Mucho se iba a hablar de la sesión de apertura del Congreso de los Diputados del pasado miércoles, pero lo que pocos imaginaban era que iba a ser Carolina Bescansa la que más ríos de tinta provocaría. Como ya toda España ha visto, la diputada se presentó a la cita con su hijo de menos de seis meses, Diego. En vez de dejarlo en la guardería que ofrece el Congreso a pocos metros, prefirió tenerlo en brazos durante las cinco horas que se alargó la sesión. ¿Necesidad logística? Evidentemente no. ¿Simbólicamente necesario? Probablemente sí.

Dejando de lado el gesto concreto de Bescansa (que nos llevaría a discutir si lo que persigue es llevar a los niños al puesto de trabajo o jornadas que permitan verles al llegar a casa), lo cierto es que por fin el debate está sobre la mesa. Y lo que es más importante, el debate sobre la conciliación ha dado el salto del ‘ámbito femenino’ al general. ¡Y ya era hora!, porque hasta el momento eran mayoritariamente mujeres las que ponían voz al tema. Ayer escuchamos a esos señores con trajes grises y corbatas, que habitualmente discuten a gritos como buenos contertulios, hablar de ‘cosas de mujeres’. De bebés. Y esto, al menos, es una gran novedad.

Las que somos madres sabemos lo condenadamente complicado que es tener hijos y casarlo además con una profesión. Y hablo de madres porque, aunque cada vez son mas padres los que se implican de verdad, lo cierto es que somos nosotras las que nos seguimos llevando la peor parte del pastel en todos los sentidos. Según la RAE, conciliar es «hacer compatibles dos o más cosas», una tarea titánica si lo que quieres compatibilizar es tu carrera con tu vida. Son muchos los problemas a los que nos enfrentamos al intentarlo; aquí algunos de los que deberían estar sobre la mesa:

Carolina Bescansa en la sesión de apertura en el Congreso de los Diputados, con su hijo Diego, en una foto que ya ha dado la vuelta al mundo. © Cordon Press
Carolina Bescansa en la sesión de apertura en el Congreso de los Diputados, con su hijo Diego, en una foto que ya ha dado la vuelta al mundo. © Cordon Press

El cortometraje de las bajas de maternidad

En virtud del artículo 48.4 del Estatuto de los trabajadores las trabajadoras tendrán derecho a una baja maternal de 16 semanas, ampliable en dos semanas más en caso de parto múltiple. 16 semanas. Esto, en la práctica son tres meses y pico, no llega a cuatro. Cualquiera que sea madre hace lo posible para rascar días, añadiéndole vacaciones, lactancia y pactos con el diablo si fuesen necesario para ampliarlo algo más. Porque sencillamente, ese momento en que dejas a tu bebé en la guardería o con sus abuelos es un momento desgarrador. Let B. Díaz del blog Esto no es como me lo contaron cuenta: «Para mí, dejar a mi bebé en la guardería con cinco meses fue el dolor más grande que he sufrido jamás». Y es que a esas alturas de la vida estamos borrachas de hormonas y lo que la naturaleza, sabia por otro lado, nos pide es quedarnos con nuestra criatura.

En España, como en otras muchas cosas, estamos a la cola en duración de las bajas. En las maternales, porque de las masculinas por supuesto ni hablamos, ya que son risibles y tienen que ser revisadas también.

Sí, es para echarse a llorar.
Sí, es para echarse a llorar.

Las excedencias de ‘aquí te espero’

Si no quieres dejar a tu hijo en la guardería y/o no cuentas con alguien de confianza que se lo pueda quedar y además puedes permitírtelo, que esa es otra, siempre entra en juego la opción de la excedencia por cuidado de hijo. Pueden acogerse a esta tanto los padres como las madres, pero en la práctica sólo un 6% del total de las excedencias fueron solicitadas por ellos. Normal: las mujeres ganamos menos dinero por la realización del mismo trabajo, los salarios son mucho menores, el acceso a puestos directivos está mucho más restringido. Una familia hace cuentas y generalmente sale mejor que deje temporalmente el empleo la mujer. Así de chulo es todo.

Pero muchas veces coger una excedencia te sale caro a nivel laboral y sabes que hacerlo te va a suponer la muerte en vida en el trabajo. ¡Cómo se te ocurre! ¡Hacer uso de un derecho! ¿Estamos locos o qué?

Tú cógete la excedencia que luego ya veremos…
Tú cógete la excedencia que luego ya veremos…

Reducción de jornada

Cuando no se puede (o no se quiere) optar por una excedencia, pero eres consciente de que no puedes trabajar 12 horas al día sin que te pase factura, está la opción de reducirte la jornada. Puedes acortar entre un 12,5% y un 50% de tu horario… y también la parte proporcional del sueldo.

Esa es la teoría. ¿La práctica? Muchas veces la reducción solo lo es en el sueldo porque muchas acaban haciendo las mismas horas o trabajando en casa ya que disminuye el horario pero no la carga de trabajo. O sea, otra opción muy chula y muy justa.

Qué más quisiera yo que decirte que te estoy tomando el pelo…
Qué más quisiera yo que decirte que te estoy tomando el pelo…

La lactancia materna, esa carrera de obstáculos

Muchos piensan que la lactancia materna consiste en sacar una teta un pecho enchufar al bebé y ya. Pues no. La cosa es infinitamente más complicada. Establecer la lactancia materna no siempre es fácil y algunas las pasan canutas para conseguirlo. Cuando llega el momento de incorporarse al trabajo hay que hacer auténticos malabarismos para conseguir sobrellevarlo. La recomendación de la OMS es que demos lactancia a demanda (o sea, cuando el bebé quiera, lo que no es necesariamente cada dos/tres horas, a veces es cada mucho menos) y hasta los seis meses que se haga de manera exclusiva. Pero si la baja maternal dura 16 semanas… no salen las cuentas pero ni de coña.

Esto hace que muchas lactancias acaben mucho antes de lo recomendado y que las valientes que consiguen aguantar dando el pecho tengan que lidiar con ese instrumento del diablo que se llama sacaleches y con el que te sientes muy cercana a las vacas de cualquier central lechera. ¿Os imagináis enchufaros un aparato en las tetas que empieza a exprimiros muchas veces en un romántico cuarto de baño del trabajo? Es una gran-gran perspectiva. ¿A que apetece?

Ya no cambio ni la cara.
Ya no cambio ni la cara.

¿Y dónde carajo lo dejo?

Otro momento en el que no salen las cuentas nos pongamos como nos pongamos: vacaciones escolares. Ellos, cuatro meses al año entre pitos y flautas. Tú, un mes. Tu pareja, otro. Quedan dos meses, suponiendo que decidas no volver a coincidir de vacaciones nunca más con tu media naranja, si es que la tienes (que si no los malabarismos se complican más). ¡Yupi! ¿Y ese tiempo restante que haces con tu hijo? Pues o tiras de abuelos, o te dejas el sueldo llevándolos a todo tipo de actividades pintorescas. Todo vale: colonias urbanas, taller de aprende a cocinar, senderismo o un curso de macramé. Da igual. El caso es que te lo entretengan un rato. ¿Y lo de pasar tiempo con los niños? Una leyenda urbana. Te han hablado de una madre que trabaja que lo consiguió pero tú sospechas que sea un bulo.

Y además se ponen malos. Y no te los aceptan en las guarderías. ¿Qué haces con tus peques? Cada vez que oyes que hay un virus rondando por la escuela te echas a temblar y rezas, aunque seas ateo, para que tu hijo esta vez no lo pille. Cuando ves la llamada de la guardería a horas extrañas en el móvil (y generalmente, por alguna razón, llaman primero siempre a las madres) ya sabes que te tocó.

Cántame, que estoy malito.
Cántame, que estoy malito.

El ‘presencialismo’

Uno de los problemas en España es que para que alguien se crea que estás trabajando tienes que estar horas y horas clavado en tu puesto de trabajo. Atado a la pata de la mesa. Nadie confía en nadie: si no estás físicamente, no estás. Y esto en una era en la que internet nos permite estar permanentemente comunicados y hacer el trabajo fuera de nuestra oficina sin ningún problema. Pero no. Los jefes muchas veces no se creen que estás haciéndolo bien si no estás. Es necesario que se tome en serio la opción del teletrabajo. Hay sitios donde lo hacen y oye, sobreviven fíjate qué cosas. En muchos casos es posible. En otros no, pero esto no va de que o todos o ninguno, ¿no? Porque si es así, que lo sea en todo… Solo se trata de cambiar de mentalidad. Y es algo de lo que nos beneficiaríamos todos, no solo las madres.

Y así sin límite.
Y así sin límite.

Las reuniones a deshora

Hay costumbres que tienen que desaparecer. ¿Qué es eso de, por costumbre, poner las reuniones fuera del horario de trabajo? ¿Acaso no pasamos suficientes horas ahí? Racionalizar el tiempo. Y asumir que, por más que nos guste nuestro trabajo, también tenemos vida. ¡Qué cosas, eh! Como dice Quique Peinado «lo mejor de trabajar es cuando se acaba».

Y he puesto la reunión a las 7 de la tarde.
Y he puesto la reunión a las 7 de la tarde.

Al final, se trata de darnos cuenta de que los niños, por más que cerremos los ojos no van a desaparecer. Qué hacer con ellos es un problema real y que nos incumbe (o debería incumbir) a todos, hombres y mujeres. Y rescatamos una frase de Catalina Echeverry del blog Mamá También Sabe: «¡No se puede politizar la crianza ni la maternidad! Esto no va de colores, va de visibilizar el cuidado, la lactancia y la maternidad y de buscar salidas para que cada familia pueda decidir qué tipo de crianza desea para sus hijos.» Los bebés no son un estorbo y ser madre o padre no es una obligación, es una decisión. No debería preocuparnos cómo deshacernos de ellos sino cómo incorporarlos a nuestra vida. Como cada uno quiera. Ojalá el cómo no fuera un problema.