«¡Y no solo me deja, sino que se ha atrevido a decirme LA FRASE!», le gritaba toda indignada a mis amigas mientras me limpiaba las lágrimas con una mano y con la otra apuraba mi cuarta copa de vino (o quinta, vete tú a saber). «No eres tú, soy yo. Y se queda más ancho que largo. ¿Se cree que soy idiota o qué?», sentencié.

Ay. © Iván Aguirre

Ocurrió hace ahora dos años, pero la frasecita la he tenido que escuchar varias veces a lo largo de mi vida sentimental. Una vida, todo sea dicho de paso, que no ha sido precisamente satisfactoria. Reconozco que siempre he pensado que había algo raro en mí y sí, podría ser el título de una canción Disney. Una especie de maldición genética por la que los hombres me dejaban antes, si quiera, de celebrar nuestro primer aniversario. ¿Acaso era yo la hermana secreta de Nicole Kidman y Sandra Bullock en la mítica película Prácticamente Magia?

Para las que no hayáis visto este mítico filme noventero, Nicole y Sandra son dos brujas que conviven con la desgracia de que los hombres de los que se enamoran están destinados a una muerte prematura. Quizá mis exnovios se lo olían y hacían las maletas antes de tiempo. Pero vayamos a lo que importa. ¿Soy yo? ¿Son ellos? ¿Qué hay de cierto en la frase «No eres tú, soy yo»?

Vale que igual a veces soy un poco bruja, pero no tanto como para que me dejen siempre.
  • ¿Por qué nos dejan?

Si algo he aprendido con el tiempo, es que lo peor que puedes hacer es indagar en los motivos por los que una persona ha decidido que ya no quiere ser tu media naranja. Pero, por desgracia para nosotros, el ser humano es curioso por naturaleza y no ceja en su empeño por saber y aprender. Todo eso está muy bien para los estudios y para la vida profesional, pero no para la sentimental. En ese terreno somos gatos a los que la curiosidad… Bueno, ya sabéis:

Exacto.

Ansiamos que nos compensen con un argumento válido sobre la ruptura, un clavito ardiendo la que aferrarnos. Pero déjame decirte, querida, que te diga lo que te diga, nada va a tranquilizarte. Si se cambia de país, te preguntarás que por qué no te lleva con él; si te dice que es porque roncas, directamente no le creerás; si corta contigo porque quiere estar solo, te fustigarás con el pensamiento de que prefiere la soledad a tu compañía… ¿Ves a dónde quiero llegar? Esa pequeña cabecita tuya jamás dejará de darle vueltas al asunto.

  • ¿Cómo puede decir que no soy yo?

Un error muy habitual que cometemos ‘los dejados’ (sé que es una palabra desagradable, pero llamemos a las cosas por su nombre) es creer que estamos siendo abandonados porque hemos hecho algo mal.

Hace tres años, estuve saliendo con un chico durante un par de meses. Acabábamos de ir al cine y estábamos cenando en un restaurante cuando me miró y me dijo: «Creo que no deberíamos vernos más». ¡Boom! La verdad es que la cosa no iba bien, y yo lo sabía, pero sus palabras me cayeron como un jarro de agua fría. En aquel momento, del que no me siento especialmente orgullosa, comencé a llorar. No fui capaz de contenerme, qué queréis que os diga. Miré mi plato, él pidió la cuenta que pagó, faltaría más, y yo le pregunté: «Pero, ¿¡por qué!? ¿Qué he hecho?».

«Tú no has hecho nada. Es como cuando te despiden del trabajo. Puedes ser un trabajador fantástico y que la empresa decida prescindir de tus servicios. No tiene que ver contigo», me explicó.

Y yo en plan…

En su día, pensé que era una comparación un poco bastante absurda. Con el tiempo y terapia para qué os voy a engañar, veo cierta verdad en sus palabras. Y digo terapia porque fue una psicóloga la que me dijo una frase que nunca olvidaré: «Pocas veces lo que le pasa a la otra persona tiene que ver con nosotros». Y un peso se me quitó de encima en ese preciso momento.

  • En serio que no eres tú, ES ÉL

Cuando una persona decide acabar una relación, generalmente ni ella misma sabe la razón exacta por la que lo está haciendo. Lo único que sabe es que ya no le hace feliz. Otra de las grandes verdades que he aprendido de mi tiempo con Cristina, mi psicóloga, es que «solo uno sabe lo que le compensa de la otra persona en una relación. Y la mayoría de las veces, la otra persona lo desconoce». Es decir, de la misma manera que hay algo que une a las personas (y a veces no tenemos ni idea del qué), algo igual de desconocido las separa. ¿Nunca te ha pasado que empiezas a cogerle manía a alguien sin conocer el motivo? O te deja de apetecer quedar con esa amiga íntima con la que llevas toda una vida de aventuras… ¿Ha hecho algo ella para que eso suceda? No, pero ocurre.

Nunca mejor dicho, querida Adele.

Debemos dejar de pensar que nosotros somos los culpables de que nuestras relaciones de pareja no funcionen. Es más. ¿Por qué siempre necesitamos que haya un malo para que algo se acabe? ¿No sería más sano pensar que, aunque lo intentasteis, no funcionó?

En serio, amigas, no malgastéis el tiempo pensando si podríais haber hecho las cosas de otra manera porque tampoco hubiese funcionado. Él ha tomado una decisión y tú, querida, no puedes hacer nada para remediarlo. Lo mejor es saber que fuiste tú misma, que trataste a la otra persona como se merecía e intentar superar la ruptura cuanto antes, para seguir con tu vida.

De nada.

Se acabaron las miraditas románticas en las azoteas que, mira, en el fondo no te aportaban nada…