• “Siempre me he llevado mejor con los chicos. Son más nobles, no montan dramas”.
  • “Mira cómo se viste, ¡¿así cómo la van a respetar?!”.
  • “Esa z*rra me robó a mi ex, lo persiguió hasta quitármelo”.

¿Te suena? Seguro que sí, porque muchas hemos dicho algo parecido en algún momento de nuestra vida. Seguramente hayas sentido al resto de mujeres como ‘la competencia’ y te hayas acostumbrado a pelear por ese valiosísimo premio que es la atención de los hombres. O a lo mejor te dijeron que ‘no eres como las demás’, ese adorable piropo que deja claro que ser una chica es ser algo malo pero que gracias a Dios, tú, por encima del resto, te salvas.

Sea como sea el caso, seguramente hayas odiado a un montón de mujeres en tu vida. Por ser más guapas, listas, estilosas, tener mejores trabajos, novios más guapos o el mismo objetivo romántico que tú. Ya habrás oído –o incluso pronunciado- eso de que las mujeres somos malvadas entre nosotras. Quizá hasta te hayan dicho que es parte de nuestra naturaleza y que está en nuestros genes. Quizá hasta te lo hayas creído. Pero no tiene por qué ser así.

Todo esto tiene un nombre: misoginia interiorizada. Y una causa: la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Patriarcado somos todas, pero tranquila. Tú también puedes dejar de odiar al resto de mujeres y vivir en paz de una vez.

Filosofía Taylor Swift: ¿por qué no ensalzar el amor y admiración por las mujeres que te rodean en lugar de machacarlas innecesariamente? © Cordon Press
Filosofía Taylor Swift: ¿por qué no ensalzar el amor y admiración por las mujeres que te rodean en lugar de machacarlas innecesariamente? © Cordon Press

¿QUÉ ES LA MISOGINIA INTERIORIZADA?

La misoginia es el odio o desprecio flagrante hacia la mujer y todo lo relacionado con ella. Según el sociólogo Allan G. Johnson es “la actitud cultural de odio hacia las mujeres por el hecho de ser mujeres». Esto conlleva desconfianza y un sistema de creencias con prejuicios arraigados contra lo femenino. De este modo, la misoginia interiorizada se definiría como la creencia involuntaria, por parte de mujeres o niñas, de que los estereotipos y mitos dañinos en torno a su condición, generados en una sociedad sexista como la nuestra, son verdaderos. El lobo educando a las ovejas para que se vigilen entre sí cuando él no esté. O, lo que es lo mismo, oprimidos ejerciendo su propia opresión entre sí.

Esto quiere decir que nos hemos creído, en mayor o menor medida, cosas como que las mujeres somos manipuladoras, débiles, tontas, sin carácter o con demasiado, irracionales, enfermizamente ambiciosas y sin capacidad de liderazgo. Y que actuamos en consecuencia. Por supuesto, todo esto nunca apareció en ningún libro de Naturales o Conocimiento del Medio, lo aprendimos socializando, en nuestro día a día, en conversaciones entre amigas, en la televisión, en los libros, en los programas de telerrealidad. Toda una cultura aprendida sin querer, formando nuestra personalidad y moldeando nuestra forma de pensar y actuar para hacernos mucho más infelices.

¿Por qué nos hemos creído que las mujeres tenemos que luchar entre nosotras? © Fotograma de 'Misión Imposible: Protocolo Fantasma' (2011).
¿Por qué nos hemos creído que las mujeres tenemos que luchar entre nosotras? © Fotograma de ‘Misión Imposible: Protocolo Fantasma’ (2011).

En una sociedad patriarcal como la nuestra, todo lo relacionado con la feminidad es malo, absurdo, inútil o, desde luego, menos valioso que lo masculino, que es a su vez lo considerado ‘neutro’. Pero no te engañes, neutra es la lejía, no la subjetividad del hombre. La mujer ha sido la mala de la película desde el día en que Eva le puso la manzana en la boca a Adán con una mano y una pistola en la cabeza con la otra –sin duda debió de ser así- para obligarle a morder y a pecar.

Y, mientras tanto, ajenos a todo esto, están ellos. Dejándose querer, decidiendo si somos dignos interlocutores, pensando que son el centro de nuestro universo y que absolutamente todo lo que hacemos es para llamar su atención. Premiándote o castigándote según convenga, para que te portes bien y no te saltes unas reglas que les convienen. Y, aunque ellos también pueden sufrir las consecuencias de todo este tinglado, tú, sin saberlo, les estás poniendo el juego fácil rebelándote contra quienes sufren lo mismo que tú en lugar de hacerlo contra las ideas que te llevan a esa enemistad contraproducente para con tus iguales.

La mujer ha sido la mala de la película desde el día en que Eva le puso la manzana en la boca a Adán.

Al igual que hace la misoginia a secas, la misoginia interiorizada trata de ganar status ante los hombres haciendo de menos al resto de mujeres y ridiculizando a quien se muestra más insegura que tú. Lo que haga falta para quitarse “rivales” de enmedio y culpar a la víctima. Sin piedad.

Así, hemos odiado a la nueva compañera de trabajo, a la exnovia de tu novio, a la novia de tu ex, a la nueva novia de tu amigo que sin duda quiere separarte de él y el etcétera es tan largo como la carta de Navidad de North West. Y nosotras creyéndonos tan modernas y de vuelta de todo por haber vivido en tiempos de la depilación definitiva… Insensatas.

"Hemos odiado a
«La exnovia de tu novio, la novia de tu ex, la nueva amiga de tu mejor amigo…»

¿CÓMO COMBATIRLA?

Recapitulando: de una mujer, socialmente, se espera que sea divertida pero sin ser una loca despreocupada; que disfrute del sexo pero sin llegar a los niveles por los que a un hombre se le tacharía de héroe; que se cuide pero no demasiado o será tonta y superficial… Y todo ello siendo siempre la mejor de todas y luchando con uñas y dientes contra el resto por conseguir mantenerse dónde está. Nos condenan a toda una vida de sacrificio que se nos va odiándonos y anhelando una perfección que nunca llega.

¿Te imaginas lo que habría sido tu vida si todo ese tiempo lo hubieras invertido en hacerte amiga de las mujeres a las que se suponía que tenías que detestar? Quizá habrías tenido un par de romances menos, pero tendrías una pandilla invencible (hey, Taylor). Se trata de cambiar los corrillos de critiqueo por fiestas de pijamas. ¡Otro mundo es posible!

© Cordon Press
© Cordon Press

Y es que hemos aprendido que llamar “guarras”, “putas” o “zorras” a otras mujeres no solo está justificado por la realidad sino que, además, es socialmente aceptable. Nos han vendido una quimera de respeto masculino, una cima a la que solo llegarán las mejores; es decir, las que destrocen al resto de competidoras. Un neoliberalismo emocional brutal y sin escrúpulos que, por nuestro bien, deberíamos sacarnos de la cabeza a la voz de ya.

© Fotograma de Kill Bill
© Fotograma de ‘Kill Bill Vol. I’ (2003).

¿POR DÓNDE EMPEZAR?

Lo primero, por una misma. Todo esto lo hemos aprendido y lo podemos desaprender. Piensa en las mujeres como tus compañeras de fatigas, como amigas potenciales, no como enemigas de facto. ¿Cuál es ese premio por el que tanto peleamos? ¿El respeto de quien nos respeta tan poco que disfruta enfrentándonos? ¿El amor de alguien que quiere ver cómo te arrastras por el fango para “conseguirle”? Piénsalo. La vida no es una competición. Nadie va a darnos una medalla ni cruzaremos ninguna línea de meta. Quererse y aceptarse es el primer paso para empatizar con el resto y poder dejar de odiar por inseguridad. Somos mujeres. Sí, como el resto. Porque eso no tiene por qué ser algo malo. Quiérete para querer. Al fin y al cabo, la autoestima de una mujer no deja de ser algo tremendamente revolucionario.

¡Amén a eso!
¡Amén a eso!