La fantasía es uno de los elementos que jamás falta en las historias infantiles. El mundo de los cuentos se encuentra lleno de bellas princesas, temibles dragones, magia y pociones, encantamientos y personajes únicos cuyas aventuras transcurren en lugares increíbles… o más reales de lo que pensamos. Y es que hay rincones en los que la etiqueta de ‘pueblos de cuento de hadas’ no se trata de una metáfora, sino que literalmente fueron escogidos por grandes autores para sus historias, las cuales sirvieron para darles una fama con la que jamás hubieran soñado.

La literatura infantil y juvenil no discrimina entre grandes ciudades y pequeñas aldeas. Ejemplos como el Londres de Harry Potter, el Madrid de El ratoncito Pérez o el París d El Jorobado de Notre Dame nos llevan a capitales europeas, del mismo modo que hay otras historias que lo hacen a lugares mucho más pequeños, pero con mucho encanto. Son pueblos de cuento a los que escaparse para volver a ser niños.

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Pero no, tu pueblo no está entre ellos así que no estés tan contenta.
  • Maienfeld, el pueblo de Heidi.

No hay rincón en este pequeño pueblo de las montañas suizas que viva ajeno a la obra universal de Johanna Spyri. La escritora radicó allí la historia de Heidi y, décadas después, la auténtica Maienfeld le rinde homenaje con rutas temáticas y atracciones que nos introducen en el cuento. Existe la ‘casa de Heidi’, recorridos por las calles del pueblito que comienzan en la estación de tren, subida a los pastos alpinos de Ochsenberg… En cada parada nos narran la historia de la niña y, de paso, descubrimos que la fascinación por los paisajes alpinos no se limitaban al cuento.

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Y por supuesto también podrás bajar la montaña cantando «abuelito dime tú…».
  • Visby, el pueblo de Pippi Calzaslargas.

Astrid Lindgren llenó de fantasía los pequeños pueblos de su país, Suecia, para dar vida a sus historias. Una de las más conocidas es la de Pippi Långstrump, que vivía en Visby. Situada en la isla de Gotland, se trata de una de las ciudades medievales mejor preservadas de Escandinavia, con un festival cada verano que hace retroceder al pueblo a esos siglos. Además, más contemporáneo, está también Kneippbyn, un parque de atracciones donde se levanta la misma casa que se utilizó para el rodaje de la serie de Pippi, ahora un museo.

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Solo te faltará el Señor Nilsson para vivir unos días como ella.
  • Collodi, el pueblo de Pinocho.

De Pinocho… y de la madre del autor, que incluso tomó el lugar para crear su nombre literario: Carlo Collodi (en vez de Carlo Lorenzini). Situado en la Toscana, el pueblo medieval es de lo más curioso, alargado en torno a apenas un par de hileras de casas que desciende por una gran pendiente. Solo se puede recorrer a pie, entre casas de piedra, en un camino que va desde la iglesia de San Bartolomé, arriba, a la Villa Garzoni y su jardín barroco, abajo. Por supuesto, las alusiones al cuento son muchas, además del museo, la biblioteca y plazas y parques dedicados al muñeco de madera.

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Aquí te pensarás dos veces lo de mentir, por si acaso.
  • Hamelín, el pueblo del flautista.

En la Baja Sajonia, a orillas del río Weser, se encuentra la pequeña ciudad de Hamelín. Conocida en su día como la Gibraltar del Norte, por estar rodeada de cuatro fortalezas a lo largo de los siglos XVIII y XIX, no hay que dejar de ver allí el espectacular paisaje sajón desde la torre Klütturm, en las ruinas de una de las antiguas fortificaciones (Napoleón y su ejército echaron abajo todo). En el centro del pueblo se representa la historia del flautista, hay un museo y no faltan alusiones escultóricas e incluso en un reloj con movimiento.

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Esperamos que sin ratas, por favor.
  • Forks, el pueblo de Crepúsculo.

No todos los cuentos tienen siglos de historia. Los hay mucho más contemporáneos, como el de Crepúsculo, la obra de Stephenie Meyer. Esta pequeño pueblo maderero del noroeste de Estados Unidos, popular también por la pesca del salmón y la trucha en sus ríos y rodeado de inmensos bosques declarados Parques Naturales, vivió una revolución gracias a la fama de las novelas y las películas. Allí es posible visitar la casa de los Cullen, la de los Swans o el hospital donde trabaja el Dr. Cullen (y todo ello a pesar de que no se rodó allí la trilogía).

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Pero no esperes que estén Kristen Stewart y Robert Pattinson esperándote por ahí.
  • Lönneberga, el pueblo de Miguel el Travieso.

Miguel (aunque en la obra original se llama Emil) es otro de los personajes inmortales de Astrid Lindgren y su pueblo, Lönneberga, es una pequeña aldea de apenas 160 habitantes en el corazón del sur de Suecia. Los que quieran conocer cómo es la vida en una pequeña zona rural escandinava, allí tienen todos los elementos para revivir las historias de Miguel: sus granjas, sus praderas, sus mermeladas caseras… pero no mucho más. De hecho, es en Vimmerby, a no mucha distancia, el pueblo de la autora, donde hay más referencias a la historia.

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Así que podríamos decir que es un viaje dos en uno.
  • Great Missenden, el pueblo de Matilda.

Roald Dahl vivió durante 36 años en este pequeño pueblo del condado de Buckinghamshire, el mismo en el que transcurre la historia de Matilda, uno de sus personajes más populares. El pueblito es el marco de muchas de sus obras, no solo esta, pero muchos no pueden dejar de ir a su High Street, a la librería, la misma en la que la increíble niña leía y leía mientras su madre jugaba al bingo. Esta y más historias se reviven en el museo dedicado al autor, que conserva incluso su pequeña casita en la que escribía en su jardín.

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¿Quién no ha querido ser como Matilda y tener sus poderes?