Así que, amiga valiente, has decidido que ya es hora de cambiar de casa. Ya sea porque vuelas del nido familiar para empezar a vivir sola, porque tienes que cambiarte de ciudad por motivos laborales o porque te vas a iniciar una nueva vida al lado del churri… Sea cual sea la razón, te marchas de tu actual hogar para comenzar una nueva etapa en un pisto nuevo (pisito que te ha costado sangre sudor y lágrimas encontrar).

¿Feliz porque por fin (POR FIN) has encontrado el piso de tus sueños?
¿Feliz porque por fin (POR FIN) has encontrado el piso de tus sueños? No cantes victoria, la agonía todavía no ha terminado…

Nos encantaría darte la enhorabuena. Es decir, nos alegramos mucho de que hayas decidido dar este paso, y estamos convencidas de que la vida en tu nuevo nidito va a ser estupenda y fenomenal. Pero para comenzar este nuevo camino hay que pagar un precio, cuyo pago suele afectar considerablemente a tu estado físico y mental: LA MUDANZA.

Para las que nunca hayan tenido que enfrentarse a esta situación estarán pensando: “Buah, qué exagerada, cuatro cajas y un colchón tampoco pueden dar tantos problemas”. Sin embargo, las que ya han vivido un cambio de domicilio –o más- piensan en su mudanza pasada y sienten un escalofrío bajando por su espalda y piden al cielo no volver a tener que cambiar de hogar, porque su estado de nervios continúa un poquito tocado desde ‘aquella vez que decidí irme a vivir sola’.

Esta eres tú, ante la idea de hacer tu tercera mudanza.
Esta eres tú, ante la idea de hacer tu tercera mudanza.

Bueno, vale, quizá esto suena a drama del primer mundo. Pero es que llevar a cabo una mudanza es mucho más complicado de lo que parece. Y nosotras te vamos a contar cuáles son las fases que vas a vivir durante el periodo de empaquetado-desempaquetado, para que te hagas una idea de cómo funciona la cosa ahora que ya has elegido tu nueva residencia.

El drama de una mudanza le ha dado a Pixar para sacarse de la manga su película más genial de los últimos tiempos, 'Del revés'.
El drama de una mudanza le ha dado a Pixar para sacarse de la manga su película más genial de los últimos años, ‘Del revés’. Por algo será… porque nadie dijo que cambiar de residencia sea coser y cantar (aunque por aquí hayamos pasado ya los duros años de la adolescencia).
  • Buscas cajas.

Puede parecer el paso más tonto, y a la vez puede ser el más complicado. Porque tú piensas “uy, cajas de cartón, esto tiene que ser fácil de conseguir”, pero no es verdad. Sobre todo porque las necesitas de un determinado tamaño y con paredes de considerable grosor. Y claro, te vas al chino de la esquina, y tener cajas, tienen, pero te salen tres cajas medianas por doce euros y piensas “¿pero de qué c*** están hechas unas cajas que solo voy a utilizar una vez y las voy a tener que tirar, cómo me voy a gastar ese dinero?”.

Tienes la opción de ir por panaderías y tiendas de ropa preguntando si les sobra alguna, y poniendo carita de pena para que se apiaden de ti y te las den. O eso, o preguntarle a tu tía, que no sabes bien si conoce a algún traficante de cajas o qué, pero te suelta un paquete de 14 sin apenas pestañear. Cosa que está muy bien, porque te tienes que asegurar de que consigues…

  • MUCHAS cajas.

Quizá mires a tu alrededor y pienses “bah, no tengo tantas cosas. Esto con tres o cuatro cajas lo apaño rápido”. Bueno. Mentirse a uno mismo puede ser a veces un buen bálsamo para superar adversidades. Pero ya te decimos que en el caso de una mudanza, da igual el número de cajas que tengas, que siempre te hará falta una docena más.

No nos referíamos a este tipo de cajas…
No nos referíamos a este tipo de cajas…
  • Te preguntas a ti misma por qué tienes tantas cosas.

¿Ves lo que te decíamos de que en realidad toda caja sería poca? Porque cuando por fin te pones manos a la obra, descubres que tienes un microcosmos de cosas en el que el propio Carl Sagan se hubiera perdido. Pero si solo eres una veinteañera –ya, bueno, veintipocos, a ver…-, ¿cómo has conseguido recopilar tantas cosas en tan pocos años? Llevas horas y horas metiendo en cajas libros, cuadernos, fotos, portalápices, recuerdos de la primera comunión de tus 12 primos… ¿Es que acaso el empaquetar no se va a acabar?

"¿Cómo he podido acumular tanto en tan pocos años de vida? Porque tengo pocos..."
«¿Cómo he podido acumular tanto en tan pocos años de vida? Porque tengo pocos…»
  • Le das la razón a tu madre en que tienes demasiada ropa.

La mudanza te ha abierto los ojos. Tú toda la vida repitiendo cada fin de semana “es que no tengo nada que ponerme” y, de repente, te has dado cuenta de que en realidad lo que no tienes es vergüenza por haber dicho siquiera una sola vez esas palabras. Por dios, lo que pasa es que tienes tantísimos trapos que se tapan y camuflan entre ellos. ¿Cómo es posible que tengas tres camisas vaqueras diferentes? ¿Y zapatos? ¿Cómo se pueden acumular tantísimos zapatos? ¿Y cómo demonios has conseguido tener guardadas seis camisetas de tu época en el instituto? ¿POR QUÉ TIENES ESO GUARDADO, DIOSITO, POR QUÉ?

Pues sí, resulta que tu madre (una vez más) tenía razón.
Pues sí, resulta que tu madre (una vez más) tenía razón.
  • Haces limpieza.

Tu intención de meter todo en cajas, a lo loco, y hacer selección cuando llegues a tu nuevo hogar, es una intención nefasta de la que te vas a arrepentir cuando tengas que colocar todo en tus nuevos muebles. Hazlo ahora y evita el disgusto más tarde.

hacer limpieza: mejor antes que después.
hacer limpieza: mejor antes que después.
  • Ofreces comida/bebida a cambio de ayuda para mover las cosas.

Es la única manera de conseguir que un alma caritativa se apiade de ti y te ayude a llevar las 300 cajas que finalmente han salido. Que tengan coche puntúa doble, así que a esos les invitas a coctelazos y tal vez una mariscada. Las cosas buenas hay que saber apreciarlas.

Si tienes algún amigo con coche invítale a un cóctel tras otro hasta que acceda a ayudarte.
Si tienes algún amigo con coche invítale a un cóctel tras otro hasta que acceda a ayudarte.
  • Te das cuenta de que los días que te dan en el trabajo son insuficientes.

No te servirá con un día libre, ni con dos, ni con tres… No hay días suficientes permitidos por una empresa para hacer una mudanza como dios manda, o más bien como tú quieres. Se han dado casos de gente que se deja una semana de vacaciones para pasarla encerrada en su nuevo hogar colocando todo. Tú verás.

"Esto era muy diferente en mi cabeza", siempre lo es.
«Esto era muy diferente en mi cabeza», siempre lo es.
  • Asumes que no vas a poder contar con tus nuevos muebles inmediatamente.

Hay dos opciones: que en la casa a la que llegas haya muebles y, por tanto, vas a pasar dos días sin poder hacer uso de ellos hasta que se vaya el olor a productos de limpieza y lejía que has utilizado para asegurarte de que no queda ni un vestigio de los inquilinos pasados; o que vayas a tener muebles nuevos propios, y en ese caso te tirarás entre una semana y tres meses sin poder contar con ellos porque ni siquiera sabrás cómo montarlos. Esto le ha pasado hasta al propio Ryan Reynolds, y lo único que se nos ocurre es pedirle a Blake Lively que no permita meter en esa cuna a la criaturita que tienen. Por su bien.

  • Te haces con un arsenal de sábanas viejas.

Te decimos esto y a ti se te queda la cara a cuadros, porque no tienes ni idea de para qué pueden servirte unas sábanas viejas. Pues bien, aquí va un truquito: una sábana vieja te hará un apaño muy considerable cuando, por ejemplo, no llegue tu nuevo armario; así podrás extenderla en el suelo y poner tu ropa encima; o, si aún no tienes cama, podrás poner tu colchón, y así no lo plantas directamente encima de las baldosas; o incluso podrás tirarte tú encima de la sábana y llorar desconsoladamente por ser una persona tan desgraciada que sigue sin tener muebles en los que meter las cosas para que dejen de estar tiradas por el suelo. ¡Todo ventajas!

El sufrir, en su máxima expresión.
El sufrir, en su máxima expresión.
  • Aprendes ruso para hacerte entender con la compañía telefónica.

Cuarenta y cinco minutos pegada al móvil intentando conseguir que instalen una línea de teléfono e internet en tu casa te harán dudar de si estás llamando a la compañía telefónica o a un grupo de espías soviéticos a los que tienes que encargar una misión de alto riesgo, pero sin saber comunicarte en su idioma. Eso sí, cuando por fin consigas establecer un principio de acuerdo, recuerda que eso significará que tienes mes y medio por delante para que un operario venga a tu casa a hacer las instalaciones oportunas. Paciencia, querida.

¿Conseguir teléfono e internet? Échale un mes y medio...
¿Conseguir teléfono e internet? Échale un mes y medio…
  • Contratas a un mercenario para presionar a tu casero cuando se rompe algo.

En tu lista de contactos prioritarios del móvil tienes que tener a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y al mercenario que se encargará de conseguir que tu casero compre una nueva lavadora y deje de decir “es que a los inquilinos anteriores les sirvió, no sé por qué a ti no”. Cuando te cambie la lavadora, ya llevarás dos meses instalada en el piso y hasta te habrás acostumbrado a esas manchas blancuzcas que hay en tu ropa porque la puñetera máquina ni siquiera centrifuga bien. Pero eh, a los vecinos anteriores les funcionaba. Quejica…

Busca a alguien que amenace a tu casero.
Busca a alguien que amenace a tu casero.
  • Consideras la posibilidad de prender fuego a todo (pero desechaa pronto la idea).

Una mudanza pone a prueba el sistema nervioso de cualquier persona. Así que entre la lavadora que no funciona, la caldera que hace ruidos sospechosos, tus cajas a medio abrir repartidas por toda la casa, los objetos sin desembalar porque no tienes muebles, la ropa y el colchón reposando encima de un par de sábanas viejas, y sin internet, llegará un momento en el que tu cabeza te diga: “¿Y si le prendemos fuego a todo y verás tú qué rápido se acaba la mudanza y todos los dolores de cabeza?”. Y por un momento te plantearás llevarlo a cabo. Pero mujer, sabes que tienes que aguantar un poco más. Si ya se empieza a ver la luz al final del túnel.

  • Disfrutas del momento en que finaliza tu mudanza y atesoras el recuerdo en tu mente como uno de los más bonitos de tu vida.

¡POR FIN!, te dices mientras respiras aliviada sentada en tu sofá nuevo mientras analizas el panorama. Ya tienes todo lo que necesitas y no hay ni rastro de cajas en tu nueva morada. Ahora sí, enhorabuena. Puedes descansar y no volver a escuchar hablar de mudanzas.

Y un día... cuando menos te lo esperas, terminas de sacar cosas de cajas.
Y un día… cuando menos te lo esperas, terminas de sacar cosas de cajas.

Hasta el año que viene, que tu casero diga que te tienes que marchar de casa, que es que ha vuelto su hijo de Erasmus y claro, el pisito es para él, que le viene muy bien. Y date prisa en hacer la mudanza, que el chaval quiere estar instalado en menos de tres semanas.

¿Que me tengo que ir DÓNDE?!!!
¿Que me tengo que ir DÓNDE?!!!