La historia de Lucía Rivera Romero no sería la misma si en sus venas no corriese sangre artística. Hija del torero Cayetano Rivera y la modelo y actriz Blanca Romero, Lucía se ha forjado un camino en la industria del modelaje demostrando que el tener padres famosos no es un condicionante para triunfar. Quizá por eso se siente tan identificada con Kaia Gerber, la hija de Cindy Crawford, a quien admira especialmente “por ser tan pequeña y saber hacer tan bien su trabajo”. “Desde pequeñas hemos sabido lo que queríamos y hemos luchado por hacer nuestro propio camino y hacer entender a la gente que en realidad valemos, que no es solo ser ‘hijo de”, nos cuenta para esta especial sesión de fotos, dedicada al 80 aniversario de la revista Grazia.

Lucía Rivera sin precedentes

Al igual que en el caso de Kaia, Lucía ha sido víctima de las constantes comparaciones con su madre, aunque también le han sacado más de un parecido con la actriz Emily Ratajkowski. “Hay cosas en las que me doy cuenta de que soy muy parecida a mi madre, pero cuando nos ves juntas no somos tan similares como la gente cree. Obviamente al estar toda la vida siendo comparada con ella, me hace mucha más ilusión que me comparen con Emily Ratajkowski porque es una chica súper feminista, empoderada y que me hace sentir muy yo, porque lucha sin que le importe lo que piensen los demás”, confiesa.

Por otra parte, aunque su aplomo y seguridad hablan de una mujer con los pies en la tierra, Lucía Rivera no pierde la ilusión por seguir alcanzando sus metas. “A mis 15 años mi sueño era ser un ángel de Victoria’s Secret y ahora va más encaminado a desfilar con una marca grande como Dior, Chanel, Prada o, incluso, Oscar de la Renta”. ¿A quién se lo va a dedicar el día que se haga realidad? Pues a su Asturias del alma, a su abuela y a ella misma porque, como bien dice, “te pasas la vida dedicando cosas a los demás cuando a la que le cuesta tener este trabajo es a ti”.

El trabajo y la constancia han sido compañeros de viaje de Lucía desde que tiene uso de razón. Y es que el llegar a las pasarelas de los grandes maestros del dedal conlleva un gran esfuerzo del que nuestra protagonista es muy consciente. “Hago una rutina de deporte diaria y tengo mi entrenador. Normalmente, en esta carrera, siempre tenemos más bajones y me da mucho por correr, saltar a la comba e incluso bailar. Bailo a diario. Me pongo los cascos, me pongo frente a un espejo y bailo. Eso quema mucha energía y mucho mal rollo. Más que nada, el deporte es algo terapéutico para mí”, asegura. Tan sano para su esencia, en sus palabras, como el subirse al avión. “Quieras que no, mi vida es un constante viaje, desde pequeña viajo un montón y al final estoy acostumbrada. Me encanta viajar y conocer nuevas culturas, me hace encontrarme muchísimo a mí misma. Por ejemplo, París es una de las ciudades que más me ha ayudado para encontrarme, sentirme y para mí es cansado, obviamente, porque los aviones y los viajes cansan mucho, pero es una forma también de desconectar”, agrega.

“No tengo un estilo definido, depende totalmente de mi estado de ánimo”.

A lo largo de sus 19 —casi 20— años, Lucía Rivera ha vivido en diferentes destinos, entre los que figuran Madrid, Italia y París, y ha ido a —nada más y nada menos— 11 colegios diferentes, aunque tiene claro a cuál le otorga la etiqueta de “hogar”. “Siempre vuelvo a Gijón por la comida, la familia, los amigos y la cercanía. Cuando te pasas la vida viajando y fuera de tu zona de confort, hay veces que sienta bien volver a ella, conocerte y recordar que sigues siendo tú y tu esencia”, me cuenta emocionada sobre la localidad asturiana donde, a pesar de que la conoce como la palma de su mano, sigue considerando que el mejor restaurante no es otro que “la casa de mi abuela”.

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Tras su última aventura en París, donde su familia, su madre, su abuela y, sobre todo, su móvil —“El teléfono siempre en la mano”— han sido su mejor apoyo, Lucía emprende ahora un nuevo capítulo en su vida aún más ambicioso que el anterior —si cabe—. “He vuelto a Madrid para estudiar Arte Dramático porque sé que es algo que me puede llenar. Además de mi trabajo claro, nunca voy a dejar la moda. Las dos cosas puedo compenetrarlas muy bien y quieras que no, la moda es algo muy vacío a lo que te tienes que acostumbrar por situaciones y, después de recorrer medio París y llegar a un casting, que te den la vuelta sin ni siquiera mirarte o incluso que te miren mal,  terapéuticamente creo que esto me va a ayudar mucho a seguir con mi carera y a liberar muchas emociones que al final la moda no te permite”, analiza con cautela. ¿Y si se ganase el Goya? “Se lo dedicaría a quien me dio la oportunidad desde el principio, a toda la gente que ha estado apoyándome y, aun sabiendo todo lo malo de mí, se ha quedado ahí”, asegura ilusionada.

Otra de las características que acercan a esta modelo a los casi 125 mil seguidores en Instagram es el estilo sexy que procesa, tanto intencional como de forma más explícita, en alguna de las instantáneas que comparte. “París me ha ayudado un montón a investigar, a saber lo que sí me sienta bien”, asegura. “Sin embargo, no tengo un estilo definido, depende totalmente de mi estado de ánimo. Soy muy sport y me encanta la ropa oversized; todo lo que es ancho e incluso un poco masculino, pero a la vez con mis tops. Siempre llevo algo sexy en cada uno de mis looks, porque me hace sentir más yo, más mujer, más empoderada y me hace sentir bien conmigo misma”, afirma. Por otra parte, aunque no la podemos encasillar en ninguna tribu urbana, sí es verdad que en su guardarropa hay lugar para los llamados “favoritos”. “La estrella de mi armario es un pantalón de pitillo negro; eso siempre te favorece con todo. Te estiliza y para los castings es lo que solemos utilizar todas. Estoy entrando ahora un poco en el universo de las faldas —nunca me gustó enseñar las piernas— y ahora me gusta bastante, pero lo que nunca me pongo son los pantalones que no te llegan al tobillo; me hacen sentir un poco ridícula. Aunque al final te lo pones y te sientes bien. Depende de mi estado de ánimo y de cómo tenga en ese momento el autoestima”, añade. ¿Su accesorio favorito? “Un bolso puede determinar todo tu look. Dependiendo de cuál elijas, puedes ir muy cool o puedes ir hecha un cuadro”, me cuenta entre risas.

Por último, después de confesarme que con todo lo que ha vivido en la vida, a su corta edad, muy pocas cosas le asustan —“a lo que le tengo miedo es al sufrimiento de la gente que quiero. Más que al mío propio. A la muerte de un ser querido y ya no verle más”— me despido no sin antes preguntarle por lo que quiere ser de mayor. “Feliz”, me contesta ella con rotundidad, “porque el trabajo ya lo tengo”, agrega.

Lucía se pierde entonces entre la vorágine madrileña y yo no dejo de pensar en si será verdad o no eso que dice de que cocinar se le da muy bien. En fin, se lo dejaré pendiente para nuestro siguiente encuentro…