Por Mario Suárez

Porque no es lo mismo decorar para uno mismo que para otros, estos cuatro interioristas españoles plasman su verdadera idiosincrasia creativa en sus casas. Aquello que nunca se atrevieron a hacer en los salones de otras personas, aquí lo han convertido en una prolongación de sus estudios.

BELÉN DOMECQ: cuando la luz está invitada

Decía Antoni Gaudí que “los que miran las leyes de la naturaleza como apoyo de sus nuevos trabajos, colaboran con el creador”. Y es lo que hizo la interiorista Belén Domecq (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1974) cuando llegó hace 15 años a esta casa, vecina del barrio de Plaza de Castilla de Madrid: dejar que la luz y el verde de la naturaleza formaran parte del entorno doméstico.

Un gran patio con árboles en pleno centro de la capital ilumina la casa de norte a sur a lo largo de todo el día. “Es un pequeño lujo tener este jardín. En verano se abren todos los ventanales, y el salón se alarga hasta el patio”, cuenta la decoradora, dueña del estudio Grupo Cosmic y pupila del mítico Pascua Ortega.

La decoradora Belén Domecq es una amante de la obra del artista José Dávila (a su espalda), así como de mezclar muebles antiguos y contemporáneos en su casa de tres plantas en el centro de Madrid.
La decoradora Belén Domecq es una amante de la obra del artista José Dávila (a su espalda), así como de mezclar muebles antiguos y contemporáneos en su casa de tres plantas en el centro de Madrid.

Domecq presenta una casa de 500 metros cuadrados repartidos en tres plantas que, en su origen, fueron dos edificaciones distintas y que hace ocho años unió, respetando los forjados iniciales. “Tuve que encajar las dos casas, adaptar la obra inicial a la reciente, por eso forcé los contrastes entre suelos y techos con colores distintos”, aclara en relación a las paredes oscuras y los techos blancos. “Me gusta el contraste entre el claro y el oscuro: si tengo un suelo y un techo blanco, pues pongo el fondo oscuro. Esto da profundidad y, en ciertos casos, hasta más volumen a los espacios”, añade.

De cara a primavera, su casa se torna en colores verdes, “la luz entra en toda la planta”, y cambia el atrezzo de los muebles con flores frescas. No es partidaria de hacer grandes cambios cuando llega el buen tiempo, como la tradicional muda de alfombras, cortinas o fundas: “Nunca he entendido esa costumbre de quitar las alfombras con el buen tiempo. Hoy en día, con la climatización que tienen las casas, ya no es necesario, está un poco obsoleto, ¡además, sería una ruina auténtica!”.

Una obra de José Manuel Broto manda en este rincón de la casa de la decoradora, escoltada a su vez, por dos sillones de los años setenta, una estantería obra de su estudio Grupo Cosmic y un reloj de sol del siglo XVI en el centro.
Una obra de José Manuel Broto manda en este rincón de la casa de la decoradora, escoltada a su vez, por dos sillones de los años setenta, una estantería obra de su estudio Grupo Cosmic y un reloj de sol del siglo XVI en el centro.

GUILLE GARCÍA-HOZ: brotes ‘vintage’
“El alma de las casas se consigue también con la procedencia de los objetos, pues parece que te sientes más protegido y el aura es mucho mejor”. Así justifica Guille García-Hoz (Madrid, 1976) que en su casa haya un perro de tamaño natural de escayola herencia de la abuela de su pareja.

“Es lo más cercano que voy a estar de tener una mascota en la vida”, añade. Pero, poco después, nos señala también un baúl antiguo de su familia o una caja fuerte de un barco inglés de principios del siglo XX, como otros objetos vintage de su casa. Se trata de un piso en el madrileño barrio de Argüelles de unos 130 metros cuadrados, al que se acaba de venir a vivir, y que respira el espíritu artesanal del trabajo de García-Hoz.

La cocina de Guille García-Hoz es un espacio abierto al salón, con muebles vintage, una gran mesa central y plantas que dan continuidad a la vecina terraza.
La cocina de Guille García-Hoz es un espacio abierto al salón, con muebles vintage, una gran mesa central y plantas que dan continuidad a la vecina terraza.

Sentado en un sofá de terciopelo azul de estilo años cincuenta de la firma Sancal, explica que “lo bonito es que haya cosas nuevas de diseño junto con objetos del pasado. Es importante mezclar todos los estilos, compensar y meter cosas con sentido del humor”. Esto último lo dice por una lámpara con piezas de Lego que compró en el Salón de Milán y que añade un detalle pop a su salón. Una estancia en la que una de las paredes se ha mantenido en bruto tras la obra de remodelación: “Nos gustó mantenerla picada y sin yeso. Por luminosidad, iba a pintar la casa en blanco, pero así hago un juego de texturas; me gusta que se vean las rozas, es una pared que aunque no tenga nada, no echo de menos un cuadro en ella”.

Partidario de lo que en Reino Unido llaman spring cleaning (limpiar en primavera), Guille espera ver florecer las muchas plantas que tiene en su terraza: “Siempre que tengas terraza o balcón, debes ver brotar algo: una primavera en la que no ves florecer, no es primavera”, incide. Para el resto de las estancias, sugiere cambiar las cortinas en esta época del año y abrir las ventanas para que entre la luz a raudales.

Guille García-Hoz ha querido mantener sin enyesar una de las paredes de su salón. De este modo, contrasta con el blanco del resto de las paredes y con el terciopelo azul del sillón de Sancal en el que se sienta.
Guille García-Hoz ha querido mantener sin enyesar una de las paredes de su salón. De este modo, contrasta con el blanco del resto de las paredes y con el terciopelo azul del sillón de Sancal en el que se sienta.

LUIS GARCÍA FRAILE: agitar, mezclar y observar
Por su buena costumbre de hacer fiestas y recibir en casa, tuvo que adecuar el mobiliario de este piso del barrio de Justicia de Madrid. Y de este modo, hace unos meses encargó a la diseñadora Sonia Folache –de la firma John Tomjoe– que modificara su mesa Flamenco y la convirtiera en una champanera de color flúor. “La uso muchísimo. Y su tono me levanta todo el espacio. Soy mucho de colores, y más en verano, ya que aportan mucha luz a una estancia”, cuenta el interiorista Luis García Fraile (Madrid, 1978) que, aunque hijo del periodista deportivo José María García, ya se ha ganado un hueco en el circuito de la decoración por méritos propios.

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Una gran fotografía del artista Óscar Carrasco preside el salón de Luis García Fraile. En la parte superior de la vivienda está el área de lectura y el dormitorio principal.

Luis vive en un piso de 120 metros cuadrados, de dos habitaciones con terraza, por donde la luz camina sin vergüenza, elevando los espacios repletos de objetos vintage. “Esta casa tiene muy buen rollo, siempre está abierta a mis amigos. En verano, hago toda la vida en la terraza, donde incluso saco una televisión con ruedas que tengo”, cuenta.
Mezcla colores, tejidos y objetos de distinta procedencia en cada habitación, desde un sofá clásico en terciopelo azul, a una alfombra de plástico en color burdeos que compró en un mercadillo en Marruecos.

“No sigo ninguna moda, añado lo que me gusta en ese momento. Eso sí, siempre intento que sea todo lo más natural posible”, nos explica. Completan su ecléctico espacio una mesa de la Maison Jansen, unos pufs tapizados con telas antiguas, unas butacas de Jon Urgoiti y una interesante colección de arte contemporáneo: “Tengo piezas de Óscar Carrasco o Cyril Le Van. Se trata de obras que he comprado para mí o para otros proyectos y que, al final, he acabado quedadándome para mi propia casa”.

Un gran cuadro herencia familiar, preside una de las paredes del salón, acompañado por dos bustacas de Jon Urgoiti.
Un gran cuadro herencia familiar, preside una de las paredes del salón, acompañado por dos bustacas de Jon Urgoiti.

JAIME BERIESTAIN: un Picasso en el Ensanche
“A veces, en España no sabemos captar a los talentos, y hay que emigrar para que otras personas te descubran”. Jaime Beriestain (Chile, 1969) habla así de algunos de los artistas que conforman parte de su colección de arte. Sin embargo, de lo que quizá no se da cuenta es que él es un hijo pródigo de su Chile natal, que ha encontrado en España, desde hace 17 años, su lugar donde triunfar como decorador. De hecho, Beriestain se ha convertido en el interiorista de más fama en nuestro país en el último año, desde su personal estudio en Barcelona.

En el número 167 de la calle Pau Claris, abrió en 2013 su Concept Store: un megaespacio de 500 metros cuadrados donde encontrar objetos vintage, flores naturales, alfombras o libros, así como un precioso restaurante que le ha lanzado al imaginario de los barceloneses de a pie.

Jaime Beriestain es un gran coleccionista de arte. Su última adquisición fue una escultura de una piedra volcánica esmaltada en oro de Bosco Sodi.
Jaime Beriestain es un gran coleccionista de arte. Su última adquisición fue una escultura de una piedra volcánica esmaltada en oro de Bosco Sodi.

Jaime lleva tiempo viviendo en un piso clásico del Ensanche barcelonés de principios del siglo XX. Un espacio limpio y relajado, donde el arte manda y las más diversas obras se dan codazos. “Hice un contenedor en blanco donde poder alojar mi colección. Quise crear esta gran caja para que todas las piezas pudieran comunicarse entre ellas”, confiesa.

Obras de Peter Halley, Fernando Prats, Yago Hortal, Gabriel Orozco y hasta un pequeño Picasso, son algunas de las piezas que reinan en este piso sin apenas paredes y con la luz como guardesa: “Siento que el arte resulta algo tan necesario como disponer de agua en la nevera. Me he privado de cosas suntuosas, de comprarme un reloj, de hecho, con el teléfono me basta… prefiero una pieza de arte”.

Este artículo se publicó originalmente en ‘Shopping&Style’, el suplemento del último jueves del mes de ‘El País’.