Olvida los zumos detox, la quinoa e incluso el yogur enriquecido con bacterias de nombre imposible. Si lo que buscas es una pausa de auténtico descanso y relajación, una reconversión por dentro y por fuera, nada mejor que marcharte a un bosque un fin de semana y aprovecharte de todas sus ventajas. Aire fresco y limpio que mimará tu piel permitiendo que durante un par de días no haya polución ni toxinas en tu rostro. Agua fresca y limpia que cuidará e hidratará tu cuerpo. Cocina casera de la de siempre, de la que nos da igual que engorde o tenga muchas calorías porque la degustamos, cucharón en mano, tras una caminata de campeonato. Y también para la vista, pues ya basta de edificios de oficinas y luces de neón, cuyos destellos cambiaremos por valles, montañas y, de noche, la impactante nada o, mucho mejor, el cielo estrellado.

Reese Witherspoon se pierde por bosques así de espectaculares en Alma Salvaje.

Si estás planeando marcharte a un bosque y no te decides por cuál, lo tienes complicado porque en España hay tantas opciones de cinco estrellas que no acabaríamos nunca. Pero, para ponértelo más fácil, te resumimos los que este otoño están más maravillosos que nunca. ¡A pateárselos!

Es el bosque de cuento encantado por antonomasia de nuestro país y en otoño lo es aún más. Situado en el Pirineo de Navarra, el tiempo pasa volando cuando andamos por sus senderos. Es uno de los mayores bosques de hayas y abetos de toda Europa y cuenta con alojamientos con encanto, así como 16 recorridos señalizados y balizados, de menos de 10 kilómetros, y desde los dos puntos de acceso al bosque: Ochagavía y Orbaitzeta.

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Este bosque es el orgullo de los cántabros y se encuentra en el parque Natural del mismo nombre, con hayedos que en otoño se vuelven de un dorado impactante. En la aldea de Saja hay un centro de Interpretación (que nos permitirá saber que lobos, corzos, ciervos y jabalíes pueden salir a nuestro encuentro… y salir despavoridos) y se han creado diferentes rutas, entre las que destacan las del arroyo del Diablo y la pista de Ozcaba a Bárcena Mayor.

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Situado en Aizkorri-Aratz, límite natural entre Guipúzcoa y Álava, se trata de uno de los espacios naturales más impactantes de Euskadi. A lo largo del hayedo se suceden diferentes cuevas, muchas de ellas visitables, y hay pistas forestales para hacer los caminos sin prisa. El santuario de Arantzazu es una de las visitas más recomendadas en la zona. Conviene informarse antes, pues hay caminos complicados, máxime si está nevando en la zona.

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Es imposible adentrarse por el bosque de la sierra Cebollera y no estar todo el tiempo pensando en el maravilloso queso de Cameros. De hecho, el mejor plan para un fin de semana de senderismo en este rincón riojano es, sencillamente, una hogaza de pan, queso y el mejor vino. Es la cesta de picnic perfecta para perderse por parajes como el del Achichuelo o seguir rutas que ya crearon los romanos junto al río Iregua.

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La Sierra Norte de Madrid se ha reivindicado como uno de los espacios a descubrir a un paso de la capital. Aunque son muchos los que solo piensan en Navacerrada y Becerril, aquí hay unos hayedos increíbles. Las visitas son restringidas y es necesario reservar el acceso. Una vez dentro, tendremos ante nosotros pequeños robledales y encinares, además de pinos; y una riqueza faunística salvaje que jamás pensamos ver a una hora del Paseo de la Castellana.

Nos adentramos en un pinsapar que está protegido desde 1989 por la Junta de Andalucía como Paraje Natural. En plena Sierra Bermeja, está considerado un anfiteatro natural de las sierras Béticas y no se encuentra muy alejado del mar ni de Ronda. Como supera los 1.400 metros de altura en algunas zonas, la riqueza de flora y fauna es impactante y en nuestro paseo veremos desde águilas a salamandras, pasando por gatos monteses o halcones peregrinos.

El de Muniellos se define a sí mismo como ‘el bosque de Asturias’ y no decepciona. Es el mayor robledal de España, ubicado dentro del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias. Es necesario solicitar autorización para visitar la Reserva Natural Integral (20 personas al día) y, si no tenemos suerte, siempre podemos disfrutar de la zona, igual de arbolada y con pequeños pueblos con encanto. Las lagunas y los colores de las hojas de los árboles crean unos escenarios únicos.

El de Aciñeiral de Cruzul es uno de los bosques más emblemáticos dentro de la zona de Ancares-Courel y se encuentra en la cuenca del río Narón, afluente del Navia. Perteneciente al municipio de Becerreá, sus bosques de encina se sitúan por todo el valle (es el encinar más al norte de Galicia, a 600 metros de altitud) y no faltan castaños o arces. La policromía de las diferentes especies permite crear postales naturales asombrosas, más si tenemos en cuenta que están sobre suelos de pizarra.

Barrancos, arroyos y valles se suceden en el bosque de laurisilva canaria de Garajonay, en La Gomera. La sensación es la de estar dentro de una selva tropical, y gracias a la situación de Canarias se puede disfrutar todo el año (la laurisilva es una masa de vegetación prehistórica). Si nos gustan los invertebrados, hay varios centenares de especies esperándonos en nuestros paseos, aunque si por algo llama la atención el bosque es por sus nieblas, muy densas y que crean escenas de película.

Situado en Requejo de Sanabria, es un bosque de tejos cuyos árboles pueden alcanzar los 20 metros de altura. Estaremos paseando entre especies con más de 1.500 años de vida y, en otoño, su fruto de color escarlata intenso da un colorido diferente a la zona (ramas, flores y semillas son tóxicos, así que hay que tener cuidado). De fácil acceso, y muy bien señalizado desde el pueblo, la ruta a pie más importante y sencilla nos llevará durante unos 5,2 Km (ida y vuelta) por la zona. El mirador de la Peña del Valadero es el punto culmen.

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