¿Qué hay peor que despertarse tras una buena fiesta con un dolor de cabeza similar al de tener a un pájaro carpintero de okupa en tu cerebro? ¡No tener desayuno en casa! Exacto.

Pero si no estoy hablando…. En fin.

El drama de no tener nada que echarse a la boca cuando la noche anterior te bebiste hasta el agua de los floreros (sí, sí, ese agua que tu cuerpo necesita ahora con urgencia) tiene fácil solución. ¡Salir de la cama y de tu casa!

Vale, no te apetece, pero es lo que hay.

Porque a ver, la otra opción sería que le hubieses hecho caso a esa vocecilla interna que llevas escuchando toda la semana y que te ha dicho por activa y por pasiva que fueses al supermercado.

Tranquilo Pepito. Tú has hecho lo que has podido.

Y bueno, también es verdad que podrías llamar a tu madre y decirle que vas a casa a desayunar. Pero… ¿seguro que quieres enfrentarte al interrogatorio de qué hiciste, con quién saliste, a qué hora volviste, qué bebiste, qué te pusiste o de si te llevaste la chaqueta?

O sea, que no.

Aunque pensándolo bien, también podrías llamar a tu mejor amiga (si es que te coge el móvil), preguntarle qué tiene en la nevera (sólido, que líquido ya sabemos que tiene mucho) y si encuentra algo comestible que te lo lleve a casa. ¡Já! Que te crees tú que va a moverse de la cama para llevártelo a ti. Sois mejores amigas, entendido, pero todo tiene un límite.

Tranquila, lo entendemos perfectamente.

Y sí, también podrías aprender a beber con cabeza, pero eso mejor lo dejamos para cuando todas tus neuronas estén activas. Así que venga. Dúchate…

Te sentará de maravilla.

Hidrátate…

En botella vas a ir BASTANTE más rápido.

Vístete…

Eso es. Cualquier trapillo es bueno. Sin excesos.

Y prepárate para disfrutar de un desayuno espectacular. De nada.

[galeria]