Un buen día, comienzas a interesarte por temas de justicia social, comprendes que tienes ciertos privilegios sobre otros y al final, te solidarizas con quienes sufren opresiones que no vives en primera persona. O lo que es lo mismo: eres blanco y quieres apoyar a quienes combaten el racismo. Eres cis y quieres ayudar a combatir la transmisoginia y el cissexismo. Eres un hombre y quieres apoyar en la lucha contra el machismo. Perfecto: quieres ser un aliado.

Eso te honra, pero lo primero y principal es asumir que nadie va a ponernos una medallita por hacer lo correcto. Y mucho menos debemos esperar esa palmadita en la espalda por parte de las personas a las que pretendemos ayudar. Lo segundo es que son las personas de los colectivos oprimidos las que tienen el papel de considerarte aliado… o no. No es algo en lo que uno pueda auto-erigirse, esto no va sobre nosotros, va sobre ellos y ellos deciden si les resultas de utilidad o no. Dicho lo cual, ¿por dónde empezamos?

Aquí tienes 5 consejos para ser un mejor aliado, ¡te quejarás!

Bryan Boy, Tina Craig, Irene Kim, Aimee Song y Chriselle Lim a su llegada al desfile de 3.1 Phillip Lim en Nueva York. © Getty Images

1. Escucha

Así de claro: Escucha. Escucha, escucha, escucha. Calla y escucha. Eso es lo que tienes que hacer, escuchar a las personas que viven esa opresión que tú no vives. Si eres un hombre, escucha a las mujeres. Pero hazlo de verdad, no para contraargumentar. No cuestiones cada detalle ni esperes que te lo expliquen todo. Las personas que sufren racismo, machismo, transmisoginia, islamofobia, clasismo o capacitismo entre otras, lo sufren a diario. Y eso cansa. Y están hartos y tú también lo estarías, así que por favor, no vayas de listo. Lo que para ti es una teoría o un momento álgido en tu carrera de orador amateur en Facebook, para ellos es su vida y su seguridad. Entiende que se cabreen, que se ofendan, que sean “sensibles” y que reaccionen como les dé la real gana. Una vez más, esto no va sobre ti. Va sobre ayudarlos a ellos, ¿en serio crees que ayudas cuestionando toda su lucha desde tu privilegio y desconocimiento? Háztelo mirar.

No cuestiones cada detalle ni esperes que te lo expliquen todo.

Escucha, sobre todo cuando hablen de gente como tú. Esto, lo más normal es que te duela. Que te haga querer gritar que tú no eres así o que te haga querer buscar una manera de sentirte mejor con tu privilegio. Escucha también en esos momentos y no trates de hacer de tus sentimientos el centro de la conversación. Vas a escuchar cosas muy desagradables porque ahí fuera hay gente haciendo y diciendo cosas muy desagradables, es simple.

Gente como tú y que podrían ser tus vecinos, familiares, amigos y conocidos. Y no, no tienen excusa. Deja que cuenten lo que tengan que contar, sólo así entenderás su realidad y podrás ayudar a cambiarla. Y si alguien tiene que confortarte y ayudarte a buscar maneras de cuidarte emocionalmente porque te afecta el proceso de aprendizaje, no hay ningún problema, pero deja ese papel a otros aliados, no a las personas a las que estás intentando ayudar. Que sinceramente, bastante tienen.

No, las mujeres no están para consolar a los hombres sobre lo mal que se sienten por ser parte del Patriarcado y los negros no están para consolar a los blancos por lo mal que se sienten por los siglos de segregación. Siguiente pregunta.

Los ‘pussy hats’, los gorros feministas protagonistas de la Marcha por la Mujer de Washington. © Getty Images

2. Edúcate

Piensa que detrás de ti, vendrá otro “aliado» bienintencionado a pedir que le expliquen lo mismo porque no se ha molestado en googlear. Todos lo hemos hecho, tampoco es cuestión de pegarse latigazos en la espalda en una suerte de Semana Santa de la justicia social. Todos hemos molestado a una persona por chat porque teníamos tal duda y todos hemos abusado de la amabilidad de alguien de un colectivo socialmente marginado al preguntar más de la cuenta. Seguramente, con muy buena intención. Pero la intención no es lo único que cuenta en esta vida y a veces hay que poner además, un poco de voluntad. Hoy en día, en plena era de Internet, tenemos a bloggers maravillosas haciendo pedagogía sobre miles de temas. Canales de Youtube, charlas en vídeo, artículos, testimonios y tooooooodo eso. ¿En serio pretendes que esa chica a la que sigues, que habla sobre feminismo gratis en Twitter, te explique punto por punto lo que opina de un asunto determinado? Las clases particulares se pagan. No abuses del altruismo de esa persona. Y si no, siempre puedes pedirle su Paypal y hacerle una donación por las molestias. Ya que estás.

3. Aprende a disculparte

Créeme, vas a tener que hacerlo. No hace falta que les eches en cara lo malos que están siendo, con ‘todo lo que tú has hecho por ellos’. No pidas un trato especial, ser aliado no incluye escaparte de las broncas merecidas. Es nuestra responsabilidad revisarnos y trabajar para ser mejores. Esa es gran parte de la labor del aliado, intentar deconstruir su propio racismo, machismo, misoginia, transmisoginia, clasismo, etc, por su cuenta y riesgo.

Ser aliado no incluye escaparte de las broncas merecidas. Es nuestra responsabilidad revisarnos y trabajar para ser mejores.

Ponernos a la defensiva no servirá de mucho, pondría el foco en nosotros y nuestros sentimientos en lugar de en lo que hemos hecho, así que lo correcto será disculparnos debidamente. Da igual si “no querías decir eso”, piensa en esa gente que les incomoda día a día y pregúntate si no eres realmente como ellos cuando haces estas cosas. Disculparse es reconocer lo que has hecho mal y hacerle saber a la persona afectada que trabajarás para no volver a repetirlo. Una buena disculpa debe tener la voluntad de reparar el daño si es posible o de hacer que no se repita. La gente no se ofende porque quiere, ofenderse no se puede elegir. Dejemos atrás lo de que las personas que se ofenden son blandas, débiles, cascarrabias o la joya de la corona: “No tienen sentido del humor”. Si quieres que la gente te ría las gracias, mételes un billete en el bolsillo o relee el punto 2 y pídeles su cuenta de Paypal, seguramente tenga el mismo efecto cómico.

‘We should all be feminist’ el grito de Maria Grazia Chiuri en Dior. © Getty Images

4. Dales voz

Ya hemos hablado de escuchar y ahora toca la otra cara de la moneda, difundir. En esta sociedad cada grupo tiene sus propios “altavoces” desde los que difundir sus mensajes. Los más poderosos tienen los altavoces más grandes y potentes, los menos poderosos tienen sus canales, sus blogs, sus muros de Facebook, sus cuentas de Twitter, sus followers, su posición de privilegio en ciertos entornos en los que puede comunicar ciertos mensajes y ser escuchados… Se trata de hablar cuando ellos no pueden, donde ellos no pueden. Pero también, de hacer que sus asuntos sean escuchados por más gente. Y sobre todo, intentemos darles crédito siempre que podamos, dar visibilidad a sus iniciativas y no intentar apropiarnos de ellas.

Además, es posible que muchas de estas iniciativas ni siquiera te incluyan. A estas alturas, creo que está más que justificado que existan espacios no mixtos. No siempre vamos a ser bienvenidos en todas partes ni tenemos por qué serlo. Esto también es parte del trabajo, comprender cuándo puede estar presente y cuando no, sin sentir la necesidad de lloriquear sobre lo excluido que te sientes por ello.

No siempre vamos a ser bienvenidos en todas partes ni tenemos por qué serlo.

Y por supuesto, el tema de hacer chantaje emocional a las personas oprimidas cuando te llamen la atención por comportamientos inapropiados, con lo bueno que eres tú con ellas, lo apuntamos en la agenda para otra ocasión, ¿fecha? NUNCA.

5. Habla a tus iguales

La parte más importante y a la vez, la más difícil y en la que más se suele fallar. Si no aplicas bien este punto, tu “alianza” no sirve de nada. Lo más útil que puede hacer un aliado por una causa X, es utilizar su privilegio para ayudar a las personas que no tienen tanta suerte. Como aliado, es tu deber enfrentarte a tus iguales. Aquí es donde vas a ser de utilidad a las personas oprimidas, cuando ellas no estén delante.

Se trata de defenderlos cuando ellos no pueden, ¿qué mejor que empezar por hacerlo cuando no están presentes? Nada de querer ganar puntos, saca a la persona que quieres defender de la cadena de menciones, no la expongas a más acoso y haz lo que tengas que hacer. No te calles cuando tu colega haga un chiste sobre violaciones, encárale y explícale que eso está mal y que delante de ti no puede hacerlo más. Da la cara. Llama la atención a tus iguales. Pon el maldito grito en el cielo cuando otros hombres sean machistas delante de ti.

Tú sabes cómo son los grupos de hombres cuando no hay mujeres delante, todos lo sabemos. Y nos lleva a los demonios ver como nunca hacéis nada. Cómo os calláis cuando vuestros amigos hacen verdaderas barrabasadas y los defendéis porque no son tan machistas o es que… tuvieron un mal día.

Cada vez más hombres reclaman la igualdad. © Getty Images

No consientas que se hagan chistes racistas, islamofóbicos, capacitistas, tránsfobos o transmisóginos en tu presencia. No hace falta pegar un puñetazo por cada salida de tono, a veces callarse ante la risotada general o un gesto de desaprobación dicen mucho. Si nada funciona, prueba a hablar con la persona que dice las burradas aparte, donde no vea su ego atacado y pueda estar más cómoda admitiendo su error. Reconoce tus privilegios en la cara de la gente que comparte espacio de privilegio contigo para dejarlos en evidencia. Actúa.

Si a ti no te escuchan, menos van a escuchar a las personas oprimidas, así que imagínate. Piénsalo cada vez que te dé demasiada pereza hablar con tu amigo o tu familiar sobre esos chistes “de mariquitas” homófobos tan feos que cuenta. Ser un buen aliado no es una labor fácil. Pero tampoco es imposible y total, teniendo en cuenta los tiempos que corren y que parece que la justicia social no vive precisamente días de gloria, cómo no dar el resto y tratar de hacer las cosas lo mejor que esté en nuestra mano. Todos hemos necesitado un aliado en el momento justo, ¿por qué no intentar serlo para aquellos que nos necesitan más?