Hace algunas décadas, cuando una mujer estaba embarazada tenía vía libre para pedir lo que quisiera comer a cualquier hora del día. Daba igual que fuesen las tres de la mañana y su Paco estuviera roncando: si tenía ganas de comer, qué sé yo, ¡¿fresas?!, él tenía que despertar, frotarse la legaña y salir corriendo a buscarlas no fuera a ser que el futuro heredero naciera con una mancha en forma de fruta en cualquier parte de su anatomía.

Si a ello le sumamos la sabiduría, que proclamaba que «hay que comer por dos», el resultado nos da una clara sobredosis de calorías. Un festival. .

© Fotograma de 'Juno'.
© Fotograma de ‘Juno’.

Por supuesto, a estas alturas ya se ha demostrado que nada tiene que ver la aparición de manchas en la descendencia con que la madre hubiese comido lo que se le ponía entre las cejas durante el embarazo. Tampoco es verdad que haya que comer por dos, dicho sea de paso. La alimentación en el embarazo tiene que ser rica y variada dentro del marco de la alimentación saludable pero no se recomienda aumentar la cantidad sino la frecuencia.

Esto, no.
Esto, no.

Pero vayamos directos al tema que nos atañe: ¿existen (realmente) los antojos?

Si has estado embarazada, sabrás que es un hecho que te cambian los gustos y, de repente, cosas que no te llamaban la atención en absoluto te apetecen muchísimo. Hemos charlado con la dietista nutricionista Júlia Farré sobre este tema y ella lo tiene claro: «No existen los antojos», contesta; «No tenemos capacidad de saber qué nutrientes nos hacen falta. Si tenemos necesidad de hierro no vamos a tener necesariamente ganas de comer hígado, por ejemplo. Lo que sí que ocurre es que, cuando estamos embarazadas, nuestro cuerpo cambia y también la disposición de los órganos internos, que tienen que hacer hueco para el útero creciente. El estómago se mueve, los intestinos se recolocan y esto hace que nuestras digestiones varíen. Se producen cambios en nuestros gustos: cosas que nos encantaban puede que nos sienten mal y, otras, que lleguen a darnos asco (porque también tenemos el sentido del olfato hiperdesarrollado). En definitiva: sí que hay un cambio físico que justifica los cambios en las apetencias. Pero no tenemos ganas de comer fruta porque andemos justos de ciertas vitaminas, por ejemplo».

Purito vicio.
Purito vicio.

«De todas maneras, escuchar al cuerpo siempre es una buena idea», prosigue Farré. «Es decir: es preferible comer cosas que nos apetezcan que no forzarnos a comer alimentos que nos dan mucho asco o que no nos apetecen. Siempre nos sentarán mejor».

¿Esto quiere decir que podemos ponernos finas a comer helados bajo la excusa de que nos los está pidiendo el cuerpo? que diga que sí, que digan que sí. «PUES NO». Oooooooohhhhhh. Significa que, siempre que lo que nos apetezca sea un alimento sano, es mejor comer eso que no obligarnos a comer otro que no nos apetece absolutamente nada. Si no te gustan las judías verdes, por poner un ejemplo, busca una alternativa similar que te guste más ¡y no pasa nada!

¡Brócoli a la vistaaaaaa!
¡Brócoli a la vistaaaaaa!

Vale. Nos ha quedado claro ya que no existen los antojos como tal, pero sí que hay varias cosas que las embarazadas tienen especial ganas de comer cuando están esperando un bebé, y muchas de ellas son bastante universales. Así que vamos a ver qué beneficios puede tener dejarnos llevar y comer lo que a nuestro cuerpo le apetece….

FRUTAS

«A mí me dio por comer fruta; tanta, que la frutera me veía entrar y ¡se frotaba las manos!», nos cuenta Allende. «Con mi segundo embarazo me dió por la sandía. Absolutamente todos los días tenía que comerla, ¡¡¡así que cada día compraba una o dos!!!». Mirentxu tampoco quedó inmune a la fruta: «Me pasé todo el embarazo de la mayor de mis hijas comiendo fresas. Mi jefa me traía medio kilo todas las mañanas y me lo zampaba en el curro, y por la tarde caía otro medio. Con el pequeño me dio por las naranjas y mandarinas, pero no fue tan exagerado».

Da igual que sean manzanas, tomates, melones, cítricos… si nos da por las frutas, estamos de enhorabuena. La fruta se digiere genial (y sienta mucho mejor que los fritos, dónde va a parar), no produce pesadez y, además, aporta un buen chute de fibra. El estreñimiento es uno de los grandes problemas de las embarazadas, así que la fruta nos puede ayudar mucho. Cuenta con antioxidantes, vitaminas y azúcares para ayudarnos a sobrellevar el día. En fin, ¡que todo son ventajas!

Afortunada tú si eres Minion y te da por la fruta...
Afortunada tú si eres Minion y te da por la fruta…

VINAGRES Y PICANTES

María Teresa, Ana y Jennifer nos dicen casi a coro: «¡Pepinillos en vinagre!». Los vinagres son uno de los grandes hits de los embarazadas. Júlia Farré añade: «En realidad, este tipo de alimentos con sabor muy fuerte son amados por algunas embarazadas y odiados por otras. Pero si es lo que te apetece, están bien, porque son alimentos saciantes y con pocas calorías. El único problema que pueden tener es la sal, que puede llevar a la retención de líquidos, algo de por sí muy común en el embarazo».

Los picantes son un antojo menos común y, si bien algunas confiesan que se morían por comidas bien cargadas, lo normal es que las digestiones sean difíciles y no apetezcan mucho.

"Dicen que pica... pero yo no lo noto" - palabra de embarazada con 'tic' por el picante.
«Dicen que pica… pero yo no lo noto» – palabra de embarazada con ‘tic’ por el picante.

PESCADOS

A Susana se le hace la boca agua mientras nos cuenta cuál fue su perdición durante el embarazo: «Bocadillo de sardinas de lata con tomate. ¡¡¡Mmmmmm!!!». Gisela, que tuvo hace poquitos meses a su bebé, confiesa que ella se volvía loca por los mejillones…

Según Farré, es fantástico que nos apetezca comer cosas procedentes del mar: atún, berberechos, mejillones. «Durante el embarazo, es bastante común que a la mujer se le den suplementos y uno de los más comunes es el yodo. ¡Que mejor que acudir directamente a la fuente! Además, todos estos alimentos tienen poca grasa y proteínas de alto valor biológico».

Las súper necesarias ostras de los stickers de Facebook te saludan.
Las súper necesarias ostras de los stickers de Facebook te saludan.

DULCES Y REGALIZ

Muchos mortales de a pie (sin bollo en el horno) se suelen decantar por dulce o salado fácilmente, pero en el embarazo es bastante común que cambien los gustos. Marta nos cuenta: «Empecé a comer cosas dulces que antes no me gustaban: me hice muy golosa (y eso se me quedó) y empecé a odiar los guisantes con jamón». A Elva le pasó todo lo contrario «Perdí las ganas de comer dulce, y eso que me encanta». En general, en el embarazo debemos vigilar la ingesta de dulces. Mucho cuidado con la diabetes gestacional que aparece en entre un 3 y un 10% de las embarazadas…

Uno de los ‘antojos’ por los que se decantan más mujeres es el regaliz. Júlia Farré nos cuenta: «El regaliz tiene un componente, la glicirrina, con propiedades antiácidas y antiinflamatorias de la mucosa gástrica, que hacen que esté recomendado como tratamiento complementario de alteraciones digestivas». Tanto el ardor como el reflujo gástrico son bastante comunes en el embarazo así que ¡que ruuuuuuule el regaliz!

Tasssty!
Tasssty!

BEBIDAS

Durante el embarazo debemos hidratarnos bien. Y no: con esto no nos referimos a bebernos hasta el agua de los floreros. El alcohol pasa a la placenta así que, aunque en las películas viejunas o series veáis a futuras madres bebiendo o fumando, esto es un no way en toda regla. Tampoco debemos abusar de las bebidas carbonatadas o de las excitantes como el café. No es que no podamos beber un café por la mañana si estamos acostumbrados a eso, pero no podemos encadenar una taza tras otra. Fantástico beber agua, zumos (pero naturales, no los de bote que a veces tienen de zumo sólo el nombre) y, si tenemos ardor, podemos beber leche, que nos ayudará a calmar a nuestro dolorido estómago. La leche tiene Ph básico, al contrario que los yogures, lácteos también, pero ácidos.

Amiguis... esto NO.
Amiguis… esto NO.

Una mala noticia: andaba yo muy contenta bebiendo horchata, uno de mis antojos personales, pues tiene ácido fólico pero ¡erroooooor! Aunque es cierto que lo contiene, no es suficiente (la leche tiene más), y añade un montón de azúcares. Mecachis. ¡Me quedé sin excusa para beberla a litros…!

¡Tadáaaa!
¡Tadáaaa!