Quizá sea cosa de la evolución de la especie, pero cualquier progenitora del montón sabe que existe una raza superior de madres: las madres pluscuamperfectas. Esas a las que, desde tu posición de madre-del-montón-tirando-a-desastre, miras y piensas: «¿Pero esta cómo narices lo hace?». Da igual a qué hora te la encuentres por la calle, que siempre está ideal de la muerte, conjuntada de la cabeza a los pies. Con tacones, ¿eh? Que cuando es por la mañana pase, pero por la tarde cuando te quieres amputar los pies, tiene mucho mérito. Y sus hijos parece que vayan a un colegio especial, distinto del de tu prole porque ellos están impolutos mientras parece que los tuyos vienen de la guerra.

© Bruno Lorenzo
© Bruno Lorenzo
  • Las madres perfectas se despiertan a la primera.

Cuando suena el primer toque del despertador. Gorjeando como un pajarito. Por otra parte, tú ya llevas dos días tarde (solo en esta semana): una, porque se te olvidó poner el despertador y otra, porque tenías tanto sueño que lo apagaste sin darte cuenta. Las dos te has despertado porque tu hijo mayor ha entrado en la habitación diciendo «para mí que vamos tarde»…

¡Despierta y lista para la batalla!
¡Despierta y lista para la batalla!
  • Las madres perfectas posiblemente se hayan ido a correr…

…a esas horas en las que tú dudas que estén las calles puestas. Correr les ha dejado un culo estupendo y ni un gramo de grasa. Te dicen que les encanta porque liberan ‘endocrinas‘, «que es la hormona de la felicidad». Tú pasas de las endorfinas por dormir dos minutos más y los leggings te los pones porque son infinitamente más cómodos que cualquier otra prenda del armario. Pero te sientan como un tiro #ylosabes.

¡Empieza el día con alegría!
¡Empieza el día con alegría!
  • Una ducha y a vestirse.

Las madres perfectas se visten sin prisa pero sin pausa. Siempre adecuadas para la situación: con los accesorios adecuados, cada día eligen y mezclan para estar perfectas, como son ellas. Tú te pones lo primero que pillas y te complicas lo justo. ¿Complementos? Para qué, si sabes que a tu bebé le encanta colgarse de los collares y pendientes y una oreja arrancada solo le daba un aire de misterio a Van Gogh. Ruegas para que el pequeño no te vomite encima (¡fallaste!) y, cuando crees que ya está, el mayor viene corriendo hacia ti con las manos completamente pringosas para darte un abrazo y decirte «te tero puso» [N. del A. Traducido al castellano adulto: «Te quiero mucho»]. Te mueres de amor y corres a cambiarte, si es que hay algo limpio y/o que te valga… Aunque a veces lo de limpio es prescindible.

© Bruno Lorenzo
© Bruno Lorenzo

Tus hijos parecen huérfanos de la posguerra, vestidos con ropas funcionales y sencillas. Sencillamente feas, para que nos vamos a engañar. Las hijas de la madre pluscuamperfecta llevan conjuntadas hasta las bragas, y el lazo siempre está donde tiene que estar. Tú has probado a levantarte con muchísimo tiempo y jamás has conseguido ese look tan pulido de sus criaturas. Al final,  siempre tienes la sensación de salir corriendo y tus peques con la coleta medio deshecha (y, por supuesto, sin ninguna esperanza de que aguante tres minutos en su sitio). Los niños de la madre perfecta llevan intrincados peinados y, cuando vuelven por la noche, ¡siguen ahí! ¿Cómo diablos lo hace?

Mi madre me hace el 'quiqui' mejor que la tuya.

  • La madre pluscuamperfecta cuenta calorías.

Cocina de miedo, unos menús perfectamente equilibrados. Nada de azúcar, muchas frutas y verduras y, por supuesto, todo ecológico y orgánico. Tú cocinas. Poco y mal. Se te queman las croquetas. Vas al supermercado y, por no oírlos, acabas comprando cosas de las que te arrepientes inmediatamente. Jamás miras el menú escolar y, al final, tus hijos comen lo que les pones. Y eso solo tiene buena pinta cuando has venido de casa de la abuela con el tupper bajo el brazo…

"¡¿Cómo?! ¿Que tú no das chia pudding a tus hijos para desayunar?"
«¡¿Cómo?! ¿Que tú no das chia pudding a tus hijos para desayunar?»

La madre perfecta es enemiga del azúcar, pero como una vez al año no hace daño y quiere ser una madre molona después de todo, solo les da a sus hijos repostería casera. Da igual lo que tenga que hacer, siempre sale maravilloso: los bizcochos en su punto, los cupcakes con unas decoraciones de concurso y los macarons todos iguales, prueba de su excelente pulso. Tú te compraste el kit de Lekue para hacerlo y ni por esas. Y, como ni por esas, corres a encargarlos a la pastelería de al lado del trabajo, donde les salen maravillosos, y los haces pasar por tuyos. Mentir está feo, pero en este caso es crucial.

¡Sonríe, macaron!
¡Sonríe, macaron!
  • No eres una madre perfecta si no has tenido baby shower .

Con su pastel y con capas rosas o azules para sorprender a tus amigas con el sexo de tu bebé de una manera cuqui y divertida al mismo tiempo. Si tus amigas han puesto los ojos en blanco cuando has sugerido lo de hacer una fiesta para el bebé y te han llamado hortera es que juegas en otra liga. En la de las madres imperfectas. ¡Bienvenida!

7

 

Las madres pluscuamperfectas no organizan fiestas con ganchitos, sándwiches de nocilla y patatas fritas. Alquilan un castillo hinchable, unas colchonetas, montan una carpa, llevan payasos, un espectáculo de magia y absolutamente todo está conjuntado. Tú lo intentas pero, por alguna extraña razón, no te queda igual. Eso sí, del intento tienes purpurina en casa para tres vidas porque, como todo el mundo sabe, la Primera Ley de la Purpurina dice que ni se crea ni se destruye, sólo se traslada (de sitio).

8

 

  • Las madres perfectas jamás pierden la compostura.

Nunca se ensucian en los parques, ni dejan a sus hijos que trepen/suban/corran/se caigan/hagan comiditas con todo lo que pillan. Nunca se ríen a carcajadas, ni bailan haciendo el tonto, ni cuentan chistes políticamente incorrectos. Las madres perfectas nunca achuchan a sus hijos como si no hubiera un mañana, les hacen pedorretas, los despeinan a propósito, saltan en la cama y duermen con ellos por el placer de hacerlo. Las madres pluscuamperfectas siempre hacen lo que se espera de ellas, lo tienen todo bajo control.

9

 

Por nuestra parte, las madres mortales nos reímos de nuestra imperfección y preferimos que la vida, a veces, nos sorprenda. En realidad madres perfectas hay muy pocas. Y yo, en el fondo, tampoco quiero ser una de ellas, la verdad.

© Fotograma de 'Erin Brockovich' (2000).
© Fotograma de ‘Erin Brockovich’ (2000).