Si has estudiado periodismo o comunicación, El Dorado es México. En caso de haber tirado por la rama sanitaria, los países anglosajones son una buena opción. Profesores universitarios, licenciados en Humanidades e investigadores son bienvenidos en América Latina (sobre todo, en Perú y Ecuador). Brasil, Chile y Colombia necesitan técnicos cualificados en los negocios del petróleo, en tecnología, informática y el sector financiero. Argentina pide técnicos e ingenieros. Biólogos, veterinarios y másters en empresa van a Emiratos Árabes. China demanda arquitectos, ingenieros, diseño de moda, informáticos y gestión de hostelera. El país de Bollywood busca expertos en marketing.

Con esas oportunidades sobre la mesa alrededor de 400.000 españoles han abandonado el país desde 2008, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). No se ha producido una emigración a gran escala como 
en los años 60, pero una de cada cuatro demandas de empleo solicita un puesto en el extranjero. 
Y la tendencia crece: solo en el primer semestre de 2012 salieron de España más personas que en todo 2010. También se alcanzó una cifra récord en el dinero enviado por españoles residentes en el extranjero: casi 6.000 millones de euros. Una cantidad que, de seguir así, pronto igualará la que los extranjeros residentes en España envían a sus países de origen, según datos del Banco de España. Los emigrantes son, sobre todo, de Valencia, Cataluña y Madrid.

El perfil tipo del expatriado es un joven licenciado de entre 25 y 35 años. Lógico, con una tasa de desempleo que supera el 27% y afecta a más del 57% a los menores de 25. En los últimos meses, la falta de perspectivas ha elevado esa edad hasta los 45, ha rebajado la cualificación de los demandantes y complicado el escenario. Entre los españoles que emigran y los inmigrantes que nos abandonan, España pierde población (joven) por primera vez en la historia.

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NACHO VALLE
41 años. Director de una galería de arte. De Valencia a Nueva York.
«Recuerdo perfectamente el día en que decidí marcharme. Iba en la bici, haciendo el Camino de Santiago y pensando en mi situación laboral. Nada me ataba a Valencia ya, así que me dije a mí mismo: ‘¿Y por qué no te vas?’. Desde que llegué a Nueva York, me siento como en casa y creo que puedo decir lo mismo de muchos amigos míos que también han tenido que irse. Hoy dirijo la Y Gallery en Orchard St., en el Lower East Side. Volveré a Valencia, pero van a pasar unos años: en Nueva York estoy muy a gusto. La respuesta a por qué están así las cosas en España es compleja y fácil a la vez: no hemos hecho las cosas bien. Nos han engañado y robado y no hemos hecho nada. O no lo suficiente. Es muy triste ver lo que ha pasado en una ciudad como Valencia. Nunca imaginé que podía pensar así, pero me niego a pasarme años sin fecha en el paro. A tener que tirar de la familia. Es por eso que aconsejo a todo el mundo que, si puede y quiere, adelante. Que haga las maletas. Que emigren sin miedo. ¡Solo se falla el penalti si se tira!».

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ESTHER SABIO
33 años. Investigadora en Didáctica Ambiental. De Barcelona a Ecuador.
«Estaba deseperada. Y la idea surgió porque un amigo se iba a Ecuador como profesor-investigador en una universidad. Yo ya había estado dos veces en Latinoamérica (México y Brasil), así que me dio el contacto y envié mi currículum. El mismo día me respondió Pablo Ulloa, un profesor universitario ecuatoriano residente en Madrid que se encargaba de realizar la selección. Desde que lo envié, en un mes y medio me estaba yendo a Ecuador, con el billete pagado por la institución pública que me contrataba, la Universidad Técnica de Manabí (UTM).  Realmente, nunca tomé la decisión, solo me dejé llevar por la corriente del trabajo precario en España. Me vine con ocho españoles más y una venezolana, todos con doctorados. Los manabitas son un pueblo agradecido con quienes vienen trabajar. Yo estoy encantada de sentirme tan útil. Confío en acabar este año mi tesis y en el futuro poder reunirme con mi novio, que trabaja en Francia como ingeniero mecánico…».

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MARTA ISASA
32 años. Licenciada en química y doctora en Biomedicina. De Barcelona a Boston.
«Desde que empecé mi carrera científica, asumí que pasaría una temporada lejos del Mediterráneo, de Barcelona. Pisé Boston por primera vez el 1 de abril de 2011, donde estoy realizando, desde septiembre pasado, un posgrado de investigación en la Harvard Medical School. Estados Unidos es un país de acogida: solo en Boston hay más de 50 universidades y es una ciudad muy multicultural. Creo que el mayor problema que tenemos en España es el miedo al fracaso, clase política aparte… Demasiado papeleo y tiempo, es poco práctico y nos da miedo invertir en nuevas ideas. ¿Y si sale mal? ¿Y si…? Ese pánico al fracaso no existe en EE. UU., la gente simplemente no se justifica si algo va mal; el día siguiente irá mejor. Keep on moving. Por eso admiro tanto a la gente que, incluso teniendo trabajo, lucha contra tanta burocracia y empieza nuevos proyectos. Cuando uno emigra por razones profesionales, siempre tiene la idea de volver a casa pronto. Sin embargo, cada día lo veo más negro. Seguimos viviendo en un país que valora más el ladrillo que el conocimiento. Un país en que la mayoría de sus ciudadanos están muy por encima de sus gobernantes. Hay muchos científicos españoles en Boston que están esperando la oportunidad de regresar a casa. Pero es simplemente inviable».

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LUIS SARTORIUS
41 años. Arquitecto. De Sevilla a Chile.
«He tenido estudio propio y he trabajado al servicio de la Administración Pública. También soy emprendedor: patenté el ‘ganchufo’ (www.ganchufo.com), una base de enchufe para puntos de luz. Nunca hubo respuesta a mis envíos de CV. El mercado había quebrado y las puertas de la construcción están selladas en España. Solo unos pocos aceptan honorarios extremadamente bajos.  Irme fue una decisión muy meditada con mi mujer. Dificilísima. Pasar de una vida en familia –tengo dos hijos, de 6 y casi 3– en la mejor de las etapas, a estar completamente solo a muchos kilómetros de distancia, es una sensación de vacío que cuesta mucho llevar por dentro. Nuestra idea es instalarnos todos en Chile. No comprendo cómo puede aguantar la sociedad española, con el índice de paro tan alto y unos gobernantes exprimiendo cada vez más a los ciudadanos. La mejor opción es irse, pero sabiendo adónde y con qué posibilidades. Recomiendo marcharse con las cosas bien atadas previamente».

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REBECA SÁNCHEZ
38 años. Diseñadora de moda.  De Madrid a Dusseldorf,  Alemania.
«Tenía mi propia empresa, Monikako, con una socia. Llegamos a presentar en París. Todo nos iba muy bien, estábamos preparando nuestra segunda colección, pero… Quien nos producía la ropa delegaba en una empresa mayor, que cerró de repente por la crisis, dejándonos colgadas. Nos pusimos a buscar alternativas, adelantamos dinero y nos estafaron. Nos vimos sin nada. Solo me salió un empleo a 50 km Madrid con un sueldo de 900 euros de los que la mitad se irían en canguros y gasolina.  Encontré una oferta en Dusseldorf, en una empresa donde se habla inglés. Hice una entrevista en Madrid, me preseleccionaron y viajé a Alemania. Tuve una suerte increíble: logré que me diesen trabajo como freelance desde casa, que era mi mayor deseo. Tengo dos hijos pequeños y no concebía separarme de ellos. Hoy soy una expatriada… en mi propio país y pago mis facturas gracias a una empresa extranjera».

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JUAN GUTIÉRREZ
22 años. Licenciado en ADE. De Santander a Uzbekistán.
Tras cuatro años estudiando, me encontré con mi título y mis muchas prácticas en diversas empresas, cursando en un banco las que serían las últimas. Fue el verano pasado. Barruntaba irme a Australia con mis ahorros para perfeccionar el inglés cuando se abrió en mi horizonte Uzbekistán, un destino impensable. Fue a través de un amigo, que me informó de la posibilidad de conseguir algún buen trabajo en ese país en vías de desarrollo. Lo encontré como coordinador comercial de un proyecto de logística internacional. Llegué en noviembre de 2012. Mi puesto consistía en llevar la investigación de mercado, búsqueda de clientes, reuniones con el Gobierno y proveedores, juntas de accionistas… Siempre con una traductora de ruso/inglés. Pero finalmente la empresa cerró. Acabo de regresar a España y no tengo miedo a irme de nuevo. Mi mercado es ahora el mundo».

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TAMARA HIDALGO
31 años. Profesora de español. De Madrid a Eldoret, Kenia.
«He sido profesora de español en Eton School (Inglaterra) y en un liceo de Varsovia (Polonia). Tras varios años fuera, decidí volver a Madrid en verano de 2011. Contra todo pronóstico, encontré trabajo en un proyecto sobre adaptación de textos para personas con discapacidad cognitiva. Después de un año y medio, que era la duración de mi contrato, fue imposible renovar: el dinero dedicado a la investigación es inexistente. Menos aún en el campo humanístico. Solicité varios programas de profesores en el extranjero a través de los ministerios de Exteriores y de Educación, y de la Universidad Autónoma de Madrid. Me concedieron un empleo en Pekín y otro en la Moi University de Eldoret, Kenia. Optamos por esta (me vine con mi pareja) porque África nos atraía mucho más. De hecho, es un sueño que tengo desde pequeña, y que había olvidado… Ahora, me encuentro reconocida y satisfecha con el trabajo, algo que he experimentado siempre en el extranjero y nunca en España».

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MARÍA DEL RÍO
31 años. Traductora. De Barcelona a Nueva Delhi, India.
«Quise cambiar de trabajo y empecé a mirar ofertas, pero las condiciones que ofrecían eran iguales o peores, que las de España. Así que pensé en volver a estudiar en el extranjero, para abrirme más puertas. Me fui a Nueva York en enero de 2011 y allí conocí a Alberto, mi novio. Lo trasladaron a Nueva Delhi y decidí que mi tesis sería sobre cómo afecta a las mujeres el uso del espacio publico en la ciudad. La entregué dos semanas antes de que violaran a la joven Amanat. Ahora soy voluntaria en dos ONG, una de ellas trabaja con hombres para reducir la violencia de género en India. También colaboro con otra en Kuala Lumpur y una cuarta en Washington DC. Y si bien la India no es el país en el que quiero vivir, el sueldo de Alberto nos sobra para los dos. En los dos años y medio que llevo fuera de casa he notado que el desánimo general ha aumentado mucho. Nuestra intención es regresar en un futuro a Nueva York, donde hay más oportunidades de encontrar un trabajo acorde a nuestra formación y experiencia».

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