Seguimos hablando de la menstruación en voz baja. A veces hasta sin darnos cuenta, usamos eufemismos, evitamos el tema delante de los siempre aterrorizados al respecto hombres y nos pasamos las compresas y tampones como si fuesen alijos de heroína.

La regla nos da vergüenza. Nos escondemos las compresas en la manga para ir al baño a cambiarnos, las colocamos al fondo del cubo de la basura al tirarlas, para que nadie las vea. Caminamos preocupadas por si nos manchamos y elegimos ropa oscura esos días porque por supuesto el mundo -ese que desayuna con asesinatos y masacres en las noticias- no está preparado para una mancha de sangre en unos pantalones.

Y cuando nos atrevemos a alzar la voz contra la tasa rosa, cuando decimos algo tan básico como que el hecho de que las compresas y tampones estén gravados con un IVA del 10% es un atropello, ¿qué nos contestan? Que nos quejamos de vicio, que un paquete de 36 tampones nos dura por lo menos seis meses. Claro que sí.

¿Cómo no iban a saber los Señores™ que jamás han tenido la regla, lo que es mejor y peor para gestionarla? Es más, ¿cómo no iban a saber ellos algo mejor que nadie? Mansplainers, mansplainers everywhere.

La menstruación, ¿seguro que ya no es un tabú?

Todas nos acordamos de leyendas urbanas sobre cortar la mayonesa y ese fatídico momento en el que la descubrimos en nuestra ropa interior y quisimos que nadie lo supiera jamás. Pero todo eso ya quedó atrás… ¿o no?

Los mitos, los bulos sobre la regla y esa manera de entenderla –reforzada, cómo no, por la cultura popular– como una visita incómoda y traicionera cuyos efectos hay que ocultar, siguen muy presentes. Los anuncios siguen mostrándola azul y en ellos aparecen mujeres incomprensiblemente eufóricas, como si se hubiesen tragado el ibuprofeno de marras con un Bloody Mary bien cargado.

Dando volteretas para demostrarte que hasta colgando boca abajo podrían recoger tu flujo, como si el flujo menstrual fuese ajeno a la gravedad y tú una suerte de astronauta o algo así.

Hace un par de semanas, Galicia Méndez, conocida en Twitter por su activismo feminista y su humor ácido e incisivo, publicó una foto comprando productos de higiene y bromeando con que iba a tener provisiones “para los próximos 15 años”. Poco después, harta de leer comentarios de hombres cisgénero que pretendían explicar a las personas menstruantes cómo gestionar su menstruación y para ilustrar lo poco que puede llegar a durar un tampón, se le ocurrió mostrar una imagen de uno de sus salvaslip, completamente inundado por un “accidente menstrual”. Al revuelo resultante algunos lo llamaron el CompresaGate, el tuit recibió más de 2000 retuits y huelga decir que en los días posteriores recibió todo el acoso machista habido y por haber.

Los hombres saben mejor que nosotras cómo gestionar la regla. Claro. © Khristio

Acoso e insultos por una compresa, pero la violación nos da igual.

“Sinceramente, no le di importancia. He subido fotos muy raras, una vez subí una foto mía con la cabeza cubierta por papel de aluminio, pensé que caería en el olvido como todo. Pero no”, me explica Galicia Méndez. La respuesta no se hizo esperar. Sus menciones se inundaron de hombres reprochándole desde qué tipo de tampones usaba hasta por qué se ponía un salvaslip teniendo la regla, cuando “no se usan para eso”. También recibió insultos y compararon su foto con las famosas e indiscretas fotopenes. “Si les daba tanto asco, no entiendo que lo citasen para que se quedase en su timeline para siempre, ¿sabes? Cuando te sales de la norma, genera rechazo, tenemos que negarnos a nosotras mismas, nosotras no tenemos funciones corporales. Y fin”, reflexiona. Pero la peor parte, según cuenta la tuitera, fue descubrir un patrón de respuestas muy agresivas por parte de mujeres muy jóvenes, de veintitantos. “Eso sí me dio mucho miedo”, reconoce.

Rápidamente surgió también el hashtag para apoyarla: #GaliciaNoEstáSola. Por desgracia, pocos días después, abandonaba la red social tras ser agredida en la calle y no ser defendida ni ayudada por nadie.

Las violaciones, bien… ¡pero que no vean mis ojos una compresa manchada!

Los tuits de apoyo se sucedieron, denunciando una realidad conocida por todas las personas que menstrúan, que la regla sigue siendo un tabú y que puede ofender mucho más que todas las violencias que sufrimos a diario.

No es ningún secreto: la regla sigue siendo un tabú.

Efectivamente, el caso de la Guardia Civil que fue expedientada por ir a ponerse una compresa no levantó la indignación de la masa opinadora tuitera, igual que no lo hacen las violaciones, las preocupantes cifras de violencia machista o la grandísima tontería anteriormente comentada del IVA de los productos de higiene menstrual. Que nos maten, violen y opriman impunemente, pase. Que nos cobren un dineral por productos de primerísima necesidad, también. Pero, ¿tener que ver con sus propios ojos una compresa usada? Eso sí que es pasarse de la raya, amigos.

Por supuesto que tampoco han faltado quienes apoyan a los acosadores y han tachado el hecho de que Galicia Méndez abandone Twitter, de justicia poética. A la sazón, una de las excusas favoritas del neomachismo a la hora de justificar la violencia hacia la mujer y personas transfemeninas. Por desgracia, tampoco faltaron los y las que opinaban que el “feminismo moderno” solo se dedica a tonterías y payasadas como visibilizar la regla, olvidándose de “los problemas reales” de las mujeres de hoy en día. Como si que nos avergüence e infantilice por tenerla no fuese uno. Como si el acoso recibido por Galicia no fuese el que hemos sufrido todas alguna vez en la vida.

Ese compañero de trabajo que te miró con cara de asco por verte entrar al baño con un tampón y te pidió que “te cortases un poco”. Ese chaval del colegio que te sacó las compresas de la mochila para ridiculizarte. No, no es igual de fuerte a que te maten, pero se normaliza, son cosas de chavales o de tíos, cuando en realidad tiene una misma raíz: la misoginia, el odio hacia todo lo que tenga que ver con la mujer y su condición. Al final todas estas dinámicas sirven para establecer y reafirmar los roles y la jerarquía establecida: más vale que las niñas vayan aprendiendo a ser ridiculizadas y tratadas con condescedencia, porque ese va a ser su lugar en la sociedad.

Todo tiene una misma raíz: la misoginia, el odio hacia todo lo que tenga que ver con la mujer.

El último tabú, ¿la última batalla?

Que una compresa manchada cause tal repugnancia a gente perfectamente acostumbrada a jugar a videojuegos donde se descuartizan zombies con motosierras y que suelen consumir violencia, ‘humor negro’ y contenido sangriento por doquier, como casi todos hoy en día, da que pensar. Si es sangre de un enemigo muerto en una partida, ya me puede salpicar hasta la pantalla, pero si ha salido de manera natural de una vagina, tío, no nos pongamos tan explícitos.

La religión y la cultura tienen mucho que ver. No olvidemos que Eva fue condenada a parir con dolor por aquello de la manzanita y que somos el origen de todos los males, así en general. Si le sumamos todos los estereotipos dañinos sobre mujeres histéricas, tenemos una combinación fabulosa. Contra esto es contra lo que tenemos que luchar, porque la regla no es un castigo divino sino un proceso fisiológico natural y saludable. No es una visita incómoda de un ser ajeno y maligno ni algo que ocultar, el ciclo menstrual es una parte más de la naturaleza de muchas de nosotras y aceptarla y vivirla con normalidad y sin vergüenza es clave.

¡¡Cuánto escándalo por unas gotitas de sangre!!

En un mundo que nos impone todo tipo de expectativas inalcanzables, que nos acosa cuando alzamos un poco la voz, ¿de verdad podemos ser esa chica de los anuncios que recibe a su regla sonriente, con confeti y música disco? ¿De verdad queremos? No, muchas no somos la chica del anuncio, la mayoría somos Galicia Méndez. Somos todas esas chicas que se fueron de Twitter para no volver, dejándonos huérfanos de contenidos más que valiosos. Somos la que no puede moverse del sofá y reza para que la baja por dismenorrea sea una realidad algún día.

La regla no es un castigo divino sino un proceso fisiológico natural y saludable.

La despedida de Galicia, al parecer y por suerte, es temporal. “No me he ido ni por miedo ni para siempre”, nos revela la activista. “Abandonar el activismo es un privilegio. Muchas personas racializadas y trans no pueden permitirse dejarlo. Simplemente necesito recuperar mi voz y encontrar la manera de ser más eficaz a la hora de transmitir mi mensaje”.

Y ojalá que la encuentre.

Porque, escucha, mundo, por extraño que te pueda resultar, algunas personas tenemos la regla. Tenemos ciclo menstrual, cambios de humor, dolores y sangrado. Y no, no pasa nada. No es lo más escandaloso que has visto, seamos serios.

Lleva siendo así toda la historia de la Humanidad y es muy probable que siga siéndolo, así que… ¿por qué no lo superamos todos de una vez?