Se dice que es el momento cumbre de la carrera de cualquier actor. Ese en el que sabes que, por fin, lo has conseguido. Cuando alguna estrella vestida con un diseño de Alta Costura deslumbrante dice tu nombre en el escenario del Kodak Theatre después del inconfundible “And the Oscar goes to… sientes que el mundo se arrodilla ante ti. O se arrodillaba, vaya. ¿Por qué alguien sabe dónde anda Roberto Benigni? ¿O Mira Sorvino? ¿Y Halle Berry y Adrien Brody, después de su apasionado beso, han vuelto a hacer algo digno de reseñar?

Hemos dicho arrodillarse sobre ti, no tú Jennifer.
Hemos dicho arrodillarse ante ti, no tú, Jennifer.

No, en la hiperactiva industria del cine, tener un Oscar ya no te sirve como ticket dorado para entrar en la fábrica de Willy Wonka del estrellato cinematográfico internacional. En una época en la que ni nombres como George Clooney, Angelina Jolie o Sandra Bullock son capaces de garantizar un taquillazo, cada vez son más los intérpretes que deciden aprovechar su tirón mediático en las galas de premios para dar un salto en sus carreras; pero no en los platós sino hacia las tablas de los teatros.

Broadway, que históricamente ha acogido en sus producciones a alguna que otra deslumbrante estrella, ha multiplicado en los últimos meses su lista de pesos pesados en cartera. Esta temporada, por ejemplo, Al Pacino, Lupita Nyong’o, Saoirse Ronan y Bruce Willis se han atrevido con el reto de aparecer frente a un público cada día (e intentar convencerlo). ¿A qué se debe esta tendencia? ¿Es por una ambición personal, la escasez de papeles o la situación económica? Si mantienen sus pupilas fieles a este artículo, les prometemos que intentaremos darle una respuesta.

Cartel de la obra Eclipsed que protagoniza Lupita Nyong'o.
Cartel de la obra ‘Eclipsed’ que protagoniza Lupita Nyong’o.

Michelle Williams, Lupita Nyong’o y Saoirse Ronan son, sin ningún género de dudas, tres de las actrices jóvenes más brillantes y prometedoras del cine. Entre las tres suman nada menos que seis nominaciones a los Oscar, dejando a su paso papeles inolvidables como la esclava que hizo saltar a la fama a Nyong’o en 12 años de esclavitud, la valiente irlandesa interpretada por Ronan este mismo año en Brooklyn o la acertada aproximación al personaje de Williams en Mi semana con Marilyn.

Precisamente por su incontestable éxito en la gran pantalla sorprende más que las tres hayan decidido aparcar su proyección cinematográfica para protagonizar sendas obras en Broadway, con sueldos sensiblemente inferiores a los garantizados en cualquier producción de calibre medio en Hollywood.

Tres libretos distintos pero con algo en común: fuertes personajes femeninos en relatos crudos sobre el sexo, el poder y la libertad. Williams ha deslumbrado a la crítica en Blackbird, gracias a su interpretación de una joven que se encuentra 15 años después con el hombre que abusó sexualmente de ella. Saoirse Ronan se atreve liderando el reparto de una nueva versión del clásico Las brujas de Salem de Arthur Miller. En Eclipsed, Nyong’o se enfrenta a un señor de la guerra en la rebelión de Liberia.

Imagen promocional de la obra que protagoniza Saoirse Ronan.
Imagen promocional de la obra que protagoniza Saoirse Ronan.

¿Llegaríamos a verlas alguna vez en la pantalla en papeles de esta profundidad o tendrían que conformarse con ser la novia del superhéroe de turno, una enamoradiza estudiante de comedia romántica o la sufridora mujer de algún importante activista en el enésimo biopic de Hollywood? Según afirma la periodista Janice Kaplan en The Daily Beast, su llegada a las tablas supone casi un derecho para poder probarse y enfrentarse a un público en directo, como un recordatorio de las razones que les hicieron decantarse por la interpretación. “Estas actrices tienen la satisfacción de saber que sus nombres y talentos están arrastrando a las audiencias a obras poderosas que de otra manera no serían vistas”, afirma.

Michelle Williams en la obra 'Cabaret'. © Cordon Press
Michelle Williams sobre las tablas en Broadway protagonizando ‘Cabaret’. © Cordon Press

A pesar de que las tres producciones mencionadas han gozado del respaldo de crítica y público, tener a una gran estrella como cabeza de cartel no garantiza agotar las butacas en cada función. Ni mucho menos. Ahí está el caso del gran fenómeno de la temporada, el musical Hamilton, que no contaba con ningún nombre conocido y que ha convertido a todos esos anónimos en celebridades (Lin-Manuel Miranda, su creador, protagonizará el próximo remake de Mary Poppins junto a Emily Blunt).

Not throwing away our shot. @hamiltonmusical is getting ready to move uptown. Join the revolution beginning July 13.

Una foto publicada por Hamilton (@hamiltonmusical) el

En cambio, las últimas obras de tres pesos pesados del séptimo arte como Al Pacino, Bruce Willis y Forest Whitaker han acabado en números rojos, sin llegar siquiera al 50% de su capacidad taquillera semanal. Es verdad que estas viejas glorias no se encuentran en su momento más álgido, pero disfrutar del debut de Willis en Broadway con una adaptación de Misery de Stephen King o a Pacino en China Doll de David Mamet parecen tener (a priori) el suficiente atractivo como para colgar el cartel de ‘No hay entradas’. En el caso de Pacino y Whitaker los rumores sobre los supuestos olvidos de las líneas del diálogo no ayudaron. En cuanto a Bruce Willis, la crítica lo machacó sin piedad.

Cartel de la obra que protagoniza el oscarizado Forest Whitaker.
Cartel de la obra que protagoniza el oscarizado Forest Whitaker.

En su artículo ¿Por qué las estrellas de cine tienen problemas para vender entradas de Broadway? el periodista Gordon Cox apunta al auge de las redes como posible causante: “Están disminuyendo el grupo de celebridades que pueden convertir la puerta de un teatro en un concierto de rock, con una fila de groupies gritando en la calle 45. En el mundo de Instagram y Twitter, ¿por qué pagar 120 dólares por una entrada de teatro cuando puedes acosar a una estrella online gratuitamente?”. 

Pacino al ver el patio de butacas casi vacío.
Pacino al ver el patio de butacas casi vacío.

Pero Al Pacino y Bruce Willis no son los únicos que han tenido problemas para sacar adelante sus obras. Scarlett Johansson, Orlando Bloom, Daniel Radcliffe y Keira Knightley tampoco conseguido convencer a los neoyorkinos de acudir al teatro en el último par de años.

Orlando Bloom atiende a sus fans a la salida del teatro. © Cordon Press
Orlando Bloom atiende a sus fans a la salida del teatro. © Cordon Press

Otra cosa es Londres. Allí las groupies sí continúan acudiendo al teatro. Concretamente a ver a Benedict Cumberbatch (Sherlock), la gran sensación británica de los últimos tiempos, que ha interpretado el Hamlet de Shakespeare en el teatro Barbican. El actor de Sherlock tuvo que salir a hablar con las fans, que gritando despavoridas, escucharon la súplica del actor rogándoles un mejor comportamiento dentro del teatro y que evitaran grabarlo para no hacerle perder la concentración (elemental, querido Watson).

Mejor no hacer enfadar a Benedict.
Mejor no hacer enfadar a Benedict.

En lo que a nuestro país respecta la mala salud de nuestro teatro no nos hace ser optimistas al pensar que algún día vayamos a ver a Banderas, Penélope o Bardem subidos a las tablas de un teatro de Gran Vía. Pero si al final se deciden, hay una manera de asegurarse que su experiencia se saldará con un éxito incontestable de público. Una máscara, una cola y a rugir, que El rey león no va a interpretarse solo. Hakuna Matata.