Al salir de ver El Bar (estreno en España el viernes 24 de marzo), te das cuenta de que has gritado, sudado, reído y sufrido con los personajes que Álex de la Iglesia acorrala no solamente dentro de un espacio mínimo, sino también –y tal vez lo peor- en la más oscura de las incertidumbres de lo que ocurre en el exterior; de lo que pueda que suceda en la lucha desesperada por sobrevivir. A Mario Casas (La Coruña, 1986) lo encerraron en el bar de Álex. En esta comedia negra de sabor amarguísimo, interpreta a Nacho, un (casi irreconocible) hipster metido de cabeza en su móvil mega inteligente, que en el transcurrir de los trepidantes 102 minutos de película le tiene reservado al público un par de sorpresas.

La mañana siguiente de la presentación de El Bar en el Festival Internacional de Cine de Berlín, Mario tiene el tiempo contado para conceder un par de entrevistas. Cada dos minutos, aparece su agente para hacer señas; la maleta está en el lobby del hotel, el abrigo sobre ella, y fuera ya le espera el taxi con rumbo hacia el aeropuerto. Sin embargo el actor no pierde ni los nervios, ni la sonrisa.

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En cada colaboración con Álex de la Iglesia das muestras de tus grandes dotes para la comedia.

[Sonríe] Es cierto que me cambió mucho el trabajo que he realizado con Álex, ya desde nuestra primera colaboración en Las brujas de Zugarramurdi (2013). La gente no conocía mi faceta cómica, me situaban solamente en [la serie] El Barco (2011- 2013), en Tres metros sobre el cielo [dirigida por Fernando González Molina, 2010], y poco más. El construir otro tipo de personajes me da la oportunidad de jugar mucho, de ofrecer otras cosas diferentes, de transformarme física y psíquicamente, y esto ha sido gracias a Álex y a otros directores que me han dado la oportunidad de mostrar otras facetas.

 

¿Cuáles fueron los retos en el rodaje de esta película?

El Bar ha sido al final como una familia, porque era una película en la que sí o sí teníamos que trabajar todos los actores juntos, y eso ha aunado al equipo técnico y al director en un espacio muy cerrado. En estas condiciones, muchas veces como actor no puedes trabajar lo suficiente para adentro, más para uno mismo. Además de que teníamos que estar todos muy juntos, el ritmo de la película era muy técnico. Durante los ensayos improvisamos mucho, creamos, aportamos, pero a la hora del rodaje Álex trabaja la comedia muchas veces con poca improvisación, porque tiene muy claro cómo va a montar la película, así como el ritmo de los personajes y lo que quiere contar. Por otra parte, las pausas eran muy pocas, así que todo esto hizo que conformáramos una familia, como un grupo muy teatral.

Todo el equipo de ‘El Bar’ en la Berlinale. © Getty Images

En El Bar se narra una situación extrema, ¿te sorprendió que de los personajes surgiera lo más ruin de la naturaleza humana?

Creo que en la sociedad somos bastante hipócritas. Bien lo decía Blanca Suárez [su compañera de reparto en la cinta] recientemente en una entrevista, cuando afirmaba que nuestra carta de presentación es lo mejor que tenemos, lo mejor que hay, la mejor cara. Al final no creo que en situaciones extremas nos convirtamos en malos, o que salga lo peor de ti, sino que más bien mostramos lo que somos realmente. Cuando conoces a alguien, no vas a ser borde, estúpido, o villano, lo que haces es mostrar tu mejor cara. Eso es lo que nos enseña nuestra sociedad, nos educa para ser perfectos. Nos podemos remitir al primer capítulo de Black Mirror, donde se plantea muy bien que vivimos en una sociedad superficial y que nos creemos todo lo que dicen. Para mí, El Bar quiere contar un poco eso.

 

Se tiene una percepción hacia la subcultura de los hipsters que dista mucho de la manera de actuar de tu personaje. ¿Cómo te planteaste destruir en cierta medida esta imagen?

Creo que todos conocemos al menos a un hipster. En particular Malasaña, en Madrid, está lleno de ellos. Todos tenemos a ese amigo moderno, que va a la última, que odia lo mainstream, que todo lo sabe, que puede resultar un poco pedante, pero que al fin y al cabo le tenemos cariño (se ríe). Pero ¡no voy a decir el nombre de mi amigo! O en quién me basé un poco para este personaje [se ríe]. Con Álex sí que trabajamos lo de la imagen impoluta, la barba perfecta, la postura muy erguida y hasta rígida. Era bonito destruir todo eso, pero no por el hecho de ser hipster, ni por ser de una manera concreta, sino como ser humano. A Nacho lo trabajamos como alguien que tiene muchas paredes, muchas puertas, que esconde su verdadera personalidad. Al principio parece el cobarde, el débil del grupo, el que ve la obra de teatro desde el extremo más lejano de la barra, pero en un momento dado se convierte en el valiente, en el que toma el mando… Entonces, más que en una imagen, nos basamos en la exploración del ser humano en sí.

Así verás a Mario Casas en ‘El Bar’ © Getty Images

Siendo uno de los actores más cotizados hoy en día, ¿cómo ha sido para ti crecer en el cine, y al mismo tiempo perder tu privacidad?

Son ya muchos años los que llevo en esta profesión. Empecé a los 17 años, ahora tengo 30, así que han transcurrido 13 años, y durante ese tiempo he estado trabajando y me he dado a conocer. Creo que hubo un momento clave en mi vida, tal vez a los 23 ó 24, cuando supuestamente no te debería conocer nadie, no te deberían seguir los fotógrafos, y cuando deberías tener una vida privada. Todo eso se acabó. Entonces me di cuenta de que me enfrentaba a un proceso de crisis, el cual como ser humano tenía que entender como un cambio en mi vida; pero se trataba de algo positivo, porque al final me estaban brindando la oportunidad de hacer lo que me gustaba, lo cual es hacer cine, contar historias, y ese era el trabajo por el que había estado luchando.

Dentro del cine y en la sociedad española cada vez se reconoce más mi trabajo, y existe un respeto brutal.

Pero, ¿no te molesta que te sigan por la calle o que te reconozcan?

Cada vez hay más respeto. Noto que me estoy haciendo mayor, que ya no soy tan joven. Dentro del cine y en la sociedad española cada vez se reconoce más mi trabajo, y existe un respeto brutal. Ahora mismo los paparazzi me dan igual… si hay algo que más que daño, me da pena, es el hecho de que hoy en día se pueda decir cualquier cosa; se puede inventar cualquier cosa, y hay que tener cuidado con las redes sociales, donde puede salir una noticia que no está contrastada. Se está tendiendo mucho a que para que haya noticia, muchas veces directamente se las inventan, y por eso se leen muchas cosas que no son ciertas y que lo único que quieren es que cliques en una página en internet para tener visitas. Hay que empezar a mirar un poco para dentro y tener cuidado, porque se puede causar daño a la gente.

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