En Finlandia, todo el mundo habla en voz baja. En Helsinki, pese a ser la capital y estar poblada de gente joven y activa, también. Parece, no solo que no se quieren molestar los unos a los otros, sino que no quieren agitar la propia ciudad. Helsinki es uno de los epicentros mundiales del diseño, pero es también un lugar sereno.

Tiene una personalidad singular: su espíritu está en algún lugar entre el Este y el Oeste, recuerdo de su pasado ruso y sueco. Esto le ha obligado a buscar su propio carácter. Y lo ha encontrado gracias a un puzzle de naturaleza, bienestar, gastronomía, arquitectura y al omnipresente diseño. Helsinki es una ciudad para viajados, para los que ya conocen bien Roma y Nueva York. No está masificada, ni hay colas para entrar en los monumentos. Esta placidez reconforta tanto como ese silencio al que resulta tan fácil acostumbrarse.

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La naturaleza, tan próxima al centro de Helsinki, es uno de los mejores reclamos para el viajero que busca desconexión total. © Getty Images

¿Una sauna? Claro, que sí

El bienestar y su búsqueda están en el ADN de Finlandia. La sauna es el espacio de socialización de los finlandeses y la adicción que despierta es difícil de entender para los extranjeros. Sin embargo, una vez allí, hay que intentarlo. Un viaje al país nórdico que no escandinavo pasa por tomar todas las saunas posibles. Y aquí, donde cuentan con más saunas que automóviles, resulta fácil encontrar una. ¡Hasta hay un Burger King que tiene la suya propia!

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Una buena sauna es santo y seña de la cultura finlandesa. Löyly es la que ahora está de moda.

El fervor nacional por la sauna es tal que el sitio de moda en Helsinki es, precisamente, una. Se llama Löyly y, para ser justos, es mucho más que eso: son casi 2.000 m2 de sauna, restaurante, solárium, terraza y bar, y funciona día y noche. El edificio, que es hermosísimo todo hay que decirlo, se ha construido en madera ecológica por Avanto Architects y está a orillas del Báltico, a un paseo del centro de la ciudad. Salir de saunas como quien sale de bares da muchas pistas sobre esta sociedad.

A Löyly se le acaba de unir otro de esos lugares que solo pueden existir en una capital que tiene el bienestar y la salud muy encajados en su ocio. Se llama Allas Sea Pool y es un complejo situado junto al puerto, que incluye incluye tres piscinas (una de ellas de agua de mar purificada) y tres saunas: una de hombres, otra de mujeres y la tercera dedicada a eventos privados. Es evidente que la cultura de este país se entiende mejor sudando, eliminando toxinas y sentados sobre una toalla.

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Repón fuerzas saboreando su espléndida cocina.

Va siendo hora de comer

Esta idea de reformatear lo tradicional se traslada a la gastronomía. Finlandia ya comía alimentos de proximidad y orgánicos antes de que se pusieran de moda. Hoy los envuelve y ofrece en entornos urbanos. Aquí la fiebre de lo eco no ha llegado porque siempre ha existido. Hasta ahora nadie viajaba a Helsinki a comer (aunque se llevara salmón como souvenir) pero, en los últimos años, la ciudad se está ‘gourmetizando’, como otras muchas.

Una buena manera de conocer la cocina finlandesa contemporánea es a través de las tapas. Mejor, de las sapas, que es como las llaman aquí. El término procede de Suomalaiset AlkuPAlaSet, que significa “pequeños aperitivos”. El parecido con nuestras tapas es pura serendipia. Juuri es un restaurante que las ha convertido en el centro de su propuesta. Es pequeño y está tan bien diseñado como esperamos: Marimekko e Iittala, dos firmas totémicas del país, están presentes en las mesas. La cocina que sirven en este establecimiento explora las distintas gastronomías del país con una vuelta de tuerca. Juuri es interesante y poco pretencioso. Si nos gusta, podemos comprar allí mismo el libro que habla de este proyecto.

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Detalle de la fachada de Juuri, uno de los restaurantes más ‘trendy’ de la ciudad.

Hay otras opciones curiosas, como comer en un restaurante efímero. La idea de negocios con fecha de caducidad es bastante común en Finlandia. Finnjavel es un restaurante pop-up que cerrará al año que viene. Está situado junto al puerto y sirve cocina finlandesa contemporánea. Otra idea singular es comer en una isla. El plan es sencillo: cogemos en Helsinki el ferry que va a Suomenlinna y, en 15 minutos, llegaremos a esta pequeña isla que acaba de ser abierta para el ocio. Allí está Lonna, restaurante cálido y con un punto hipster que sirve platos sabrosos y sanos.

Visitar islas casi sin pensar nos puede parecer extraño, pero es una actividad común en Helsinki. También es fácil, ya que su archipiélago tiene más de trescientas. En todo el país, la naturaleza es invasiva y cercana, se cuela por todos los rincones. Finlandia es natural o no es. Por eso, las actividades que incluyen la interacción con el bosque o el lago son absolutamente cotidianas. El ferry mencionado, el que lleva a Suomenlinna, está tan poblado como el metro de Madrid, pero es bastante más agradable. Visitar esta isla-fortaleza del siglo XVIII resulta una buena idea.

Hoy es una especie de aldea donde nos podemos sumergir en verde, hacer un picnic y, sobre todo, sentirnos lejos de todo. ¡Y a solo un cuarto de hora de Helsinki! Si queremos extremar esta sensación, podremos irnos más lejos, pero no hace falta mucho más. El lago Saimaa, a solo dos horas y media en tren, supone una inmersión total en la naturaleza: es el mayor lago de Finlandia y el quinto de Europa, aunque, en realidad, es un laberinto de agua cristalina que cuenta con 14.000 islas. Un espectáculo fascinante. Si queremos sentirnos finlandeses, alquilaremos una cabaña. Si no, podemos instalarnos en Anttolanhovi, un complejo de neocabañas que nos dan una lección de integración con el entorno, arquitectura y diseño.

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A pocos minutos de Helsinki en ferry, descubrirás multitud de pequeñas islas que salpican el lago Saimaa.

Objetos que hacen la vida bella

Diseño. Ya salió la palabra. Es inevitable no pronunciarla muchas veces cuando se habla de Finlandia. Aquí el diseño se entiende como una necesidad, algo que mejora la calidad de vida. Por tanto, es accesible y cotidiano. Cada casa está repleta de marcas finlandesas a las que casi no se les da importancia, pero que los extranjeros codiciamos. Si vamos a Artek, que iremos, no sabremos si estamos en una galería o en una tienda, pero al ver la naturalidad con la que la gente entra y compra, entenderemos cómo el diseño está encajado en la vida diaria.

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Si no quieres caminar, alquila una bicicleta y recorre cómodamente barrios como el de Suomenlinna.

Las marcas más conocidas, casi glorias nacionales, son Marimekko, Iittala y Arabia. Las dos últimas cuentan, desde noviembre, con un nuevo e importante espacio que acogerá exposiciones y tienda. ¿El objetivo? Explorar de manera creativa el legado de estos dos nombres. Lo anotamos en la agenda porque estará en cualquier ruta sensata que se precie. También lo estará la inevitable visita a Punavuori, el Distrito del Diseño. Puede durar dos horas o dos días. Hablamos de unos 200 espacios distribuidos en una red de calles de nombres impronunciables e imposibles de escribir, como Uudenmaantaku o Korkeavuorenkatu.

Hay tiendas de todos los formatos y de cualquier tema: peluquerías, ropa para niños, tiendas vintage, papelerías, ópticas, galerías, restaurantes… Una de las más conocidas es Lokal, en la que se pueden comprar objetos de diseño y ver exposiciones de artistas finlandeses o que hayan vivido allí, mientras tomamos un café. Por cierto, en Finlandia hay muy buenos cafés porque es el país del mundo donde más se consume esta bebida. Curioso.

Una ruta del diseño seria termina en el Design Museum. Este museo está situado en la que fue la primera escuela mixta del país. La fecha, 1895, confirma que la cultura igualitaria que impregna este país no es un invento reciente. Aquí no encontraremos blockbusters ni colas, sino un espacio amable y que nos permite empaparnos de la cultura del diseño. La exposición permanente, Fininish Form, recorre de manera sencilla la historia del diseño y las artes aplicadas desde finales del siglo XIX. Las muestras temporales tienen muy buen nivel: la principal de este año se ha dedicado a uno de popes del diseño nacional, Eero Aarnio que, a sus 84 años, sigue vivo y en activo.  Otros museos que merecen una visita son el Kiasma (con propuestas de vanguardia) y el HAM-Helsinki Art Museum (donde se puede ver, hasta el 22 de enero, una gran exposición sobre la japonesa Yayoi Kusama).

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El Design Museum, auténtico templo del diseño en Helsinki. Un lugar muy especial donde contemplar las obras de grandes diseñadores, como por ejemplo, Eero Aarnio.

Una lección de arquitectura

Pero si hay algo que debemos hacer en esta ciudad es caminar. Los amantes de la arquitectura saben que aquí se encuentra una concentración de estilos única en el mundo: neoclasicismo, art nouveau (atención al barrio de Katajanokka), funcionalismo, arquitectura de madera y contemporánea.

Por supuesto, los grandes arquitectos del país, Alvar Aalto y los Saarinen (padre e hijo, Eliel y Eero) salpican la ciudad. Podemos pasar delante de sus discretos edificios casi sin verlos, aunque la majestuosidad de la Estación Central (1919) de Saarinen padre salte a la vista. Aalto construyó numerosas obras en Helsinki, pero si solo elegimos dos espacios, visitaremos la librería Académica y el restaurante del Savoy, ambos en pleno centro, en la Esplanadi; ambos austeros, pero ambiciosos. Quizá no repararíamos en que fueron diseñados por uno de los genios de la arquitectura del siglo XX, pero siempre sabríamos que estamos ante algo relevante.

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¡No olvides incluir zapatos cómodos en la maleta! Porque merece la pena recorrer Helsinki palmo a palmo. Sus distintos barrios, la variedad de su arquitectura, sus zonas verdes, su puerto…

Y en un país donde el silencio resulta tan importante, lo que en el resto del mundo sería una extravagancia, tener una capilla del silencio, aquí no lo es. Construida en 2012, cuando Helsinki fue Capital Mundial del Diseño, la capilla Kamppi es un edificio de madera espectacular, ideado por K2S Architects, de interior sencillo y situada en una zona con mucha vida, muy comercial y próxima a la estación. Está pensada para que cualquiera, sea cual sea su religión o ausencia de ella, se recoja. Quienes no quieran hablar no necesitan hacerlo, este es su templo. ¡Qué necesario sería seguir el ejemplo de Helsinki y encontrar en todas las ciudades del mundo un espacio así!

*Este artículo se publicó originalmente en el número de diciembre de ‘Shopping&Style’, el suplemento del último jueves del mes con ‘El País’.