Por Beatriz Portinari

La Habana tiene algo de viaje en el tiempo que la convierte en destino a visitar, al menos, una vez en la vida. Y esa visita debería ser pronto porque la reapertura de relaciones entre Estados Unidos y Cuba ha convertido al país caribeño en objetivo goloso para los miles de turistas que se esperan en los próximos meses. En 2015, llegaron más de tres millones y medio de visitantes, un récord histórico, y eso que todavía no se habían abierto los vuelos comerciales con el país norteamericano, en los que los ciudadanos estadounidenses viajan necesariamente “por motivos educativos o culturales”.

Los coches vintage de los años 50 aún circulan por La Habana. Sin embargo, los tiempos cambian y nuevos vehículos de importación pronto se verán por sus calles.
Los coches vintage de los años 50 aún circulan por La Habana. Sin embargo, los tiempos cambian
y nuevos vehículos de importación pronto se verán por sus calles. © Beatriz Portinari

El cambio empieza en detalles casi imperceptibles. “¡Ponle una Obama a este yuma, que empieza pronto!”, se escucha en los bares donde los extranjeros (conocidos popularmente como ‘yumas’) intentan sofocar el calor con la cerveza Presidente, que ahora tiene nombre propio.

Los Cadillac, Buick y Chevrolet continúan circulando y coloreando las calles como si estas fueran el decorado de una película de los años 50. Sin embargo, ahora se ha abierto la puerta a la importación de vehículos nuevos; eso sí, a precios prohibitivos que ralentizarán su llegada. Pero la posibilidad de que vayan desapareciendo los coches vintage está ahí. Antes de que eso suceda, subimos a un taxi retro –a 20 euros la hora– para descubrir los rincones imprescindibles de la ciudad que huele a salitre, frijoles y plátanos fritos.

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© Beatriz Portinari

El Capitolio Nacional, kilómetro cero del país marcado antiguamente con un diamante de 25 quilates, se desdibuja entre los andamios por la restauración de su fachada y su imponente cúpula de 62 metros y casi 100 años. Hoy este edificio, símbolo de la arquitectura cubana de principios del siglo XX, alberga  la Academia de las Ciencias y la Biblioteca Nacional de Ciencia y Tecnología, entre jardines secretos y el silencioso Salón de los Pasos Perdidos.

Frente al Capitolio, las calesas tiradas por caballos y los coco-taxis sortean el tráfico frenético de la ciudad. Como seres misteriosos, cruzan las calles cubanos vestidos de blanco impoluto, con pulseras y collares que recuerdan la presencia de la santería en la isla. Si uno quiere profundizar en los secretos de esta práctica ancestral, puede visitar el Museo de los Orishas, el Museo Casa de África, o consultar a algún santero dónde y cómo asistir a una de sus ceremonias. No se celebran en espacios públicos ni tampoco se anuncian en las agencias de viajes, pero haberlas, haylas.

Desde la azotea del Hotel Iberostar Parque Central, se contempla una vista privilegiada de la ciudad con el Capitolio como protagonista.
Desde la azotea del Hotel Iberostar Parque Central, se contempla una vista privilegiada de la ciudad con el Capitolio como protagonista. © Beatriz Portinari

DE REVOLUCIÓN EN REVOLUCIÓN
La presencia iconográfica de la Revolución Cubana recorre los muros de la ciudad con frases célebres y mensajes épicos de sus principales representantes, desde el Parque Central –con la primera estatua a José Martí– a la Plaza de la Revolución, con los rostros de Ernesto Ché Guevara y Camilo Cienfuegos esculpidos en la fachada del Ministerio de Interior, frente al Memorial a Martí. Personajes como el Papa Francisco y Barack Obama acudieron a esta plaza en sus recientes visitas como gesto de amistad a la historia cubana.

En la Plaza de la Revolución, sigue presente el espíritu de Ernesto Ché Guevara con su legendaria frase: “Hasta la victoria, siempre”.
En la Plaza de la Revolución, sigue presente el espíritu de Ernesto Ché Guevara con su legendaria frase: “Hasta la victoria, siempre”. © Beatriz Portinari

Ahora la revolución es otra. Los primeros pasos hacia un cambio en la fisonomía de la isla ha comenzado con el incipiente sector privado, los cuentapropistas, que abren tímidos negocios. Un ejemplo es La Juguera, cerca del Hotel Meliá Cohiba en el Vedado, el primer establecimiento especializado en zumos de frutas y vegetales orgánicos de la ciudad.

Otra muestra es la explosión de paladares: restaurantes donde se puede degustar la auténtica gastronomía cubana en exquisitos locales que van desde un ecléctica mansión de principios del siglo XX, como el paladar San Cristóbal, a la decoración chic y con cocina de autor en La Habana 61, las vistas casi aéreas del Porto Habana, o los frijoles dormidos de Doña Eutimia.

charlar con sus gentes, a contemplar su arte contemporáneo enmarcado en vetustas plazas y a conocer una cultura ancestral.
Charlar con sus gentes, contemplar su arte contemporáneo enmarcado en vetustas plazas, conocer una cultura ancestral… © Beatriz Portinari

Tradición y vanguardia se dan la mano como ha sucedido en el casco histórico, hoy convertido en un burbujeante centro cultural y turístico. Considerada Patrimonio de la Humanidad desde 1982, la Habana Vieja es un museo vivo de arquitectura neocolonial, donde la Oficina del Historiador de la Ciudad ha realizado una labor hercúlea de restauración.

La Plaza Vieja, la Plaza de la Catedral, la de San Francisco y la de Armas conectan un laberinto de callejuelas donde los mercadillos de libros de segunda mano, monedas y postales alternan con las expendedurías de tabaco y locales imprescindibles como la Bodeguita del Medio y El Floridita. Aquí permanece, eternamente apoyada en la barra, la escultura de Ernest Hemingway. Al célebre escritor, Cuba le sirvió no solo de inspiración, sino también de refugio en su casa habanera, la Finca Vigía, convertida en Casa Museo con los objetos intactos tal y como Hemingway los dejó. Uno puede imaginarle paseando por La Habana y tomando notas para sus libros en la azotea del Hotel Ambos Mundos, donde se alojó durante un tiempo, con un daiquiri en la mano y contemplando las impresionantes vistas sobre los tejados de la ciudad.

El Hotel Nacional, junto al Malecón, es un monumento en sí mismo. Sus paredes han sido el escenario de reuniones mafiosas, amores de cine y encuentros de celebridades.
El Hotel Nacional, junto al Malecón, es un monumento en sí mismo. Sus paredes han sido el escenario de reuniones mafiosas, amores de cine y encuentros de celebridades. © Beatriz Portinari

Otro lugar con historia propia es el Hotel Nacional, sede de convenciones mafiosas en los años 40; nido de amor de Ava Gardner y Frank Sinatra, entre otras personalidades; secreta instalación militar durante la Crisis de los Misiles de 1962, y origen de la célula revolucionaria del Movimiento 26 de julio. Si las paredes del Hotel Nacional hablaran, está claro que temblaría el mundo.

Desde sus jardines se puede llegar caminando al Malecón, último icono de la ciudad que al atardecer alcanza su máximo esplendor con el Castillo de Morro y la Fortaleza de la Cabaña a lo lejos. Parejas de bailarines espontáneos sorprenden al visitante con improvisados pasos de salsa bajo una tormenta tropical con canciones sonando en un destartalado radiocasete. La música es el latido permanente de La Habana. Si no aprende el son cubano aquí nunca aprenderá. Y lo sabe.