Entró en el mundo de la música a los 4 años, tocando el violín, pero rápidamente supo que ese no era su instrumento. “Tuve una profesora terrible que me decía que me iba a cortar los dedos con solo 4 añitos y un día tiré el violín de arriba a abajo de la escalera, saqué mi carácter Jáuregui”. A partir de ahí su compañero de viaje (y de vida) sería el piano.

A los 5 empezó a tocarlo, a los 8 se subió por primera vez a un escenario, a los 11 dio su primer recital y a los 12, como regalo de cumpleaños, su profesor, Laurentino Gómez, del que solo tiene buenos recuerdos y bonitas palabras, le dijo “vas a dar tu primer concierto de orquesta” y se bloqueó: “Paré la orquesta, el director me dio la nota y seguí todo el concierto llorando, dando las notas pero llorando, y lo peor es que todo el público lloraba conmigo”.

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A los 5 empezó a tocar el piano, a los 8 se subió por primera vez a un escenario, a los 11 dio su primer recital y a los 12, su primer concierto de orquesta. © Pedro Walter

Ahora, 19 años después, nos reunimos con ella con motivo de la presentación de su último trabajo discográfico, X, en el que se ha sumergido en el éxtasis del compositor Alexander Scriabin, una de sus grandes inspiraciones, y que ha completado con obras de Frederic Chopin y Karol Szymanowski.

Un álbum que se presenta la noche del jueves en la Fundación BBVA de Madrid y que le llevará de gira por Bilbao, San Sebastián, Valencia, Málaga y Pamplona. También al Festival Murten Classics de Suiza Festival de Artois, en Francia, y a dar un concierto junto a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, dirigida por Gustavo Dudamel (pareja de María Valverde). Hablamos con ella de sus orígenes, de música y de su gran universo creativo.

 

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La pianista es miembro de una generación de jóvenes artistas con un futuro prometedor. © Pedro Walter

Acabas de presentar X, un álbum dedicado al mundo esotérico y sinestético de Alexander Scriabin, ¿por qué él?

Porque es uno de los compositores más fascinantes de la historia de la música. Él creía en la salvación a través de la música, siempre tuvo un mundo espiritual muy importante, se metió en la teosofía, en la idea de lo absoluto, en la de unir todo en uno -lo masculino y lo femenino, en una sola idea-, en el éxtasis… Para él el concepto del éxtasis era muy importante, decía que la sustancia del mundo es el amor y el deseo, el éxtasis. Era poeta, veía color a través de la música, fue uno de los artistas más polifacéticos de su momento, en su música quiso introducir colores, luces… Es la explosión de los sentidos, la fuerza de la pasión unido a un mundo más místico, decía que su música venía de las estrellas, es completamente eléctrico.

 

¿Te sientes identificada con él en cierto modo?

Su música me atrapa, eso es lo que siento, así que imagino que lo que te atrapa es algo que te llama y que tu también tienes dentro. Atrapa porque es la fuerza de la naturaleza.

 

Para la portada del disco has trabajado con el fotógrafo Pedro Walter, ¿cómo ha sido trabajar con él y qué pretendías transmitir con ella?

Ha sido un trabajo muy intenso y bonito. Ellos [el equipo completo] no conocían la imagen ni de Scriabin ni de Szymanowski, sí de Chopin, pero nos metimos de lleno en la figura central del disco, Scriabin, escuchando música, vimos algún vídeo, les pasé muchísimos textos e información… El disco parte de la sonata número 5, con la que lo abro, que está relacionada con el poema del éxtasis que Scriabin escribió tanto en verso como en música. La X viene de ese éxtasis, de la incógnita y el misterio de la música de Scriabin, que siempre ha sido muy misteriosa, y queríamos reflejar esa idea de lo absoluto en una letra y también en la imagen: queríamos movimiento, pasión, arrebato, también algo de espiritualidad, mirando hacia arriba, y creo que lo hemos conseguido.

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Portada de su álbum ‘X’. © Pedro Walter

Empezaste muy joven en el mundo de la música, ¿cómo recuerdas tu infancia?

Laurentino Gómez [su profesor] me enseñó primero a amar al instrumento y segundo a estar en el escenario de forma muy natural. Me subió a los 8 años y para mí era como una tarde de amigos. Todo era como un juego, sin presiones, era idílico. Yo era una niña completamente normal. Los de seguridad del Ayuntamiento de San Sebastián me conocían porque tocábamos mucho ahí y porque yo era la niña del diávolo. Tocaba y acto seguido les preguntaba ‘¿Dónde está mi diávolo?’ y me iba a jugar a los porches. Era un juego más.

 

Dicen que la carrera musical es muy dura, ¿qué es lo peor y lo mejor de tus años de estudio?

Tengo muy buenos recuerdos. Lo más duro es la soledad y el sacrificio; sabes que ya entra en ello, por lo que llega un momento que disfrutas con él, encerrado en el estudio. A mí siempre me ha gustado mucho estudiar, mis horas con el piano, me da paz y tranquilidad, me gusta analizar las obras, por lo que nunca me ha pesado. Además es que he tenido la suerte de viajar y descubrir mucho mundo desde pequeña por la música, he conocido a gente interesante no sólo en la música sino con un mundo espiritual e intelectual bastante importante. Gente que me ha dado una visión de la vida muy buena y disfrutar de la música con amigos. Descubrir el mundo a través de la música es un regalo.

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«Descubrir el mundo a través de la música es un regalo.» © Pedro Walter

Además de la música clásica, ¿qué otro tipo de música suena en tus auriculares?

Escucho de todo. Quizá lo único que no me llama es la música house y electrónica. No consigo disfrutar de ella pero me gusta muchísimo el jazz, el flamenco, las fusiones, me encanta el disco de Bebo y El Cigala, soy muy fan de Zenet, cualquier cosa que me pongas de Frank Sinatra, Sabina, Serrat… Escucho mucha música.

 

¿Cómo te describirías como pianista? 

Soy cero maníaca y además no me lo permito porque las manías te atan. No quiero tener ninguna rareza ni método antes de los conciertos porque en el momento en el que no lo tengas pierdes la libertad completamente. Me imagino que soy una pianista romántica porque soy una persona romántica, con una visión romántica de la vida.

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Cero manías ni rituales antes de un concierto: el método de Judith Jáuregui. © Pedro Walter

Has protagonizado varias sesiones de fotos y fuiste imagen de Intropia, ¿qué relación tienes con la moda?

La moda me gusta, soy mujer, me gusta estar bien pero no soy una fashion victim, no sigo las últimas tendencias. Lo que es realmente atemporal es realmente lo que a mí me vale.

 

¿Y con las redes sociales?

Hay que acercar la música clásica a la gente joven y las redes sociales juegan un papel muy importante ahí. Instagram lo tengo más reciente pero hoy en día son una herramienta fundamental. Entre todos hacemos que la música clásica esté más visible, más que hace unos años, que estaba escondida.

 

La naturaleza y San Sebastián parece que son tus vías de escape, ¿es ahí donde te podríamos encontrar en esos momentos en los que necesitas desconectar?

San Sebastián es mi corazón. Está mi familia, para mi tan importante, y está mi mar, yo echo mucho de menos el mar, vivo en Madrid. Pero bueno hay más lugares en el mundo. Otro de ellos es Menorca, pasé mi infancia ahí y cada vez que voy siento que es uno de mis lugares en el mundo. El otro es Francia. Mi padre se crió ahí y siempre hemos estado muy cerca, me siento muy bien, me encanta la cultura, la gastronomía, la estética francesa…

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San Sebastián, Menorca y Francia son los lugares a los que escapa cuando necesita desconectar. © Pedro Walter

Joven, mujer y con tu propio sello discográfico [bajo el cual ha lanzado su último álbum], ¿cómo se gestiona esto en el mundo de la música? ¿Es un mundo más abierto con las mujeres?

No quiero ni pensarlo. No entro. El sello lo creé buscando la libertad. Berli [BerliMusic] viene de un juego de letras con la palabra libre y justo yo quería encontrar esa libertad para elegir mis proyectos, el repertorio, mis tiempos, mucha gente graba un disco al año y para mí, en mi caso, es un poco precipitado. Yo necesito reposar, trabajar bien las cosas y trabajar con un tiempo sosegado. Berli me da todas esas posibilidades. Crar un sello discográfico en plena crisis discográfica, sí pero bueno de las pequeñas locuras está el mundo lleno y merecen la pena. Yo aprendo muchísimo así que, ¡bienvenida a la locura!