«Mi pareja es muy tradicional. No podemos… No hasta que nos hayamos casado… Quiero decir, estamos simplemente esperando», confiesa Miranda Kerr en una entrevista con la revista Times2. O mejor dicho, se le escapa cuando la conversación toma un camino que hará que su representante tenga pesadillas varias semanas: hablando de todo un poco entrevistadora y entrevistada terminan debatiendo sobre métodos anticonceptivos hasta que la modelo confiesa que no utiliza ninguno. Visto el embrollo en el que se mete ella solita y queriendo dejar claro que no busca un hermanito para su hijo Flynn (fruto de su matrimonio con Orlando Bloom), Miranda termina compartiendo con el mundo que no mantiene relaciones sexuales con su novio.

Ella y Evan Spiegel, el multimillonario fundador de Snapchat, se conocieron en el 2014, están prometidos desde el pasado verano y desde ahora (curiosamente a unas semanas de la salida a bolsa de su compañía) sabemos que no piensan practicar sexo hasta que se hayan dado el ‘sí quiero’.

Miranda Kerr ha decidido esperar a su prometido hasta el matrimonio. © Getty Images

La pareja no es la única que apuesta por esta alternativa de no ‘medir’ compatibilidad sexual hasta el último momento cuando, si la cosa va mal, ya es demasiado tarde. Miranda no es virgen (evidentemente, su hijo de seis años da fe de ello), pero no tiene problemas en esperar a su chico, siete años menor.

Tampoco lo era Mariah Carey cuando en el 2008 se casó con Nick Cannon, tras proclamar a los cuatro vientos que no se acostarían hasta no haber institucionalizado su amor. ¿A su favor? Solo esperaron dos meses para pasar por el altar.

El camino tomado por Carey seguía la línea de los dosmiles, en los que se puso de moda vender públicamente la virginidad de princesas del pop (fuera esta real o no) de la talla de Britney Spears o Hilary Duff. No muy lejos de aquello, en el 2006, Adriana Lima se sinceraba en GQ con unas anacrónicas declaraciones: «El sexo es para después del matrimonio. Ellos tienen que respetar que es mi elección. Si no hay respeto significa que no me quieren», un pensamiento que recogía también por aquel entonces la popular saga de Crepúsculo.

Ahora, varios años después de que las celebrities dejaran de hablar públicamente sobre su virginidad, Miranda reabre el debate y hace que nos preguntemos cuál es la situación fuera del ficticio mundo del celuloide. ¿Qué empuja a una mujer no asexual a tomar este camino por decisión propia?

Miranda Kerr y su novio, Evan Spiegel, en una cena de gala en Los Ángeles. © Getty Images

Cuando me planteé escribir sobre este tema creí que no encontraría a nadie que llegase virgen al matrimonio. Ilusa de mí. En un país en el que la liberación sexual femenina está bastante consolidada (aunque no tan asumida como podemos llegar a pensar), me parecía imposible que existiesen mujeres que no diesen rienda suelta a sus deseos más carnales antes de embarcarse en una relación con papeles de por medio. Tal vez, tantas Carrie Bradshaw y Bridget Jones habían saturado mi cerebro.

  • «Mi madre me dijo que si me acostaba con mi novio, él me abandonaría»

Me resultó un tanto difícil dar con mi primera interlocutora. Tras probar suerte en varios foros de Internet y dudar de la veracidad de los testimonios que allí encontraba, decidí buscar en mi entorno más cercano. Ardua tarea. Nunca es fácil preguntar si se conoce a alguien inexperto sexualmente por decisión propia. Sin embargo, resultó que una amiga de una amiga estaba dispuesta a hablar sobre el tema. Noelia (así llamaré a mi primera invitada que no quiere revelar su identidad) acaba de cumplir 40 años, lleva casada desde hace 18 y tiene dos hijos pequeños. Llegó virgen al matrimonio y, por lo tanto, su marido es el único hombre con el que se ha acostado.

Carrie alucina y puede que tú también. Lo sé.
Carrie alucina y puede que yo también.

«¿Por qué has aceptado que te entreviste?», le pregunto nada más citarme con ella en una cafetería. «Porque vivimos en un mundo en el que elegir ser virgen hasta el matrimonio te hace parecer un bicho raro. Y creo que la sociedad debería tratar el tema con mayor naturalidad», contesta.

«Mi madre me dijo que si me acostaba con mi novio, él me abandonaría. Que había que tener cuidado con los hombres porque en cuanto tenías sexo con ellos, se iban», recuerda. «Me crié en una familia cristiana. Íbamos a misa los domingos y nos criaron en la fe católica. Así que supongo que parte de lo que mi madre me inculcó estaba salpicado por su religión», reflexiona Noelia sobre un tiempo (no tan lejano) en el que su experiencia era algo común, en el que a las mujeres se les exigía una ‘pureza’ que a los hombres no.

Sin embargo, Noelia me quiere dejar muy claro que su decisión estuvo motivada por herencia cultural: «Yo lo decidí porque me lo había dicho mi madre y yo la creí. No fue un acto de fe», objeta ella misma.

Eliza Wass, autora del libro 'En el Bosque', contó cómo la fe de su familia influyó en todos los aspectos de su vida. © Cortesía de B de Blok / Peter Roston
Eliza Wass, autora del libro ‘En el Bosque’, contó en él cómo la fe de su familia influyó en todos los aspectos de su vida. Incluido el sexo. © Cortesía de B de Blok / Peter Roston
  • ¿Es natural reprimir los instintos sexuales del ser humano?

Si algo me queda claro de mi primer encuentro es que no se arrepiente. Sin embargo, yo no puedo parar de pensar en cómo habría hecho para frenar sus ganas de tener contacto íntimo con su chico. «La elección de llegar virgen al matrimonio es como la de serle fiel a tu pareja y ser monógamo. Mientras sea consensuada y libre no tiene por qué suponer un problema para ninguna de las partes», explica la psicóloga Laura Prados.

¿Si no supiesemos a qué sabe el helado no lo echaríamos de menos?
Si no supiésemos a qué sabe el helado, ¿no lo echaríamos de menos?

Según el último estudio Los jóvenes y el sexo de Control, realizado el pasado año sobre una muestra de 2000 personas de entre 18 y 35 años, solo el 0,5% de los encuestados confiesa no haber mantenido relaciones sexuales completas. En el mismo barómetro, además, se desprende que la edad media entre los españoles para perder la virginidad es de 18 años. En el INE (Instituto Nacional de Estadística) los datos están más desactualizados y lo único que puede encontrarse es una encuesta sobre Salud y Hábitos Sexuales, del 2003, realizada desde la perspectiva del sida. En dicha encuesta, realizada a personas entre 18 y 49 años, cabe destacar que un 55,6% de mujeres solo había mantenido relaciones con una persona (frente al 24,4% de los hombres), poniendo en evidencia los prejuicios sexistas que han acompañado siempre a esta decisión.

 

  • «Mi virginidad, una cuestión de creencias religiosas»

Mi siguiente interlocutora aún no está casada, no tiene pareja y no ha practicado sexo jamás. ¿Edad? 33 años. Verónica (también nombre falso) se muestra mucho más nerviosa. He contactado con ella a través de una amiga de la universidad: «Soy virgen porque creo que solo se debe mantener relaciones sexuales dentro del matrimonio. Y sí, es obvio que mi virginidad es una cuestión de creencias religiosas», comienza. Valiente y directa. «¿Pero no crees que casarse con alguien a quien no conoces en la intimidad de la alcoba es un poco arriesgado?», contraataco yo. «No concibo el matrimonio como algo sexual. Creo que una buena pareja debe respetarse y valorarse más allá de lo físico. Lo sexual es solo un complemento», expone.

Yo siempre he pensado que la diferencia entre un novio/marido y un amigo es que con el primero te acuestas y con el segundo no, pero estoy dispuesta a aceptar pulpo como animal de compañía. «¿Entonces para ti las relaciones sexuales en el matrimonio no son relevantes?», continuo insistiendo: «Son una parte importante, pero no la principal», replica con firmeza. Una visión respecto al sexo en la pareja que, honestamente, nunca me había planteado.

Stephenie Meyer, autora de la saga 'Crepúsculo', hizo que Bella y Edward no tuvieran relaciones sexuales hasta el matrimonio por sus creencias mormonas.
Stephenie Meyer, autora de la saga ‘Crepúsculo’, hizo que Bella y Edward no tuvieran relaciones sexuales hasta el matrimonio por sus creencias mormonas.

No obstante, pienso exprimir esta oportunidad de oro hasta el final y hacer la pregunta del millón: «Y si no te casas nunca, ¿significará que morirás virgen?», le espeto mientras cruzo los dedos para que no se levante y se vaya. «Sí, pero me gustaría preguntarte una cosa, ¿puedo?». «Claro», contesto. «¿Te has drogado alguna vez? ¿Cocaína y ese tipo de sustancias?», me dice. «No», replico sin saber muy bien dónde quiere llegar. «Bien, pues tú morirás sin haber probado sustancias adictivas como la cocaína. ¿Te arrepientes de ello?», sentencia. En ese momento le digo que no, pero cuando minutos después cierro la puerta tras nuestra charla reconozco que le doy vueltas a mi respuesta y a su comparación. ¿De verdad no me arrepentiría? ¿Era justa esa comparación con las drogas?

No lo tenía yo tan claro.
No lo tenía yo tan claro.

«Como seres vivos tenemos el instinto de reproducirnos, pero no todo el mundo quiere o puede desarrollarlo», explica la psicóloga Prados. «Los asexuales no sienten deseo ni atracción física por otra persona. Son felices así y no necesitan el sexo en sus vidas», y, aunque aquí no estamos hablando de asexuales, si no de mujeres que por voluntad propia o creencias deciden ahogar sus instintos, ¿no deberíamos normalizar su situación en la sociedad? En un mundo en el que ¡por fin! empezamos a ver con naturalidad conceptos como la bisexualidad o la pansexualidad, ¿por qué no estamos preparados para que una mujer decida no mantener relaciones sexuales? El debate no debería centrarse en las razones que les motiva, sino en la libertad de elección de cada una y en la tranquilidad de no ser juzgada (una vez más) por las decisiones tomadas con respecto a su cuerpo.