Vas al cine con tus amigos. Pero antes pasáis por el súper o por la tienda de dulces para llevaros un snack y un refresco a la sala. Allí, las palomitas, las bebidas, las patatas fritas, las gominolas o las chocolatinas se presentan en varios formatos, las hay de tamaño grande o pequeño (y a veces también mediano). Tras todas tus visitas ya lo tienes comprobado: la relación cantidad-precio de los formatos pequeños es peor, pero estos hacen que acabes comiendo menos.

El responsable de que esto suceda -que no es si no otra estrategia de márketing- es Brian Wansink, uno de los expertos más reputados en la psicología de la alimentación. Uno de los estudios que le llevaron a la cima fue el que en 1995 revolucionó la forma en la que se vendían los aperitivos y snacks en las tiendas de los cines. Él y su equipo colocaron en sus stands bolsas grandes y pequeñas con el mismo producto. Los espectadores se llevaron las grandes hasta que se acabaron, y después compraron las pequeñas de 4 en 4 para sustituir a las anteriores. La mayoría de los que recibieron la bolsa grande se la acabaron entera, el resto solo terminó una o dos de las pequeñas. Al conocer el resultado, el público participante en el estudio admitió estar dispuesto a pagar hasta un 20% más por encontrar sus productos favoritos en formatos más pequeños.

«Pues mira, buena técnica…»

Pero este hallazgo que hoy se ha impuesto en nuestras vidas no es el único logro de Wansink y su equipo: gracias a ellos, hoy los Happy Meals de McDonald’s son más sanos (llevan manzana y leche en lugar de dulces y refrescos). Además, fue el encargado de crear la dieta de la Casa Blanca durante el gobierno de Obama y ha publicado dos libros sobre los resultados de sus investigaciones que él mismo resume en una frase: “Si de verdad queremos comer bien, debemos entrenar a nuestros cerebros para escoger las opciones adecuadas”.

Utilizar la psicología para cambiar hábitos no es algo nuevo, se ha hecho en cientos de ocasiones –incluso para dejar de fumar-. Pero aplicarla para adelgazar como explica Wansink, dejando a un lado dietas y ejercicio, podría suponer toda una revolución. Así que junto a su equipo –con el que ha desarrollado más de 120 investigaciones en el campo de la psicología de la alimentación-, se planteó qué pasaría si comiésemos solo cuando tuviésemos hambre. “Comemos por muchas razones, pero casi nunca es por que tengamos hambre. Somos esclavos del contexto: comemos porque estamos con amigos, porque el plato tiene buena pinta, por los sentimientos que la comida nos inspira… generalmente lo que vemos es más importante que lo que realmente comemos», explica el profesor, analizando lo que cualquier madre sintetizaría en un «comer más por el ojo que por el buche».

Entrenar a tu cerebro es el primer paso para comer solo lo que necesitas. © Getty Images

Con esta premisa llevó a cabo su investigación y observó que la mayor parte de los sujetos estudiados se ‘llenaban’ por los ojos y no por el estómago. Acababan sus platos a pesar de que ya no tuvieran hambre por el simple hecho de que todavía quedaba comida en ellos. Comprobó que podía eliminar un 20% de calorías de cada plato sin que los comensales lo notaran ni lo echaran de menos: lo llamó el ‘margen inconsciente’ y demostró que esta mínima variación puede hacer que una persona adelgace hasta 5 kilos en un año.

Es decir, que bastan pequeños cambios en el modo en que distribuimos y servimos la comida para que nuestra alimentación cambie por completo. Para Wansink no importa tanto lo que comemos, sino cómo lo hacemos. Pequeños trucos psicológicos como el de conocer nuestro margen inconsciente y eliminarlo de nuestra rutina pueden ayudarnos comer mejor y también a adelgazar. Y sí, aún hay una buena noticia más y es que podrás integrar estos trucos en tu día a día sin apenas esfuerzo. Toma nota:

Es tan sencillo que te provocará esta reacción…
  1. Elimina tentaciones
    Si no tienes refrescos, gominolas ni alimentos procesados a la vista en las estanterías de tu cocina no los verás… y tampoco los comerás.
  1. Planifica tus menús
    Organiza tus dietas semanales para no decidir en el último momento: si tienes mucha hambre comerás más de lo que necesitas.
  1. Emplata con conciencia
    Asegúrate de poner en el plato la cantidad justa de comida. Utiliza platos más pequeños y, seguramente, cuando se vacíen ya te sentirás saciado. Además, el simple hecho de tener que levantarte de la mesa para servirte más cantidad hará que poco a poco dejes de necesitar hacerlo: este gesto puede reducir la cantidad de calorías que ingieres en cada comida hasta en un 29% según los estudios de Wansink.
Y hazlo en una vajilla bonita y apetecible, como esta de Cookplay.
  1. Mastica más
    Entre un mínimo de 10 y un máximo de 20 veces por bocado. Si sueles comer deprisa, prueba a masticar 15 veces, tu cuerpo lo notará.
  1. Elige tu plato
    Esa costumbre de compartir platos y pedir variedad para probarlo todo es la culpable de algunos de esos kilos de más. Si tienes tres opciones distintas, comerás hasta un 23% más que si solo tienes una: elige tu plato y céntrate en él. Además, es importante ser consciente de lo que comes y no dejar que te afecten los hábitos de los demás… sigue las normas anteriores sin dejar que influya lo que hagan tus acompañantes.