Son las cinco de la tarde y aún estoy pensando qué ponerme: «A ver, tranquila, que solo es un estreno». He ido a cientos de eventos cinematográficos a lo largo de mi ya longeva carrera profesional aunque sigo siendo tremendamente joven ejem, ejem, pero esto son palabras mayores. Estoy a punto de acudir a la gala inaugural del 23º Recent Spanish Cinema 2017 [cuya labor aquí en EE.UU es dar a conocer el cine español] que se celebra en el Egyptian Theatre de Los Ángeles y la verdad es que no me siento las piernas para qué engañarnos. Al final he decidido ir ‘arreglá, pero informal’, que diría mi madre. Vaqueros negros, camiseta azul y americana. Ahora que lo pienso, igual voy de dependienta de Zara. Bueno, mira, que sea lo que Dios quiera.

Y toda este gente tan guapa me esperaba en mi destino. © Cordon Press

Salgo a la calle y paro un taxi. «Al Egypthian Theatre, por favor», le digo al conductor en un inglés con un perfecto acento manchego. Tres cuartos de hora más tarde y tras haber pasado media en un atasco, consigo llegar a mi destino. Pongo un pie en la acera y me doy cuenta de que estoy en la estrella de la fama de Cate Blanchett. ¡He pisado a la ganadora de dos premios Oscar! Le pido perdón mentalmente y miro hacia arriba. Allí está, el teatro egipcio en todo su esplendor. He de decir que me lo esperaba más grande y que me recuerda un poco a Terra Mítica. Pero estoy en Hollywood Boulevard y eso es todo lo que me importa right now.

Consigo mi acreditación, me la cuelgo y me dispongo a encontrar mi lugar en la red carpet. Estoy al lado de un chico simpatiquísimo que trabaja para Univisión y al que le hacen chiribitas los ojos cuando le digo que soy española: «Ay, qué bonito país!». Pues mira sí, no nos vamos a engañar. Me pasan un listado con todos los invitados, pero mi nuevo amigo me advierte de que «luego siempre fallan muchos». Espero que hoy se equivoque. La hora se acerca y la alfombra roja da el pistoletazo de salida. Miro a un lado y a otro y me doy cuenta de que mi sitio no es el mejor para verlos llegar. Echo otro vistazo y decido que lo mejor es subirme a una columna que hay a mi derecha. Menos mal que no llevo tacones. Me instalo cual koala allí arriba y por fin diviso a las spanish stars: Marta Etura, Álex de la Iglesia, Carolina Bang, Miguel Ángel Muñoz, Alicia Sanz y una histriónica y divertidísima Loles León.

Álex de la Iglesia, Carolina Bang, Marta Etura, Miguel Ángel Muñoz y Alicia Sanz. © Cordon Press

Mi amigo el de Univisión llevaba razón. Según la lista de invitados, María Valverde acudiría al evento. Mala suerte. Sin embargo, conforme van pasando por la alfombra roja me doy cuenta de que, efectivamente, Spain is different. Ríen, gritan, actúan como si conociesen a los periodistas de toda la vida… ¿Sabéis eso que dicen de que a los españoles se nos ve a la legua? Pues efectivamente. Os aseguro que los artistas extranjeros suelen ser un poquito más fríos en general. Alcanzo a Miguel Ángel Muñoz y le cuento que es mi primera vez no seáis malpensadas en Hollywood: «Aprovecha. Esta ciudad es la bomba», me dice mientras se disculpa porque su publicista quiere presentarle a alguien. Me giro y veo a Álex de la Iglesia charlando animadamente con Carolina Bang y Marta Etura, mientras Loles León trata de encontrar los baños. Un momento en el que me quedo absorta pensando que yo me encuentro en medio de todo aquello.

«Tienes que entrar ya o te perderás la proyección», me dice Thomas, el organizador. ¡Cierto! Con motivo de la gala inaugural, asistiremos al pase de la película Tarde para la ira, peliculón que arrasó en la pasada edición de los Goya con cuatro estatuillas. Entro en el cine (la alfombra roja ha tenido lugar en el exterior) y ahora sí que creo que le han cogido prestada la decoración a Terra Mítica. La sala es grande, pero tampoco enorme y consigo hacerme un hueco al lado de una señora que me dice que no parezco española. Maravillas de teñirse de rubia y tener el tono de piel de Edward Cullen. Me siento en la butaca y comienzan los discursos. Todos maravillosos y muy cortos, cosa que agradezco porque estoy deseando ver la película.

Que empiece ya que me quedo sin palomitas, por favor.

A los diez minutos, me doy cuenta de que en Estados Unidos tienen un grave problema con el aire acondicionado. Juraría que tengo las pestañas congeladas, pero miro a mi alrededor y la gente está en manga corta. Me concentro en la película y me olvido de nórdicos y mantas. Hora y media después, aparecen los títulos de crédito y… ¡comienza la fiesta! Oigo música fuera, pero tengo que ir al baño. Vaya, todas hemos tenido la misma idea. Mientras me retoco el maquillaje, me doy cuenta de que estoy tarareando una canción que hacia siglos que no recordaba: «Que la detengan, que es una mentirosa…». ¿Por qué ahora? No. No puede ser verdad. Salgo del baño, abro la puerta y vuelvo al patio exterior.

Ante mí, cientos de personas mueven las caderas al ritmo de David Civera y degustan jamón ibérico y vino tinto. Es un remember musical de España hace 10 años. Pero me da igual. Estoy en Hollywood Boulevard bailando el que fuera un exitazo de mi juventud. «Nos vamos ya. ¿Te vienes?», me pregunta Carlos, el único amigo que tengo en la ciudad. No quiero irme, pero tengo que escribir este artículo maldita diferencia horaria. Se pone delante de mí y se abre camino entre la multitud. De repente se para, se pone a hablar y la voz de la chica que le contesta me es familiar. No me lo creo. «Hola, encantada», me dice Sonia Monroy.

Le doy la mano mientras pienso en lo surrealista de la situación. Tras un par de minutos, ya estoy fuera esperando mi taxi. De camino a casa, decido contarle al conductor mi noche y así practicar inglés. «¡Qué maravilla! ¿Y estaba Paris Hilton? Es que fui chófer privado suyo durante un par de años», me contesta. Vale, perfecto, y yo que pensaba que era guay por haber estado en este estreno…