“Emma, perdona el retraso”, digo. “Perdóname tú si mis respuestas no son particularmente brillantes, hoy estoy hecha polvo”.

Empieza así, con disculpas recíprocas intercaladas con sonrisas, el encuentro con Emma Stone. En su rostro no percibo signos de cansancio, pero con solo 26 años todavía puede permitirse perder noches de sueño sin consecuencias aparentes. De cualquier manera, unas cuantas horas de jet lag no son capaces de aplacar el carisma de la joven actriz.

Por algo Emma vale oro.

La chica de las mil caras. © Cordon Press
La chica de las mil caras. © Cordon Press

Según los productores de Hollywood, ella representa la mejor inversión posible: por cada dólar pagado por su caché, los estudios han ganado casi 62. No está mal. Además, Forbes la acaba de incluir en su lista de veinteañeros más influyentes del momento.

Pero todo esto a mi hija y a sus amigas del instituto no les importa. A ellas les gusta Emma por otras razones. Primero: por su simplicidad. Aparentemente no tiene ninguna estrategia de superestrella y los adolescentes se identifican fácilmente con ella. Segundo: por su talento. Tercero, y no en orden de importancia: su novio. El actor Andrew Garfield es el chico que todas querríamos: guapo, sexy e inteligente. Se conocieron en el set de rodaje de The Amazing Spider-Man en el 2011 y desde entonces son inseparables.

Por si no fuera suficiente con lo de triunfar en Broadway y en Hollywood, además su novio es el último Spiderman.
Por si no fuera suficiente lo de triunfar en Broadway y Hollywood, además su novio es el último Spiderman.

En el dedo anular de Emma veo relucir un diamante, ¿quiere decir eso que hay compromiso? Me anoto mentalmente descubrirlo en el curso de la entrevista pero ahora, de momento, toca hablar de su último trabajo, Birdman, del director mexicano Alejandro Iñárritu, con un casting estelar: Michael Keaton, Edward Norton, Naomi Watts. La historia de un actor (Keaton) que se hizo famoso dando vida a un superhéroe hace años y trata ahora de recuperar la fama perdida con un espectáculo en Broadway, templo del teatro neoyorquino.

El filme tiene muchas posibilidades para triunfar en los Oscar, de momento, ella ya está nominada a Mejor actriz secundaria. ¿No os decía que Emma Stone es la versión 2.0 del Rey Midas?

Dando vida a Sam, en un fotograma de Birdman. © Cordon Press
Dando vida a Sam, en un fotograma de Birdman. © Cordon Press

Emma, tú también triunfas en Broadway, con un éxito estrepitoso en Cabaret.

Es una experiencia fabulosa. Prácticamente crecí sobre el escenario, empecé a recitar a los 11 años, pero hasta ahora siempre lo había hecho por amor al arte.

 

Entonces, ¿por qué te decantaste por el cine en lugar del teatro?

Para una niña ser actriz tiene algo más. Yo me empachaba de películas a todas horas, me volvía loca con Diane Keaton y Steve Martin y amaba la comedia, que sigue siendo mi género preferido.

 

¿Hollywood se parece a aquello con lo que soñabas?

A los 15 tenía los ojos cubiertos con polvo de estrellas y veía a todos los actores como dioses del Olimpo. Cuando vas creciendo vas poniendo todo en perspectiva.

De pequeña
«De pequeña tenía los ojos cubiertos con polvo de estrellas».

En Birdman interpretas a un personaje complejo, Sam, la hija de Riggan, declarada homosexual y ex toxicómana.

Sam es uno de los pocos personajes de la película que no engaña: es testigo de todo lo que sucede en un escenario lleno de locos. Sin embargo, es complicada, también en la preparación. Sam está cubierta de tatuajes y necesitaba pasar horas en maquillaje antes de estar lista para rodar.

 

Veo que tú también llevas un pequeño tatuaje en la muñeca.

Me lo hice para celebrar que mi madre estaba curada, tras ser diagnosticada con cáncer de mama. El tatuaje representa las patas de un mirlo porque la canción favorita de mi madre es Blackbird [mirlo], de los Beatles. Fue el propio Paul McCartney el que diseñó mi tatuaje.

 

Paul, ¡¿el verdadero Paul McCartney?!

Sí, le conocí hace varios años y le escribí una carta pidiéndole que diseñara para mi madre y para mí las patas de un pájaro. Pero volvamos al Birdman de la película…

El tatuaje de Emma puede presumir de llevar el sello de Paul McCartney. © Cordon Press
El tatuaje de Emma puede presumir de llevar el sello de Paul McCartney. © Cordon Press

El protagonista de la cinta es un actor egocéntrico. ¿Conoces a muchos como él?

¡Por supuesto! Pero a todos se nos puede acusar de ser egocéntricos, de pensar en nuestra imagen por delante de todo. Cuando tienes un perfil público la percepción que otros tienen de ti importa y mucho; a veces más de lo que debería tener razón de ser.

En el caso de Riggan, la salvación la tuvo en la mano, pero no supo aprovecharla. Me refiero a su hija, mi personaje: los hijos son capaces de ver quién eres realmente. Si se lo permites, pueden ser el reflejo más fiel de ti mismo.

© Cordon Press
© Cordon Press

Tú todavía no tienes hijos, pero parece que te desenvuelves muy bien separando tu vida privada de la profesional, ¿o me equivoco?

No, no te equivocas. Es algo que me sale natural, nunca me he sentado a trazar una estrategia sobre una mesa. Como también me sale el mantenerme alejada de las redes sociales.

 

Extraño en una veinteañera…

Los chicos están obsesionados. Pasan la mitad de su vida mirándose a sí mismos a través de Instagram y adornando su vida con un teléfono, como si fuese una coraza que les protege. A mi, sin embargo, las redes sociales me dan vértigo, me hacen sentir parte de una familia que no es. Tampoco me puedo imaginar confiar algo así en otros.

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¿Te sientes afortunada?

Nunca he estudiado interpretación, he aprendido en el terreno de juego, mientras trabajo. Y sí, he tenido mucha suerte de trabajar junto a actores de gran talento.

 

¿Y en el amor?

Mira, hoy soy un desastre y no puedo responder bien a tus preguntas… y ya si me pides hablar de amor, entro en crisis. Amar y ser amado es vital. Pero es un tema tan grande que no me siento capaz de decir más. Ahora no, no hoy.

Andrew Garfield y Emma Stone, muy celosos de su vida privada. © Cordon Press
Andrew Garfield y Emma Stone, muy celosos de su vida privada. © Cordon Press

¿Tienes miedo de algún día desengancharte de este éxito?

¡Pasará, seguro! Todo es transitorio, pero tener esta certeza es de algún modo reconfortante.

 

¿En qué sentido?

El futuro no me preocupa. Mi regla es: nunca tomarme demasiado en serio ni darme demasiada importancia porque antes o después llegará alguien que sea mejor. Es inevitable.

 

¿Qué parte de tu trabajo encuentras más difícil?

Hablar sobre una película, analizarla, discutir sobre ella el porqué o el cómo, sin arruinar el argumento para los que van a ir a verla al cine. Es complicado.

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Emma Stone me hace ver con la mirada que el tiempo se ha acabado, su representante, más directa, señala su reloj con el índice. Me despido agradeciéndole. Más tarde, en casa, mi hija me pregunta qué es lo que más me ha impactado de la actriz: “Los ojos, tan grandes que parece que invadirán todo el rostro”, respondo. Pienso también que Emma tiene un defecto: vista en persona es demasiado delgada. Pero esto me lo guardo, no quiero arruinar los sueños de fan de mi hija.

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