidamente (y para que compartas en tus redes y grupos: tus colegas te lo agradecerán).

¡SPOILER ALERT! (¿o ya es demasiado tarde?)
  1. Érase una vez, en un reino muy lejano (cerca de Seattle) una chica de 21 años que se llamaba Anastasia.

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  1. Aunque todos sus amigos la llamaban Ana (vete tú a saber por qué).

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  1. El caso es que estaba terminando su carrera de Literatura, tenía madera de empolloncilla y se pasaba los días entre libros.

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  1. Ya desde pequeñita se ve que era un poco resabiada.

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  1. Y también un tanto patosa (dato que en cualquier instituto americano va ligado inexorablemente al punto 3. ¿O no veis pelis?).

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  1. Ya había crecido, aunque todavía era virgen.

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  1. Pero tenía algo que nadie podía ver: una diosa interior dando saltitos todo el rato y susurrándole cosas al oído. Un poco molesto, si se nos permite expresar opinión. Pero no nos desviemos del asunto, que todavía nos quedan 43 puntos. Prosigamos…

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  1. Por otro lado, había un empresario muchi-millonario que vivía en un rascacielos. Pero estaba solo. Y en Seattle llueve mucho. Y es muy triste estar solo si llueve.

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  1. De adolescente se llamaba Edward Cullen, pero se cambió de nombre por razones de copyright y pasó a llamarse Christian Grey.

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  1. Siempre vestía de oscuro y remataba sus estilismos con corbatas grises, probablemente en un ingenioso amago de jugar con el significado de su apellido, Grey [gris]. Guau.

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  1. Tenía unos gustos un tanto peculiares… pero no adelantemos acontecimientos y volvamos a Anastasia.

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  1. Anastasia vivía en un piso de estudiantes con su amiga, Kate Kavanagh, y andaba por casa en chándal todo el día.

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  1. El caso es que Kate tiene que hacer una entrevista a un empresario para el periódico de la universidad, pero pilla la gripe (como cualquier español medio en las últimas cuatro semanas).

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  1. Total, que le pide a nuestra damisela protagonista, Anastasia, que vaya por ella a entrevistar a… ¡sí, a Christian Grey! ¿Cómo lo habéis adivinado? Y allá que va.

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  1. En la torre de cristal, propiedad de Grey (que es muy-muy rico), solo hay rubias de lo más elegantes que la llevan hasta el despacho del presidente.

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  1. Y aparece el señor en cuestión. Un intrigante caballero de 28 años.

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  1. Y sale a bailar la diosa interior (siempre dando saltitos) con sentencias como: «Los músculos de mi parte más profunda y oscura se tensaron con infinito placer.»

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  1. En el intenso encuentro Ana está poco fina, embobada con la mirada oscura de Grey.

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  1. Él confiesa su obsesión por el control.

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  1. Y ella encadena una pregunta original detrás de otra que es empolloncina, pero no tenía el día fino. Hasta que se le acaba el tiempo.

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  1. Y sale calentita… Aunque llueve y el frío debería bajarle los calores. Pero no.

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  1. Ana se marcha a casa, pensando que se acabó su temita con Grey… pero tampoco (que todavía nos quedan 30 puntos).

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  1. Resulta que Ana trabaja en una ferretería y allí de repente ¡sorpresa! aparece el señor Grey. A comprar cuerdas y cables, lo más normal un sábado por la mañana si te gusta el bricolaje.

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  1. Ana le cuenta su flechazo a su amiga Kate (que ya se ha puesto buena de la gripe y es un poco más fresca que nuestra protagonista) y, como buena amiga casamentera, la lía para que le pida una sesión de fotos a Grey. Porque, ¿¡cómo van a dar la entrevista si no tienen foto!? que en Seattle lo de robarla de Google, no.

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  1. Pero sin ningún problema por parte de Grey, que está encantado de haberse conocido y disfruta ante una cámara de fotos en otra vida fue egobloguero como cualquier influencer con 16k de seguidores nuevos.

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  1. Por nuestra parte, ningún problema tampoco.

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  1. Pasa el tiempo y Ana vuelve a sus estudios, porque se tiene que graduar para engrosar las listas del paro.

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  1. Y al graduarse hace lo que cualquier universitario americano o español: emborracharse.

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  1. Y al emborracharse hace lo que cualquier persona sensata con un móvil en la mano: llamar al hombre de sus desvelos.

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  1. La respuesta de él no es tan habitual. En vez de abandonar ese grupo de Whatsapp, sale disparado a rescatarla y se la lleva a su hotel, también en un rascacielos esto se llama secuestro. Todo bien.

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  1. Ana, que es una chica inteligente, no ve del todo claro este rollito extraño que se trae Grey entre manos, pero su diosa interior está encantada en la habitación del cinco estrellas. Así que no hay discusión.

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  1. El empresario, por su parte, va al grano y avisa: «Yo no hago el amor… yo follo… duro…». Pero antes de ponerse manos a la obra con tan romántica amenaza, avisa que Ana tendrá que firmar un contrato. Se retrasa el asunto y la diosa interior se pone nerviosa.

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  1. Proceden a bajar en el ascensor del hotel, pero como no se habían estudiado ninguna frase para rellenar silencios incómodos, el ambiente se tensa.

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  1. En estos casos, una de dos, o rellenas silencio con frases comodín o toca beso. Y ellos optaron por el beso.

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  1. Y por otro más (recordemos que estaban en un rascacielos y el ascensor en estos casos se toma su tiempo).

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  1. Mientras, como estaréis imaginando, la diosa interior baila la samba.

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  1. Pero el caso es que el viaje tampoco es eterno y en algún momento se llega al hall, tiempo que ellos no saben calcular muy bien.

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  1. Vuelven a verse (la diosa interior se ha quedado con ganas de más) y Grey decide sorprenderla. Para ello, como es un muchi-millonario, en vez de enviarle una postal de amor por mensaje privado en Facebook, como haría cualquier hijo de vecino, la lleva a cenar en helicóptero menos mal que ha bajado el precio de la gasolina, aunque aún así nos resulta excesivo.

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  1. Ya en el apartamento de él, le desvela su cuarto de juegos secreto no, no tiene nada que ver con la Xbox: llenito de cachivaches para practicar sadomasoquismo. Nadie es perfecto. Aún así, Ana se siente segura en sus brazos; un poco como esas personas que dejan el coche en doble fila con los warnings puestos: saben que no está bien, pero en el fondo sienten que con los intermitentes encendidos nada malo puede pasar.

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  1. Bueno, y desvelado el misterio que a ella no termina de convencerle, pero aquí manda la diosa interior, practican sexo.

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  1. Y la diosa interior «estalla en mil pedazos».

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  1. Les sorprende la madre de él (que se alegra porque pensaba que tenía un hijo gay, y ella es muy abierta y tal, pero mejor ahora que sabe que es hetero).

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  1. Y vuelven a practicar sexo. Ahora con un poquito de sadomaso. Pero poco y todo bien. Muy bien, de hecho.

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  1. Y la diosa «se viste de lentejuelas y hace dos piruetas». Aunque su amante ya ha avisado que no es de los de historias de amor.

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  1. Entre polvo y polvo, tienen tiempo para ir a cenar con los padres de él aunque, eso sí, se escapan un ratito para disfrutar de un escarceo.

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  1. Y de vuelta en casa practican sexo una vez más…

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  1. Y otra… Y otra… Y así durante 435 de las 540 páginas que abarca el libro.

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  1. Hasta que las cosas se suben demasiado de tono. Ana dice que se va. Que eso es muy oscuro, que se está haciendo de noche y ella es una señorita de bien. Pero él aparece en su graduación y apelando a su alterego, la diosa interior (que siempre está de su parte), la convence para volver.

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  1. Entonces, jugando con fuego, Ana pide que sea todo lo turbio que pueda ser. Y él lo es y ella dice que hasta aquí hemos llegado. Y que hasta luego Lucas. Y se va.

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  1. Colorín, colorado, este cuento se ha acabado (por ahora, porque en nada llega la tercera película a los cines). Y sabemos que estás deseando verla, pillina.

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THE END