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Los ojos son unos chivatos. Nada escapa a su aspecto. Reflejan la edad, el descanso (o la falta del mismo), el estado de ánimo, las preocupaciones, la alegría, la excitación… Por eso, una mirada apagada transmite tristeza a quien contacta con ella. Por el contrario, cuando está iluminada se ve joven, chispeante y optimista. Son cuatro los signos de una mirada que no está al 100%:
- OJOS ENVEJECIDOS. Cuando estamos cansados, nos cuesta mantener los ojos abiertos. Resultado: más parpadeos de lo acostumbrado. Al estar tan activa, la zona se arruga mucho más rápido y la hipodermis casi ausente no puede amortizar los movimientos. Poco a poco, la zona se contrae, la mirada se apaga.
- OJO CANSADOS. La fatiga conlleva la liberación de iones férricos que generan la formación de radicales libres que, a su vez, ponen en marcha la producción de melanina. Al cabo del tiempo, aparecen zonas oscuras y son visibles a través de la piel extrafina de esta zona.
- OJO HINCHADOS. Perezosa por naturaleza, la microcirculación del contorno de los ojos se ralentiza aún más con el cansancio. Frágiles, los capilares linfáticos y sanguíneos se vuelven permeables y los ojos se hinchan.
- OJOS CAÍDOS. Con el paso del tiempo y el exceso de sol durante veranos y veranos, los párpados acusan la flacidez y empiezan a caer. Esto hace los ojos más pequeños y con menos vida.
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